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Expresiones

Carlos Fuentes y Octavio Paz, fraterna y creativa relación

Abierta ayer tras estar sellada por 19 años, la correspondencia que custodia la Universidad de Princeton detalla cómo vivieron su amistad dos brillantes intelectuales

Virginia Bautista/ Enviada | 16-05-2014

PRINCETON, Nueva Jersey, 16 de mayo.- Una amistad incondicional, cálida, creativa y crítica a la vez, respetuosa, con humor y, sobre todo, fraternal. Así era la relación que unió a los escritores mexicanos Octavio Paz (1914-1998) y Carlos Fuentes (1928-2012), según ha quedado constancia en las más de 70 cartas, además de telegramas y postales, que el poeta le envió al novelista entre 1956 y 1982.

Abierta ayer por primera vez, tras permanecer sellada durante 19 años a petición de Fuentes, la correspondencia contenida en dos cajas (305 y 306) que custodia la Biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton da detalles de cómo vivieron su amistad estos dos intelectuales, considerados los más importantes del siglo XX mexicano.

Paz y Fuentes, evidencian las largas misivas que el Nobel de Literatura le hacía llegar al autor de La región más transparente en el lugar del mundo donde se encontrara, siempre se necesitaron el uno al otro, les urgía saber qué estaban escribiendo, qué pensaban de cierto suceso político o social, a qué amigos veían, cómo estaban sus esposas; pero, principalmente, leerse, admirarse, porque esto los retroalimentaba.

Como los pensadores críticos y los creadores libres que eran, Paz y Fuentes reflexionaron sobre los temas políticos y sociales más importantes del momento, la pobreza, el autoritarismo, la violencia, los movimientos estudiantiles, Cuba, las guerrillas en Latinoamérica, los escritores en Hungría y los presos políticos mexicanos.

Pero siempre, aunque fuera en un párrafo, Paz le recordaba “la zona sagrada” de su amistad, cómo ésta los “iluminaba” a él y a su esposa Marie José, cómo lo deslumbraba su imaginación y vitalidad, le decía que conversar con él era como “aire fresco”, que leían y releían sus misivas, que se arrebataban sus obras para leerlas.

De manera ordenada, sin multitudes y bajo estricta vigilancia, únicamente dos personas pudieron consultar ayer las copias, no los originales, de la correspondencia contenida en las únicas dos cajas selladas, de las 180 que integran el archivo personal de Fuentes adquirido en 1995 por la casa de estudios estadunidense. Los momentos mágicos, poéticos, parecían romper el silencio de la pequeña sala de lectura.

La primera carta de Paz, de la correspondencia contenida en tres fólders en la Caja 306, está fechada en Nueva York el 16 de diciembre de 1956. En siete hojas escritas a mano, el autor de El laberinto de la soledad le agradece a Carlos el envío de unos ensayos y le dice que es “una persona de fiar”.

Nueva York, París, Nueva Dehli, Bombay, Gran Bretaña, Niza, la Ciudad de México y diversas urbes de Estados Unidos son los escenarios que Paz describe a su amigo, lo invita a que lo visite, desde donde le hace encargos, le pide que busque a personas, que traduzca tal o cual texto, que le envíe sus libros, colaboraciones.

La crítica estuvo presente desde la carta que le envía el 27 de febrero de 1957, en la que le da su opinión sobre el octavo número de la Revista Mexicana de Literatura, del que le reclama el poco espacio asignado al texto de Álvaro Mutis, que “es prometedor”, y le comenta cada uno de los artículos y secciones. Al final, se disculpa por la “aspereza y severidad” de sus juicios.

Pero sin duda es la década de los 60 de la pasada centuria cuando se percibe la consolidación de esta amistad. Y el clímax en cuanto a cercanía fue 1968, cuando Paz renunció como Embajador de México en la India en protesta por la represión estudiantil en Tlatelolco, cuando el poeta llegó a enviarle más de 20 cartas largas que se cruzaban con las de Fuentes, en ocasiones se escribían cada semana.

“Eres generoso como un príncipe afgano”, le dice Paz al agradecerle que uno de sus poemas aparezca como epígrafe en uno de los libros de Fuentes. Le tiene tal confianza que le cuenta sobre un juicio fallado a su favor en contra de Elena Garro, su primera esposa; se alegra con el nacimiento de su hijo Carlos; siempre mandó saludar primero a Rita Macedo, la primera esposa de Fuentes, y, con el paso del tiempo a Silvia Lemus, de la que los Paz también se hicieron amigos.

