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Comunidad

Explosión en Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa obligó a cambiar protocolos

En 2015, la Sedesa revisó su red de centros de salud para evitar siniestros y dar seguridad a sus pacientes

CINTYA CONTRERAS | 30-01-2016

CIUDAD DE MÉXICO.

La explosión que causó el derrumbe del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa obligó a la Secretaría de Salud de la Ciudad de México (Sedesa) a revisar los protocolos de
reacción en todos sus inmuebles ante siniestros de esta magnitud y fenómenos naturales, como los sismos, para evitar la pérdida de vidas y lesiones en personal y pacientes en el futuro.

Román Rosales, subsecretario de Servicios Médicos e Insumos de la Sedesa, indicó que debido a que una fuga en la válvula de una pipa de la compañía Gas Express Nieto, que surtía al hospital, fue la causa del estallido que causó la muerte a cinco personas y dejó lesionadas a 73 más, la Sedesa, entonces, verificó de inmediato todos los tanques estacionarios de los hospitales de la ciudad, encontrando que algunos ya estaban por cumplir su periodo de vida útil promedio, por lo que se sustituyeron por nuevos.

A demás, se modificó la ubicación de las tomas de abastecimiento de este insumo para alejarlo lo más posible, ya que en el hospital de Cuajimalpa estaba en el área de estacionamiento, y por ello la afectación fue mayor.

“Ahora todas las tomas están en el exterior de los hospitales. Se cambiaron todas las llaves de paso para el cierre durante el suministro de gas y ahora los camiones ya no entran al hospital. Se asigna a una persona para que esté durante el proceso de abastecimiento, vigilando junto con la compañía de gas”, explicó en entrevista.

Dijo que los contratos con gaseras exigen, desde el año pasado, seguros de responsabilidad individual, además de certificación de los equipos que utilizan y el aval de la Secretaría de Economía para operar, esto de la mano con el mantenimiento a sistemas de gas, combustible, fluidos e instalaciones de riesgo en los hospitales.

De acuerdo con registros de la Sedesa, lo ocurrido hace un año en Cuajimalpa no tiene precedentes y creó la necesidad de realizar evaluaciones estructurales que un grupo de expertos externos encabezaron para identificar algún tipo de riesgo adicional.

“Las evaluaciones de las estructuras han sido muy favorables, nuestros establecimientos son seguros”, dijo el funcionario y agregó que modificaron rutas de evacuación para que los desalojos sean más ágiles y seguros. Sin embargo, reconoció que un obstáculo aún por resolver es el comercio ambulante a las afueras de los hospitales, que en un momento crítico complicaría la evacuación.

En cuanto a las medidas internas para evitar una tragedia como la del año pasado, Rosales indicó que reforzaron los programas de protección civil, que serán permanentes ante la rotación de personal, llegada de nuevos empleados, así como la afluencia diaria de pacientes que acuden a recibir atención, con lo que se busca garantizar que todos sepan qué hacer en el momento de la contingencia. Destacó que realizaron más de 400 cursos de capacitación, y al menos seis mil empleados ya tienen habilidades en medidas básicas, análisis de riesgo y repliegue.

Finalmente, Román Rosales dijo que las remodelaciones de hospitales, así como la construcción de estos centros, como el futuro Hospital General de Cuajimalpa, se apegarán a los requerimientos de un Hospital Seguro, que a escala internacional exige cumplir con diferentes criterios estructurales y funcionales para que, ante un desastre, el inmueble no sufra ningún daño y continúe ofreciendo su servicio.

 

“Me dicen que mi hija no lloró”

María Esperanza habría cumplido un año el pasado jueves. Era una bebé fuerte, con ganas de superar una infección que la tuvo hospitalizada desde el primer día que nació, pero a un mes de nacida la explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa le quitó la vida.

La imagen de un policía sacándola en brazos del hospital fue conocida en todos los medios, pero pocos sabían que era niña y que  ese día regresaría a casa.

Su mamá Yuli Ramírez, de 17 años, recuerda el horror que vivió el 29 de enero de 2015, cuando se preparaba para ir a comprar medicamento necesario para el alta de la bebé, y ella vio por televisión la noticia.

De inmediato, cuenta, llegó al hospital y a su hija ya se la habían llevado. ¿Adónde? Nadie sabía decírselo. Primero fue al Hospital ABC donde llegaron los niños más graves, y ahí no estuvo. Se trasladó al de Legaria y encontró a su hija.

El diagnóstico fue traumatismo craneoencefálico y lesiones graves en el abdomen que  le quitaron vida.

Tras el funeral, y como parte del proceso de indemnización, conocieron al policía Enrique Mauro Vera. Fue un héroe al rescatar a la niña, aunque el desenlace fue trágico. Por él supo de los últimos momentos de vida de su hija.

“Me dijo que mi hija no lloró, que fue muy fuerte, y pues sí, porque todo ese mes que estuvo internada yo veía cómo le echaba ganas. Él me dijo que ella, pese a que se cayó y se pegó, no lloró”, compartió Yuli.

El shock para la madre y su esposo Víctor, de la misma edad, aún no lo superan, aunando a que se le han sumado complicaciones. “Ha sido bien feo”, dijo.

A Él lo despidieron como ayudante de cocina por sus faltas ante los trámites de indemnización por parte de la gasera.

Yuli se embarazó al mes de la explosión, y tuvo que enfrentar la gestación y el duelo al mismo tiempo. A diferencia de otros afectados a los que el gobierno de la ciudad ha apoyado con becas, empleo y otros beneficios, a ellos no les han dado nada. Dijo que su presencia en la misa de ayer, en recuerdo de las víctimas el inmueble demolido, fue porque se enteró en redes sociales, pero no por invitación de las autoridades.

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