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Edgar Alejandro Hernández 33379 https://www.facebook.com/etgar.hernandez?fref=ts @etgarhernandez
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Estimado público, muchas gracias por su paciencia en esta mesa. Como seguramente les ha ocurido a todos ustedes, la Bienal de Fotografía se ha vuelto un tema que en los últimos meses aparece casi de forma “espontánea” en las redes sociales o en algunos medios de comunicación, básicamente para seguir dándole vueltas a un debate que se ha extendido durante mucho tiempo, pero que de forma muy perversa ha tratado poco, casi nada, sobre las obras que han generado dichas críticas, peleas, memes y todo tipo de confrontaciones tan propias del tiempo que vivimos.

Es por ello que quiero empezar mi participación hablando de una obra en específica, obviamente una de las piezas polémicas de la bienal, la serie 26 Used to Be Gasoline Stations in Mexico, de Diego Berruecos (Ciudad de México, 1979), que más allá del cliché que implica su título en inglés, me parece que es por mucho una de las obras más relevantes que he visto no sólo en la Bienal de Fotografía, sino en toda la basta oferta cultural que hay actualmente la Ciudad de México.

La obra de Berruecos, lo creo honestamente, debería pasar a la historia de la fotografía mexicana no por la campaña que ha padecido en estos meses desde un columnista, aquí presente, y su orquestado eco en las redes sociales; sino porque de forma elocuente y prospectiva logró retratar la ruina con la cual amanecimos el 1 de enero de 2017, es decir, la problemática energética, el gasolinazo y toda la crisis social que literalmente incendió las principales ciudades de la República mexicana.

Como ocurre con las obras de arte que logran trascender su época, 26 Used to Be Gasoline Stations in Mexico es el ejemplo claro de una piezas que alberga el futuro, ya que muestra las cosas que como sociedad no somos capaces de ver en la vida cotidiana, pero que cuando aparecen llegan como un tsunami que arrasa con todo.

Si bien la obra de Berruecos tiene como referente directo una pieza histórica de Ed Ruscha, la serie no habla del pasado ni de 2016, fecha en la que fue elaborado el proyecto, sino de este 2017 que llegó con una devaluación del peso, una nula proyección de crecimiento económico, un nuevo enemigo llamado Donald Trump y el precio de la gasolina magna a 16.32 pesos, 20 por ciento más cara un año antes, lo que representó el mayor incremento que haya tenido el hidrocarburo en la historia reciente del país.

Berruecos no retrató las protestas, la ordeña del hidrocarburo, los saqueos y demás desmanes que como imágenes han saturado los medios impresos y, obviamente, las redes sociales, sino que el artista se dio a la tarea de captar el futuro, es decir, aquellas ruinas de país en la que como un espiral sin fondo nos estamos convirtiendo.

Sin caer en melodramas y con una limpieza formal por demás ejemplar, las 26 imágenes de lugares que solían ser estaciones de gasolina en México nos muestran los despojos de una poderosa industria nacional que de forma silenciosa desapareció, tragada por años y años de corrupción priísta, y que desde sus restos nos recuerda lo jodido que estamos todos como Nación.

Pero bueno, estos son temas que deliberadamente se obvian en el actual debate que ha despertado la bienal. Según la recensión que hizo mi amigo Ulises Castellanos, la obra de Berruecos carece de “composición alguna, ni narrativa, ni nada. El triunfo del choro mareador pues”.

No sé si sea por la agenda que tiene el columnista o por su formación, pero la obra de Berruecos no le mereció ningún tipo de reflexión, al parecer era más fácil recurrir a la descalificación fácil y a la búsqueda de algún acto de corrupción que justificara que una obra de ese tipo, tan “choromareadora”, hubiera sido premiada dentro de la bienal.

NADIE HA DICHO HASTA HOY, QUE YO HAYA MENTIDO

Como sé que no tengo mucho tiempo, me concentraré ahora en los textos “críticos” que ha generado esta pieza y la bienal en su conjunto. Como ya lo he mencionado, el primero y más entusiasta polemista de la obra de Berruecos y de la Bienal de Fotografía es mi amigo Ulises, aquí presente, quien ha publicado sobre el tema una serie de columnas que yo encuentro bipolares, ya que dependiendo si es Navidad o Año Nuevo tira piedras o hecha flores a los miembros del Centro de la Imagen. Por ejemplo, primero dijo que la bienal era “la peor exposición de imagen que jamás haya visto” y luego se retractó diciendo que por ahí sí había buenos trabajos y que en esos casos, en los que a él le gustaban obviamente, “el jurado tuvo enormes aciertos”.

En uno de sus textos “conciliadores”, el columnista afirma: “Nadie ha dicho hasta hoy, que yo haya mentido”. Pues aquí, permíteme Ulises decirte que desde tu “Amarga Navidad” y hasta la fecha has mentido una y otra vez dando verdades a medias y tergiversando los dichos de los involucrados en la bienal, concretamente de los directivos del Centro de la Imagen y de algunos miembros del jurado.