La última carta de Paz que se puede consultar en este archivo se la envía desde la Ciudad de México, el 27 de julio de 1982. En ella le recuerda que la amistad es como las plantas, “hay que regarla a diario”, que coinciden en lo esencial, que siempre decirse las diferencias es como “un agua milagrosa” y le reitera que tiene “muchísimas ganas” de hablar él.

El 68 y la revista añorada

Los movimientos juveniles que tuvieron lugar en 1968 en ciudades como París, Londres, Praga y México, entre otras, fueron un parte aguas para Octavio Paz y Carlos Fuentes, por lo que se convirtieron en el tema principal de sus cartas.

Largas disertaciones sobre el nuevo papel que deberían tener los jóvenes en la política, las nuevas reglas que deben guiar a la sociedad, lo que está pasando con los intelectuales de izquierda y, sobre todo, la nueva actitud que él debe asumir, tienen cabida en las misivas de Paz.

Según los comentarios del poeta, los dos amigos se preguntan si es conveniente regresar a México tras la represión a los estudiantes o si deben dar clases en universidades extranjeras; le pide consejo. Paz le deja en claro que deben estar unidos, que él no participará en donde no participe Fuentes.

Firman manifiestos en apoyo, se mandan recortes de periódico, se mantienen al tanto de las noticias, caminan juntos en ese ambiente de angustia. Paz le comparte su tristeza de irse de la India, le cuenta el 6 de octubre de 1968 que murieron en un accidente la hermana de Marie José, su esposo y su hijo, que tomarán un barco y rodearán África. No hay secretos.

El 68 también fue el año en que más urgió Paz para publicar una revista que venían ideando desde principios de esa década, una revista “creativa y crítica”, cuya confección debatieron largamente ambos y que tomó forma en Plural, que Paz dirigió en Excélsior de 1971 a 1976.

Paz detallaba, desde el 7 de noviembre de 1966, la forma en que la diseñarían, el número de secciones que tendría, que estaría dirigida por él, Fuentes y Tomás Segovia y el tipo de patrocinadores que debían buscar.

Leen Chac Mool como homenaje

Para evocar al escritor Carlos Fuentes, a dos años de su muerte, ocurrida el 15 de mayo de 2012, ayer se realizó la lectura del cuento Chac Mool, a cargo del escritor y director de teatro José Luis Ibáñez.

La lectura, en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo, conmemoró los 60  años de la primera publicación del relato, y fue la única actividad oficial para recordar al autor de La región más transparente en su aniversario luctuoso.

Al encuentro asistió Silvia Lemus, viuda del novelista y ensayista; y editores y escritores como Hernán Lara Zavala, Guadalupe Loaeza y Marcelo Uribe, director de Ediciones Era. Pero acudieron pocos lectores, pues apenas se ocupó una tercera parte de las butacas del auditorio.

“El 11 de noviembre de 1954, el día de su cumpleaños número 26, aparece el primer libro de Carlos Fuentes: Los días enmascarados; dentro de la editorial Los presentes, de Juan José Arreola. El libro de relatos de Carlos Fuentes, inmerso en la ficción, es un espejo donde se reflejan acontecimientos de la humanidad”, expresó Lemus previo a la lectura de Ibáñez.

Recordó que el cuento es el primero de una serie de seis relatos breves que Fuentes publicó en la editorial de Arreola, quien buscaba promover a la generación de jóvenes escritores.

La narración usa la fantasía como ingrediente principal para referir a temas que luego fueron recurrentes en la literatura del autor de Aura como el pasado prehispánico, los iconos de la historia nacional y el entorno de la ciudad.

“Surge de la necesidad  de reinventarse después de que el mundo estaba devastado, y parte de este renacimiento es preciso que parta de la transformación literaria”, añadió.

En una fusión de realidad y ficción, el narrador del cuento toma como eje la muerte de Filiberto y la lectura de su diario para tejer otros sucesos que ocurren lo mismo en la Ciudad de México o Acapulco, que en el mercado de La Lagunilla y una casa porfiriana. Así el Chac Mool se ha convertido en una de las mayores referencias del relato breve de Fuentes; sobre todo por el uso de símbolos culturales como el de la estatuilla de piedra que le da título al cuento, la cual remite al mundo prehispánico.

Tras la lectura, Lemus precisó que la idea de llevar la biblioteca personal de Fuentes a la Universidad de Veracruz es una petición del mismo escritor que dejó dicha en su testamento, pero hasta que ella como heredera universal considere el momento idóneo. “Yo la tengo ahorita, y todavía no es el momento; será después”.

También rechazó hablar de la correspondencia entre Fuentes y Octavio Paz, resguardada en la Universidad de Princeton, con el argumento de que no conoce las cartas ni sabe su contenido.

