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Ahora hay gente que dice ser alérgica al Wi-Fi

Estas personas tienen una condición llamada 'hipersensibilidad electromagnética', donde sufren síntomas físicos cuando están expuestos a campos de Internet, celulares y televisiones

Vice | 06-02-2018
(Foto: Pixabay)
(Foto: Pixabay)

CIUDAD DE MÉXICO. 

Parte de la condición del ser humano moderno consiste en estar siempre conectado a internet y luego estresarse por todo que se puede leer y ver. Sin embargo, existe un grupo de personas cuyos niveles de estrés se desbordan incluso antes de que hayan leído una sola palabra; gente que dice que la pura existencia del internet tiene un impacto negativo en su salud. Esa gente padece de una condición que se llama hipersensibilidad electromagnética (EHS), que, según ellos, significa que sufren de una variedad de síntomas físicos cuando estén expuestos a campos electromagnéticos que vienen de cosas como los routers de Wi-Fi, celulares y televisores.

No todos en la comunidad médica están convencidos de que el EHS sea una condición médica real. Un estudio de la Universidad de Essex en 2007 encontró que participantes con EHS solo sentían los síntomas cuando les contaban que había un poste telefónico cercano "encendido". Cuando los participantes no se enterraban de si el poste estaba prendido o no, las señales no tenían ningún efecto en su salud. 

Sin embargo, eso no cambia el hecho de que alrededor del cinco por ciento de la población del Reino Unido se considera afectada por EHS. ¿Suena familiar? La condición fue fuertemente presentada en 'Better Call Saul', el spin off de 'Breaking Bad', donde el hermano de Saul, Chuck, se esconde dentro de su casa para protegerse de las señales electromagnéticas del mundo.

Como yo no puedo imaginar vivir en un mundo civilizado sin internet, estoy interesado en saber cómo es vivir cuando crees que el internet te hace sentir físicamente enfermo. Para saber más, contacté a dos mujeres con EHS —Nanny y Martine— quienes me invitaron a pasar un día con ellas en sus búnkeres desconectados.

Martine me recogió de la estación de tren en Steensel, un pueblo en el sur de Holanda. Tan pronto subí a su carro, me pidió amablemente que apagara mi celular, o por lo menos que activara el modo avión. Como no quería que se sintiera mal y como estaba acá por la experiencia completa, le hice caso.

Martine, en sus cuarenta y tantos, trabajaba en el departamento jurídico para una organización de soporte para refugiados muy reconocida en Ámsterdam. Eso fue hasta que empezó a sentir que tenía que escapar de la cuidad por lo que ella consideraba un sobredosis de Wi-Fi y radiación.

"Estaba agotada", me dice Martine, "te obligas a seguir adelante hasta que algo se rompe dentro de ti".

La cocina de Nanny está cubierta de papel aluminio para proteger la casa del Wi-Fi de sus vecinos. Tanto Nanny como Martine pidieron no ser fotografiadas para este artículo.

Martine dice que ella es una de las pocas personas en Holanda que recibe subsidio de desempleo por sus síntomas; pero las autoridades no han declarado oficialmente que la radiación electromagnética sea la causa de sus síntomas. Hoy, ella proporciona asistencia jurídica a otros con EHS. No siempre ha sido fácil, y muchos investigadores piensan que el miedo de radiación en sí mismo es lo que es malo para la salud, que el EHS puede ser psicológico. Martine rechaza la teoría, mostrándome otros estudios que demuestran la nocividad de la radiación.

Llegamos a la casa de Martine, una casa de madera construida al lado de la casa de sus papás. Su padre, un científico que también dice tener EHS, se considera une experto en la obstrucción de Wi-Fi. Nanny, la amiga de Martine, está en sus cincuenta y tantos, lleva varios días quedándose en su casa descansando de los campos electromagnéticos presentes en su propia casa. Dirige la página EHS Zichtbaar, que espera cree conciencia de lo que ella considera como los efectos no saludables del Wi-Fi que están presentes en nuestras vidas cotidianas. Su esposo le ayuda con la página web, pero su amor por los aparatos lo distrae un poquito. "John ama su smartwatch", dice Nanny. "Pero me hace sentir tan enferma que tiene que vivir en un cajón por el momento". Nanny no odia la tecnología pero le gustaría ver el Wi-Fi remplazado por algo más saludable.