Sin profundizar en tus descalificaciones, has dicho que la bienal es “desastrosa, insípida y montada con absoluto extravío”. Cuando leía tu letanía me esperaba, por lo menos, que explicaras qué te merecían tales adjetivos, ya que, como afirma, no eres “de los que critican por criticar”. Cuando leía tus textos me preguntaba a qué te refierías: a la selección, al trabajo museográfico, a las instalaciones, al discurso curatorial o a los argumentos del jurado. Tuve que leer varias veces tus columnas sobre la bienal y en ninguna encontré un argumento puntual que ameritara este tipo de calificativos. Si tus textos no tienen la capacidad de argumentar en qué se basaban para calificar una muestra como desastrosa o la peor exposición de imagen, lo que hace es convertir fobias y prejuicios personales en verdades falsas que se han repetido hasta la nausea por una serie de perfiles anónimos en redes sociales. Según lo has dicho en la radio, tampoco queda claro a quiénes te refieres, tus críticas reflejan el sentir de “cientos de fotógrafos” que se han sumado a dicho cuestionamiento, pero, salvo aisladas excepciones, yo no he visto a esas cientos de voces que respalden tus descalificaciones dentro de la “comunidad fotográfica”.

También mientes cuando insistes en un acto de corrupción entre la bienal y uno de los patrocinadores, por un vínculo familiar entre uno de los ganadores y un directivo de la empresa. Luego de trabajar por varias décadas en medios, creo que sería fácil diferenciar entre el poder de decisión de un directivo creativo de una empresa y el dueño de dicha empresa. Por donde se quiera ver no son la misma cosa, pero para ti sí, ya que esta relación la sintentizas con todo el dolo del mundo cuando dices: “Uno patrocina y el otro gana, son los hermanos Berruecos Martínez”.

Aunque una y otra vez has intentado “aclarar” que no hablas de un tema ilegal, que evidentemente no lo es, el señor Berruecos no tenía ninguna limitante para concursar, el tono y el sentido que das a tus textos evidentemente buscan generar un ambiente de sospecha hacia los organizadores de la bienal.

Y hay muchas otras verdades a medias y mentiras que has repetido en tus textos, pero cierro con uno que me parece de los más banal y a la vez peligroso, ya que para sustentar tus dichos también has utilizado, fuera de contexto, frases aisladas de una fotógrafa miembro del jurado, a la cual usted públicamente has dicho que admiras, con el fin de mostrar que todo lo que gira en torno a la bienal está lleno de “soberbia” y “arrogancia”.

Concretamente me parece grave que hayas usado parte de la entrevista que le hicieron a Yvonne Venegas, tu y Óscar Colorado, en un programa de radio por internet. AÚn cuando Venegas respondió solventemente a todos los cuestionamientos que le hiciste sobre la bienal e incluso ella te hizo una pregunta por demás pertinente: “¿qué van a hacer los fotógrafos con la sobreproducción de imágenes?”, para ti sus respuestas, llenas de humor y un encanto que ni tú ni yo jamás tendremos, de un plumazo las convertiste en “una invaluable combinación de buen humor y arrogancia de antología”.

De entrada suscribo todo lo que Venegas dijo. Yo también creo que tus críticas (al menos todas las que leí de la bienal) me parecen hechas por un “crítico poco serio”, llenas de furia y carentes de argumentos, aunque paradójicamente le hicieron un gran bien a la bienal, porque tuvieron el efecto de abrir un intenso debate que como efecto colateral llenó de público el Centro de la Imagen. Yo también, como te lo dijo Yvonne, estoy contento con el resultado de este debate.

Pero regresando al tema de la entrevista con Yvonne, no entiendo cómo puedes decir que admiras a Venegas y al mismo tiempo tergiversas sus palabras de forma tan gratuita. De entrada, Yvonne jamás le dijo “viejito” al artista Rubén Ortiz Torres. Más allá de que el término no tendría ningún problema, salvo que es políticamente incorrecto, lo que en realidad dijo Yvonne fue que cuando llegó a estudiar en una universidad en Estados Unidos tuvo que escoger como tutores entre dos viejitos y que, por ahí también, estaba Rubén Ortiz Torres, con quien evidentemente sí tenía temas de discusión. Así de claro está en el audio que está en línea, en ningún momento se refería a la misma persona. Además, ese comentario como por qué sería relevante para debatir la bienal, si no es sólo una bravuconada para descalificar a tu interlocutora.

Lo mismo ocurre cuando dices: “Tuvimos como invitada a Yvonne Venegas –jurado de la Bienal– quien entre otras joyas nos confesó que en algún momento de su carrera, quería ser como Annie Leibovitz”. Evidentemente el comentario de Venegas era como cuando alguien dice que de niño soñaba con ser astronauta o bombero, pero para usted era como una mea culpa o una confesión de algo torcido.

(LA LECTURA DE ESTE TEXTO FUE INTERRUMPIDA POR UN ASISTENTE DEL PÚBLICO)

*Texto leído el sábado 11 de marzo en la mesa de debate “Las redes sociales y las nuevas formas de circulación de la crítica”, en el Centro de la Imagen, como parte de las actividades paralelas de la XVII Bienal de Fotografía, que se realizó del 8 de diciembre de 2016 al 12 de marzo de 2017. También participaron Francisco Mata, Nirvana Paz, Ulises Castellanos, Pilar Villela y Marcel del Castillo.