“A Fuentes lo leen jóvenes”

Silvia Lemus, viuda del escritor fallecido hace dos años, recuerda las largas charlas con su marido y asegura que sus libros ya forman parte del canon mexicano.

A dos años de la desaparición del escritor Carlos Fuentes, su viuda, la escritora y periodista Silvia Lemus asegura que su obra ya forma parte del canon de la literatura mexicana, aunque lo más importante es que los jóvenes lo siguen buscando, por lo que sigue siendo un autor de larga duración.

“Estoy convencida que las futuras generaciones tendrán la oportunidad de nutrirse de su obra. Su vigencia en el mundo de las letras ya ha sido establecida por críticos y lectores. Y puedo asegurarle que sus libros se reimprimen constantemente y que su catálogo está más vivo que nunca. Siempre habremos de recordar a Carlos Fuentes; yo todo el tiempo.”

Pero sobre todo, recuerda al Fuentes fraternal y cariñoso. “Carlos era un gran conversador. Pasé la vida hablando con mi marido, y esa es una de las cosas que más anhelo; era muy divertido y cuando me invitaba a comer me hablaba como si me acabara de conocer, casi siempre conversaba sobre temas formidables, era formidable, un caballero fantástico y así lo sigue siendo en mis vivencias”, comenta a Excélsior.

¿Cuáles eran los mayores placeres de Fuentes, además de escribir?, se le pregunta. “Sobre todo, amaba la Ciudad de México, le gustaba caminar por sus calles y particularmente disfrutaba la avenida Insurgentes. Le gustaba mucho. Era algo muy cercano a lo que había conocido en su juventud, tal como lo dejó escrito en La región más transparente; le interesaba este despliegue de voces mexicanas en las calles, los cabarets, las fiestas. Sobre todo fue un crítico permanente y era muy estimulante lo que decía, lo que proponía. Fuentes quería mucho a México y a la ciudad; siempre estuvo alerta de todo lo que ocurría en el mundo también.”

“Además, gozaba mucho las firmas de libros. Muchas veces los autores firman rápido y quieren que todo termine, pero él podía quedarse horas con sus lectores, todo el tiempo se detenía a conversar sobre algún detalle, hacía referencias. Era muy divertido.”

¿Cuántas veces lo entrevistó como periodista? “Sólo en dos ocasiones. Una fue en 1972, en Nueva York, donde hablamos sobre la sociedad mexicana y política internacional, pero nunca la he vuelto a ver porque entonces trabajaba en Televisa y no pensábamos en pedir una copia. Ahora es distinto porque guardo todas las entrevistas. Y la segunda fue más reciente y la publiqué en mi libro Tratos y retratos.

Días después del fallecimiento del autor de La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra, el Gobierno del Distrito Federal decidió que le pondría el nombre de Carlos Fuentes al Museo de la Ciudad de México, ¿ha tenido noticias de aquella propuesta?, se le pregunta. “No me han comentado, ni me han consultado al respecto. Eso sucedió en otra etapa de la ciudad, cuando Marcelo Ebrard era Jefe de Gobierno, creo que iba a haber un debate y algunas personas opinarían, pero nunca he ido a indagar. Lo que sí ha sido muy bonito es la Pérgola Ixca Cienfuegos, inaugurada por los presidentes François Hollande y Enrique Peña Nieto.

¿Cuáles son los pendientes del legado de Carlos Fuentes? “En cuanto a libros póstumos está Pantallas de Plata, libro sobre cine que terminó con gran gusto; Los días de la vida, texto que habla sobre su infancia y su juventud; y su novela sobre el guerrillero Carlos Pizarro.

Además, este año se entregará el Premio Internacional Carlos Fuentes, para el cual habrá una convocatoria y se entregará el próximo 11 de noviembre. Hace dos años fue para Mario Vargas Llosa.

Carlos Fuentes escribió novelas como La región más transparente, Aura, Cambio de piel, La cabeza de la hidra, Gringo viejo, La silla del águila y Federico en su balcón; de cuentos como: Los días enmascarados, Cantar de ciegos y Carolina Grau; y de los ensayos La nueva novela hispanoamericana, Valiente mundo nuevo y La gran novela latinoamericana.

Ahora yo quiero preguntarle algo, dice Silvia Lemus, con suma curiosidad: ¿Por qué le interesa Terra Nostra a una persona joven como usted, es un libro que en Europa ha sido bastante valorado y en México no tanto?,  “Es un libro que me sugirió Daniel Sada y que no ha dejado de sorprenderme.”

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