Nanny nunca sale sin su casco protector, que parece un sombrero de apicultor hecho de cables de plata. Solo pedir el traje fue un calvario enorme; Nanny no puede usar la computadora ni hablar por teléfono sin sentirse enferma por el resto del día.

Nanny me llevó a dar un paseo por el bosque detrás de la casa de Martine y explicó por qué ella piensa que la radiación puede ser el nuevo asbesto. "Mucha gente asume que es segura y que está probada, o ni siquiera lo quieran pensar", dijo ella. "Hay muchas cosas terribles pasando en este mundo, entiendo por qué la gente quiere seguir con sus vidas sin tener que preocuparse por la contaminación por radiación. Tener miedo todo el tiempo tampoco es saludable".

Nanny vive en una caravana pequeña al fondo de su jardín para escaparse de la caja de fusibles.

En su casa, los tres disfrutamos de un almuerzo ligero y una discusión intensa sobre el impacto negativo de la obsesión de la sociedad con las redes sociales. En algún momento, Nanny se puso muy nerviosa y sacó un aparato pequeño para verificar el nivel de la radiación en la habitación. "Solo quiero mirar rápido para estar segura", dice Nanny, intentando tranquilizarme. Afortunadamente, es una falsa alarma. Pregunté si podía probar el dispositivo para ver si realmente funcionaba. Martine me dio permiso para encender mi celular por unos segundos. 

Cuando desactivé el modo avión, mensajes del mundo exterior empezaron a inundar mi celular. Poco después, el medidor de radiación comenzó a chillar histéricamente y la alarma destelló rojo brillante. Avergonzado, apagué mi 4G y el aparato se quedó silencioso. Unos segundos más tarde, prendí mi celular en secreto para estar seguro de que ni Nanny or Martine lo estuvieran controlando manualmente. Igual que antes, el aparato gritó y destelló detectando el campo electromagnético de mi celular.

Normalmente Nanny vive con su familia en Geldrop, un pueblo a media hora en carro. Pero de vez en cuando, cuando se siente abrumada por la radiación electromagnética visita a Martine y su papá durante varios días para recuperarse. Está regresando hoy después de cinco días con su amiga, y me invitó a acompañarla. Mientras que Martine conduce, me doy cuenta de que Nanny debe sentirse muy incómoda saliendo de la seguridad relativa del bosque para regresar a un ambiente en el que, está convencida, se enferma. Tomamos caminos rurales, lo más lejos posibles de los torres de transmisión. "Llegas a un punto en que los puedes ver en todos lados", cuenta Martine.

John, el esposo de Nanny, sus dos hijas adolescentes, su suegra que está de visita y el perro familiar, están ahí para darle la bienvenida. "No te sientes ahí", dice su suegra poco después de que entra en la casa. "John y yo lo medimos antes y es el peor lugar en toda la casa".

Durante el recorrido a la casa, Nanny me cuenta que las paredes están pintadas con pintura especial contra la radiación y la cocina está cubierta de papel aluminio para bloquear el Wi-Fi de los vecinos. Nanny explica que aún así no es suficiente para eliminarlo de la casa totalmente, porque "hay un campo electromagnético en la caja de fusibles". Entonces Nanny vive en un trailer en el jardín, pero entra en la casa para cenar.

"Fue divertido al principio", explica ella. "Sentía que estaba de vacaciones. Pero ahora me encantaría poder regresar a la casa".

Las camisetas de Nanny contra la radiación.

A pesar de que la vida sin Wi-Fi de Nanny y Martine me pareció fascinante, extrañaba mucho mi existencia normal, sin importar la cantidad de radiación presente en la atmósfera. Justo cuando estoy a punto de irme, Nanny me muestra su línea de camisetas que creó con su esposo y las cuales venden en su página. Las camisetas tienen lemas antiradiación, como "¿Quieres hijos? Aléjate de los teléfonos", entre otros.

Después de despedirme, Nanny le pide a sus hijas que me lleven a la parada de autobús más cercana. Les pregunto cómo se sienten con el hecho de que su mamá esté por fuera con tanta frecuencia. "Estuvo bien tener Wi-Fi por unos días", me dicen, "pero al final, siempre es mejor tener a mamá en casa".

Puedes leer la nota completa en Imagen intermedia

 

*Este contenido es publicado con autorización de Vice México.

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