Mar 14, 2017
Mar 14, 2017
Edgar Alejandro Hernández
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Para exhibir con éxito la obra de Fischli & Weiss, en el Museo Jumex, la fórmula era simple. Abandonar la párvula idea de innovar con pretenciosos y absurdos dispositivos museográficos (como se planteó en sus exposiciones anteriores) y concentrarse en las cualidades arquitectónicas del recinto. Esta simple ecuación fue suficiente para mostrar de forma directa y eficiente el trabajo de una de las duplas artísticas que más reconocimiento han tenido en la producción artística contemporánea, sobre todo si se mira desde México, donde es fácil reconocer su influencia.

La exposición retrospectiva Peter Fischli y David Weiss: Cómo trabajar mejor, curada por Nancy Spector y Nat Trotman, es ejemplar en muchos sentidos: por la economía de su discurso, por el amplio despliegue de su museografía, por la reconfiguración que genera de los espacios del museo, por el diálogo que abre con el discurso arquitectónico de David Chipperfield y por la memoria que encarnan algunas de sus piezas icónicas.

Si bien la muestra de los artistas suizos también tuvo su origen en el Museo Guggenheim de Nueva York, igual que la problemática exposición colectiva Bajo un mismo sol: Arte de América Latina hoy, el resultado es exponencialmente opuesto. La intervención del artista Peter Fischli (David Weiss falleció en 2012) en el montaje fue esencial para que cada núcleo funcionara cual reloj suizo, ya que aún cuando se muestran más de 200 piezas y la exposición abarca casi la totalidad del recinto, el montaje en ningún momento cae en excesos, por el contrario, da la impresión de que cada pieza encontró de forma natural su espacio, que lo mismo abarcaba de piso a techo uno de los muros más altos de la sala (Aeropuertos, 1987–2012; y Flores y hongos, 1997–1998), hasta las escaleras (Büsi Gatito, 2001) o la entrada del recinto (El camino correcto, 1983).

Más que reiterar los hallazgos y cualidades formales de la obra de esta dupla artística, que abusa creativamente de conceptos como el readymade o la instalación, vale la pena resaltar la significativa influencia que Fischli & Weiss han tenido en el contexto mexicano, en mucho impulsado por la difusión que dio a su obra la Fundación/Colección Jumex.

A esto hay que sumarle las contadas, pero representativas, exposiciones que han tenido en nuestro país. Empezando en 1999 con Aprendiendo menos, en el Centro de la Imagen, donde también se exhibían fotografías de Gabriel Orozco y Richard Wentworth. Aquí me permito traer un recuerdo de aquellos años, ya que fue la primera vez que vi su serie Equilibrios (Una tarde tranquila), (1984-1986), colección fotográfica que se instaló en la mente de quienes visitamos aquella muestra, no sé si por sus cualidades estéticas o formales, pero sí por la extrañeza que generaba en la audiencia. Extrañeza que, por encima del humor que una y otra vez se vincula a su obra, resultó más crucial y atractiva para el público, al grado de que tres lustros después aún la recuerdo.

Cuando la obra de Fischli & Weiss se exhibió nuevamente en el Museo Tamayo en 2005, con una curaduría más exhaustiva a cargo de Patricia Martín (quien también curó Aprendiendo menos) la obra tuvo una recepción mucho más fluída, fundamentalmente porque ya se había asentado la penetración este tipo de lenguajes visuales, los cuales ya circulaban en el contexto mexicano como genéricamente se conocen hoy en día: arte contemporáneo.

Justo en esta doble operación de descubrir y recordar es donde la muestra Peter Fischli y David Weiss: Cómo trabajar mejor se vuelve entrañable, ya que genealógicamente perfila muchos de las prácticas y soluciones creativas que definieron la producción artística local en las últimas décadas. En una entrevista cedida al museo Peter Fischli menciona una suerte de “pegamento mental” que da cohencia a la exposición (https://www.youtube.com/watch?v=EkbFK-FHeXo). Ese pegamento es en el fondo una suerte de síntoma creativo que perfila la obra de Fischli & Weiss, el cual se traduce en numerosos encuentros y resonancias hacia las más reconocibles prácticas artísticas que se popularizaron en los años 90 y que hoy marcan la tendencia dentro del campo artístico.

Sus obras son importante en México porque sintetizan la lengua franca que formó a un grupo de artistas y espectadores del arte que hoy administran/circulan en los principales museos y galerías del país. Por ello insisto en la trascendencia de mostrar el trabajo de estos artistas suizos de forma directa, sin distractores museográficos.

El recorrer la muestra Peter Fischli y David Weiss: Cómo trabajar mejor es en muchos sentidos un viaje en el tiempo para aquellos que hemos acompañado con regularidad las prácticas del arte contemporáneo. Concretamente la muestre me llevó a ese encuentro a finales de los 90 con Equilibrios (Una tarde tranquila), pero al mismo tiempo con numerosas obras que fueron formando la percepción que hoy comparto con un sector importante del campo artístico global.

En este contexto, se vuelve un lujo poder ver los videos El curso de las cosas (1987) y Dando curso a las cosas (1987), dos clásicos dentro de su produción que parecieran ser atemporales y conservar ese asombro en el espectador. Lo mismo ocurre con el video El camino correcto (1983) y su versión escultórica Rata y Oso (Durmiendo), 2008.

A nivel institucional, el Museo Jumex tuvo otro saldo positivo con esta exposición, ya que ganó espacio al interior del recinto, pues de facto recuperó para la exhibición su galería 1, la cual tradicionalmente se utiliza para charlas y actividades paralelas.

El montaje de la serie De pronto este panorama, (1981- ?), una delicada y puntual selección de esculturas en miniatura de barro que representan lo mismo hechos históricos que eventos cotidianos, abre la exposición a un inusual diálogo con el contexto del museo, gracias a que las obras se exhiben en un espacio con paredes de vidrio, que también suma al recorrido la luz natural.

No recuerdo otra exposición en el Museo Jumex que remarcara de forma tan clara su diseño arquitectónico, lo cual rápidamente dejó en olvido los fallidos experimentos museográficos de las exposiciones que le antecedieron. De una forma muy concreta la exposición de Fischli & Weiss mostró al museo “Cómo trabajar mejor”.

Peter Fischli y David Weiss: Cómo trabajar mejor se exhibe en el Museo Jumex (Miguel de Cervantes Saavedra 303, colonia Ampliación Granada) del 9 de junio al 4 de septiembre de 2016.

Sep 1, 2016
Sep 1, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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The only way I can view the exhibit Anish Kapoor. Archaeology: Biology at the Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), is as a defeat. I fail to understand the benefits that have been repeated over and over again about the show, designed to attract mass audiences to the museum, especially if one remembers that the institution, in its foundation, embodied the promise of a “critical radicalness in terms of cultural management” that would honor the university responsible for its origin.

Today Kapoor's work is neither critical nor radical if one uses the curatorial program of the MUAC as their parameter, since the production of this British Indian artist has been systematically domesticated by the rhythm and needs of the warm and dazzling waters of the art market. What three or four decades ago were considered advances in sculptural terms today are pale reproductions (mainly in the artist’s mirror series) ready to be sold at art fairs.

"Kapoor is one of the most important sculptors of the past 40 years.  He has proposed a number of decisive sculptural forms that cannot be ignored in an account of what contemporary art is", head curator of MUAC, Cuauhtémoc Medina justifies in an interview published in Código magazine (http: //goo.gl/CBQcwr).

Medina's judgment is fair if one looks at Kapoor’s work in historical terms, but the argument is commonplace and routinely used by curators to validate retrospectives of the same group of modern and contemporary artists that circulate the museums of the world. For example, the Jumex Museum used an identical argument last year to justify their show on the American artist Alexander Calder. In 2009 the MoMA in New York said the same thing about their production of a show on the mexican artist Gabriel Orozco. How many innovative sculptors have their been in the twentieth century? As many as necessary to fill the museums that exhibit their work today using a revisionist curatorial platform.

Catherine Lampert, curator of the show, recalls in her catalog text that Kapoor earned his reputation in the early 1970s thanks to his diverse use of pigments, which are featured in the works that open the show.

However, while these works are brought together in the first room of the exhibit, they are not given a central presence in the show’s museography. Instead they are a backdrop for Kapoor’s work with mirrors, which the artist has reproduced ad nauseam in every imaginable format and color, because, according to Kapoor, the market “likes mirrors” (http://goo.gl/3wxhqT).

The mirrors and, in general, the character of Anish Kapoor have efficiently seduced the masses. In the two months since the show’s opening, MUAC has received more than 150,000 people who stand in line and wait patiently to enter the museum’s galleries and take their photo in front of the works that distort the spectator’s reflection.

I did it, it was fun, but the motion of standing in front of a work of art to take a selfie, something that the museum has promoted (MUAC in a slogan recommends that viewers: “Comment, record, photograph, share”), is not something to be taken lightly, as it is an intentional repetition of the same phenomenon that last year attracted 330,000 people to the exhibit Yayoi Kusama: Endless Obsession at the Tamayo Museum.

Like all blockbuster exhibits, shows such that of Kapoor and Kusama are promoted using the argument that they will create new audiences for their respective museums, with the added advantage that they are both politically profitable for the museum and financially attractive in terms of its box office and sponsorship opportunities.

However, all these assertions are repeated without necessarily having the elements to prove them. The most compelling case of this comes from the Tamayo Museum itself, which after producing the most successful exhibit in the museum’s history, that of Kusama, today reports no more visitors than before. Where are the hordes of people that camped outside the enclosure to see the work of the japanese artist? It is difficult to know for sure, but what is clear is that they did not step foot in the Tamayo Museum again.

In another interview published by Nexos magazine, Medina affirms that at the MUAC "there is a trajectory of exhibits of renowned artists with a great capacity to attract audiences, particularly Cildo Meireles and Carlos Cruz-Diez" (http: // goo .gl / Uc6ccf).

I find this statement incredible, as to me it seems completely inaccurate to compare Kapoor to Meireles in any concrete way, because although both artists are part of the contemporary art canon, their paths today share no parallels in terms of how each artist fits into his field or into the art market.

I remember clearly all levels of perception that were generated by Meireles’ show, from the monochrome shock (Desvio para o vermelho) to the anxiety and disgust generated by certain environments (Volatile) or the confusion generated through noise (Babel), not to mention the political weight of several of his pieces (Cruzeiro do Sul). The radical and critical nature of his work remains an underlying theme. In the case of Kapoor these qualities are lost on me.

In addition, there is no way to compare the relationship between the way in which the MUAC publicized the production and exhibition of Meireles’ work, which was diametrically austere and bounded to an arts commnity, to the bizarre logistical decisions made after Kapoor’s visit to Mexico.

If the MUAC were a company the Kapoor exhibit would be its most resounding success, but the MUAC is not a company, it is a public museum that, and this seems almost too obvious to say, is linked to an educational institution, an internationally renowned place of learning.

One cannot use the box office numbers or the political visibility generated by these types of shows as parameters for assessing the cultural management of MUAC, which I repeat, pledged to operate using critical radicalness.

When touring the Kapoor exhibit, I remembered a conversation in 2010 with Guillermo Santamarina, then curator in chief of MUAC. With a certain anxiety he asked himself how he could make the exhibit Somewhere / Nowhere by Félix González-Torres, attractive for a public that sought to “interact” with the works inside the museum. His only response was that there was no way to achieve this interaction, because González-Torres’ work was too fragile to respond to such demands.

Those familiar with the work of Gonzalez-Torres know that its power does not lie in its material presence, but rather in its capacity to dismantle the formal purity of minimalist discourse, with warmer, intimate, and even sentimental ideas.

The media success of the exhibition of Kapoor has also brought to mind another memory, a phrase spoken on several occasions by writer and art historian Olivier Debroise: "When contemporary art is news it is bad news for contemporary art." I confess that when I first heard it I thought it was an exaggeration, but today, in light of Kapoor’s brilliant work, I finally understand the weight of his words. While the MUAC has won many battles to outline what we know today as contemporary art designed and produced from Latin America, the exhibit Anish Kapoor. Archaeology: Biology is its first defeat.

Anish Kapoor. Archaeology : Biology is open from May 28 to November 27, 2016 at the Museo Universitario Arte Contemporáneo (Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario). 

Translated by Nika Chilewich.

Original text in Spanish: http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/anish-kapoor-arqueologia-biologia/1108881 

Ago 25, 2016
Ago 28, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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La exposición Anish Kapoor. Arqueología : Biología, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), sólo puedo verla como una derrota. No encuentro todas las bondades que una y otra vez se han repetido sobre esta muestra diseñada para atraer masivamente al público, sobre todo si se recuerda que es un recinto que desde su fundación encarnó la promesa de una “radicalidad crítica en cuanto a la gestión cultural”, que honrara su origen universitario.

En la actualidad la obra de Kapoor no resulta crítica y mucho menos radical, si se toma como parámetro el propio programa curatorial del MUAC, ya que la producción de este artista indo-británico sistemáticamente se ha ido domesticando al ritmo y las necesidades que definen las cálidas y deslumbrantes aguas del mercado del arte. Lo que hace tres o cuatro décadas eran hallazgos en términos escultóricos, hoy son pálidas reproducciones (fundamentalmente de su serie de espejos) listas para venderse en las ferias de arte.

Kapoor es uno de los escultores más importantes de los últimos 40 años. Decisivamente ha propuesto una serie de modalidades de escultura que no se pueden dejar de lado en un recuento de lo que es el arte contemporáneo”, justifica el curador en jefe del MUAC, Cuauhtémoc Medina, en una entrevista publicada por la revista Código (http://goo.gl/CBQcwr).

El juicio de Medina es justo si se toma en términos históricos, pero también es un lugar común que sistemáticamente se ha utilizado para validar la revisión de la mayoría de los artistas modernos y contemporáneos que circulan en museos en el mundo. El Museo Jumex, por ejemplo, utilizó un argumento idéntico para presentar el año pasado la obra del estadounidense Alexander Calder. En 2009 el MoMA de Nueva York dijo lo mismo sobre la producción del artista mexicano Gabriel Orozco. ¿Cuántos innovadores de la escultura existieron en el siglo XX? Tantos como sean necesarios para llenar los museos que hoy exhiben su obra con una mirada revisionista. 

Catherine Lampert, curadora de la muestra, recuerda en su texto del catálogo que Kappor obtuvo su reputación desde finales de la década de los 70 por la utilización que hizo de diversos pigmentos, los cuales abren el recorrido de la exposición.

Pero si bien estas obras se reúnen en la primera sala, no son piezas que tengan una presencia protagónica en términos museográficos, más bien son el telón de fondo para sus esculturas a partir de espejos, que el artista ha reproducido hasta la náusea en todo tipo de formatos y colores, porque, cito a Kapoor, al mercado “le gustan los espejos” (http://goo.gl/3wxhqT).

Pero los espejos y, en general, el personaje Anish Kapoor también seducen eficientemente a las masas. Con gran éxito el MUAC ha recibido en dos meses a más de 150 mil personas que hacen filas y espera pacientemente para entrar a las salas del recinto y tomarse la foto frente a estas obras que deforman la imagen del espectador.

Yo lo hice, fue divertido, pero este gesto de pararse frente a una obra para tomar la selfie, que además es promovido por el propio museo (el MUAC recomienda a manera de eslogan: “Comenta, graba, fotografía, comparte”), no es algo que pueda tomarse a la ligera, porque de facto es el mismo fenómeno que atrajo el año pasado a 330 mil personas a la exposición Yayoi Kusama. Obsesión infinita.

Como toda muestra blockbuster, las exposiciones de Kapoor y Kusama se promueven bajo la lógica de que generarán nuevos públicos para sus respectivos museos, además de que tienen la ventaja de ser políticamente rentables para el recinto y financieramente atractivas en cuanto a taquilla y recaudación de patrocinios.

Pero todos estos supuestos son verdades que se repiten sin tener necesariamente elementos que lo comprueben. El caso más claro lo da el propio Museo Tamayo, que después de realizar la exposición más exitosa de su historia, hoy en día no tiene más visitantes que antes de la muestra de Kusama. ¿Dónde están esas hordas de personas que acampaban a las afueras del recinto para entrar a ver la obra de la japonesa? Es difícil saberlo, pero lo que sí queda claro es que no volvieron a pararse por el Museo Tamayo.

En otra entrevista publicada por la revista NexosMedina afirma que en el MUAC “hay una trayectoria de exhibiciones de artistas muy connotados y con una gran capacidad de atracción de públicos, particularmente Cildo Meireles y Carlos Cruz-Diez” (http://goo.gl/Uc6ccf).

Esta declaración me resulta increíble, pues resulta un descomunal despropósito querer comparar concretamente la exposición de Kapoor con la de Meireles, ya que si bien ambos artistas forman parte del canon del arte contemporáneo, sus trayectorias hoy no tienen ningún paralelismo en términos del campo artístico o del mercado del arte.

Recuerdo claramente todos los niveles de percepción que generaba la muestra de Meireles, desde el shock monocromático (Desvío al rojo) hasta el ansiedad y el asco que generaban sus ambiente (Volátil) o el desconcierto generado por el ruido (Babel), sin mencionar de la carga política de varias de sus piezas (Cruz del sur).  Lo radical y crítico de su obra sigue latente, en el caso de Kapoor estas cualidades yo no las encuentro.

Además, tampoco hay punto de comparación en la relación que el propio MUAC generó con Meireles en términos de producción y difusión de su obra, la cual fue diametralmente austera y acotada al campo artístico, lo cual no se puede decir de la estrambótica logística que hubo tras la visita de Kapoor a México.

Si el MUAC fuera una empresa, la exposición de Kapoor sería el éxito más contundente en su historia, pero el MUAC no es una empresa, es un museo público que, parece una obviedad decirlo, está vinculado a una institución educativa, la cual se conoce coloquialmente como la máxima casa de estudios.

El éxito taquillero o la visibilidad política que genera este tipo de muestras me parecen que no pueden tomarse como parámetros para valorar la gestión cultural del MUAC, que insisto, prometió operar bajo una radicalidad crítica.

Cuando recorría la exposición de Kapoor recordaba una conversación que tuve en 2010 con Guillermo Santamarina, entonces curador en jefe del MUAC. Con cierta angustia se preguntaba cómo podría hacer que la exposición Algún lugar/Ningún lugar, de Félix González-Torres, fuera atractiva para ese público que busca “interactuar” con las obras dentro de un museo. Su única respuesta era que no había forma de lograr tal interacción, porque su obra era muy frágil como para responder a dichas demandas.

Quien conoce la obra de González-Torres sabe que su poder no radica en su presencia material, sino en la capacidad que tiene para desmontar la pureza formal del discurso minimalista, con ideas más cálidas, íntimas y hasta sentimentales.

El éxito mediático de la exposición de Kapoor también me trajo a la memoria otro recuerdo antiguo, una frase que en varias ocasiones dijo el escritor e historiador del arte Olivier Debroise: “Cuando el arte contemporáneo es noticia, es una mala noticia para el arte contemporáneo”. Confieso que cuando lo escuché por primera vez me pareció una exageración, pero hoy, a la luz de la brillante obra de Kapoor, finalmente entiendo el peso de sus palabras. Si bien el MUAC ha ganado numerosas batallas para perfilar lo que hoy conocemos como arte contemporáneo, pensado y producido desde Latinoamérica, la exposición Anish Kapoor. Arqueología : Biología es su primer derrota.

 

Anish Kapoor. Arqueología : Biología se exhibe del 28 de mayo al 27 de noviembre de 2016 en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario).

 

 

Ago 3, 2016
Ago 3, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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"Pour out all your bile in the article. I will publish under my name. Write for me. Write for me. Break this letter!", José Luis Cuevas (Mexico City, 1931) insists in a handwritten letter addressed December 14, 1962, to Cuban lawyer and art critic José Gómez Sicre (1916-1991). In the letter, Cuevas asks the critic to draft one of nearly a hundred letters, texts and interviews he will produce from Washington to be published over the course of two decades under the Mexican artist’s name, inside and outside the country.

Gómez Sicre, who on July 6th of this year celebrated the centenary of his birth, served as the "bedside ghostwriter" to Cuevas during the 1950s and 60s. Above all else, he was an effective ideologue who used the ambition of a young, then unknown, Mexican artist as his own Trojan horse from which to combat the nationalist discourse of the Escuela Mexicana de Pintura during the Cold War.

Within the hundreds of letters and documents that make up the José Gómez Sicre Papers, 1916-1991, held at the Benson Latin American Collection, part of University of Texas, Austin’s extensive library system, it is made abundantly clear that Cuevas was entirely dependent on the writing of Pepe, as his friends called him. This is evidenced by letter after letter in which Cuevas asks Gómez Sicre not only to draft opinion pieces, which he sent to prominent figures in the Mexican art world such as Fernando Benitez, but also to write him response letters to museographer Fernando Gamboa or to art critic Raquel Tibol; this aside from the fact that Gómez Sicre was responsible for the forewords and texts in every book the artist published throughout the twenty-year period. Cuevas once even asked the critic to write to one of his ex-girlfriends to "end it."

Cuevas’ publishing of texts by Gómez Sicre’s under his own name became so frequent that the painter would censor his own writing, so as not to "betray the style."

"I have just been delivered the following questionnaire for a newspaper interview. (...) As I have to deliver it (sic) I do not dare fill it out so as not to 'betray the style'. Could you help me with this? I feel no need to tell you what to answer, because we are two minds in common. I know all of the aggression you want to express, and I feel the same," Cuevas writes on December 17, 1963 in a letter to Pepe.

Gómez Sicre, through his writing and his influence, was responsible for the international attention given to Cuevas’ career. In 1954 he brought Cuevas to show in Washington, where he sold all of his works (two of which were bought by Alfred H. Barr for MoMA’s collection in New York.)

In this way the Cuban critic took advantage of Cuevas as a means of solidifying US interests within a local Mexican art scene through an infiltration that encouraged depoliticizing artists under the premise that transcendental artistic practices represented the greatest freedom of expression.

 

"MY BEDSIDE GHOST WRITER"

 

José Gómez Sicre was director of Visual Arts for the Pan American Union, which would later become the Organization of American States (OAS) in Washington and found the Art Museum of the Americas. From his position of continental influence he became an active promoter of Latin American artists whose work complied with the prevailing trends in the United States, to the detriment of national discourses, such as that of Mexican muralism.

Under his name, Gómez Sicre also wrote numerous texts promoting the work of one particular Mexican artist. In a piece entitled, The Case of CuevasGómez Sicre assures that “José Luis Cuevas has had the virtue to survive in his own country and overcome the current of semi-official art that seemed to have hindered all art in Mexico. Outside of his country he has managed to be admired even by those who follow dissimilar paths without giving an inch in his criteria, at times unrelenting.

"When Cuevas emerged in the art world, in Mexico there was only one criterion and one direction to be followed. Not to adapt was to languish in marginalization, or live under the attack of those who followed that direction, social realism, from which no one was allowed to evolve. In many cases artist’s deficiencies were concealed by a shield of staunch nationalism or by a political banner of compulsory procedures."

It is no coincidence that these same principles appear time and time again in the texts signed by Cuevas, which Gómez Sicre wrote, and which eventually were published as books. This is the case in Cuevas for Cuevas (Ediciones Era, 1965), which not only features Cuevas’ widely cited Cactus Curtain, but also includes other texts, copies of which can be found on carbon paper in the archive, José Gómez Sicre Papers, 1916- 1991.

One specific reference is the text engineered by Pepe whose copy on pink sheets was later given the manuscript title Ándele, Marchantita, Watemelon for 7,000 dollars. This piece was reproduced as chapter IV of the Autobiographical Notes featured in Cuevas for Cuevas, which was edited and designed by Vicente Rojo, with a foreword by Juan García Ponce.

"Breaking into the art world in Mexico is, for a young artist, a succession of rebuffs, hesitations, reprimands, and disappointments, in the face of those that proceed him. It involves the most negative and devastating asepticism from those one admires or pretends to follow. The young artist is required to submit and be silent, to show his unconditional devotion or to join a political party,” reads Gómez Sicre’s manuscript thatCuevas published as an autobiographical text.

 

While the relationship between Cuevas and Gómez Sicre fluctuated between moments of closeness and distance (in several letters the Mexican artist practically had to beg Gómez Sicre to write him yet another text), the strategy benefited both equally, as Cuevas acquired rapid visibility, thanks to his controversial texts, and Gómez Sicre could attack Mexican muralists head on; specifically David Alfaro Siqueiros, a left wing artist linked to the communist bloc.

Such was the success of Gómez Sicre’s writing signed by Cuevas that Fernando Benitez invited the Mexican artist to publish a monthly column, as told by the artist himself in a letter that dates Thursday December 18, 1958: "(BREAK THIS LETTER) Yesterday I spoke withBenitez and he asked me to collaborate monthly in his newspaper. This is dangerous, because of my duality of writing styles. I would be paid something (that is, you would). He said it would be interesting to do a first article about my travel experiences (...) He says he admires 'my' deep sense of humor and would like it to come through in all my writings. As a second article I could send the letter to Fernando Gamboaillustrated with drawings. Could you send it to me?"

This letter reflects not only the impact of Gómez Sicre’s texts, but also shows how the Cuban art critic could effortlessly impose his political agenda.

The Letter to Fernando Gamboa is dated September 6, 1958; the typewritten copy is in the collection José Gómez Sicre Papers, 1916-1991. In it, Cuevas seeks to justify his refusal to paint several murals at the Medical Center.

In the letter he criticizes the Mexican muralists once again: "I do not want to seem flippant, my dear Don Fernando, but my timely absence from Mexico has made me think a lot about the sad present and the dark fate of the provincial disintegration of our so-called national art, languid, tedious, restrained, parochial and supposedly utilitarian, while pretending to offer the people 'educational messages'. These messages, it is unfortunate to have to accept, do not serve, they have not served nor do I think they ever will. "

While it was not known in those years that Gómez Sicre wrote all of Cuevas’ critical texts –the information became public after the Cuban art critic’s death following the donation of his personal archive to the Benson Latin American Collection– in the 1960s Gómez Sicre’s operative role in Mexico and Latin America was obvious.

In a handwritten letter whose only date is "Sunday,” Cuevas relays to Gómez Sicre the dispute he then maintained with characters like Olga, the wife of Rufino Tamayo, and the critic Alfonso Neuvillate:

"Yesterday I spoke with you on the phone and I referred at length to the betrayal of the white rat Olga. Today, Sunday, the friend and accomplice of the miserable ‘tortillera’ (lesbian), Alfonso de Neuvillate, writes: 'Gómez Sicre, with his ideas and his teachings, has served to allow lesser cartoonists to pass in the art world for intelligent beings instead of as publicists, or worse, as traitors not only in their aesthetic cause, but to our nation.’ A week ago this same cretin said that you had been the advisor to my work and that in losing your rectory my work had starved to death."

In the same letter Cuevas explains, "They accused (FernandoGamboa of looking abroad and receiving your orders. They say he is a CIA agent and that his office is an extension of yours."

One of the most interesting documents that sought to criticize the weight of the Cuevas-Gómez Sicre alliance was drafted by Mexican artist Alberto Beltran, who published on March 27, 1960 a carton in a supplement of the Excélsior newspaper, Diorama of Culture, which was an illustration of the text The Vicious Aesthetics of Abstractionism, by Sergei Mozhniagun.

In the image Gómez Sicre is depicted as an obese Statue of Liberty that leads Cuevas, who resembles a reptile, as he scales the surface of a US congressional building. Under Gómez Sicre’s cloak there is another character resembling the writer Carlos Fuentes, who, alongsideCuevas, was also was linked to the influential group associated with Gómez Sicre.

But these attacks, instead of putting an end to the strategy imposed by the writer-critic duo, prompted Cuevas to ask again and again forGómez Sicre to answer his enemies, who in a somewhat paranoid stance were at the same time his allies, depending on whether or not they served his interests.

In this back and forth between alliances and conflicts, which generated heated epistolary battles between Cuevas and Pepe, characters likeJuan Garcia PonceRufino TamayoManuel FelguérezAlberto GironellaFrancisco IcazaPedro Coronel and Inés Amor, among many others, were target equally with praise as with insults in Cuevas’s letters to solicit writing from Gómez Sicre.

Although Gómez Sicre almost always operated from Washington and Cuevas from Mexico City, the painter found a way to delay his deadlines so that the texts could arrive from the US. However, along the way Cuevas risked being discovered several times, as the artist would, in an effort to save time, send blank letters with his signature to Gómez Sicre for the critic to type up and send directly from United States.

This is documented in a letter from the British newspaper The Times, dated March 7, 1969, which Cuevas forwarded to Gomez Sicre with a handwritten note asking him to respond from Washington to save time.

 

"Pepe: I have been asked for this article on Mexican art. It is short. I hope you will do it, as it will have great exposure. I would appreciate it if you would first answer (I have attached a signed piece of paper) accepting or...not. If you do accept the article can be sent from Washington to gain time, and say that I am passing through the city. "

Cuevas was so dependent on Gómez Sicre that he would solicit writing under his name for books in which the Cuban art critic had also been asked to participate. This happened in 1979 with the book of photography Revealing José Luis Cuevas, by Daisy AscherGómez Sicre had been commissioned for one of the book’s three introductory texts (which was not finally published), but Cuevas also asked him to do the introductory texts for each of the themes developed by the artist in the photography.

In an undated letter, Cuevas asks Gómez Sicre, "My Dear Pepe: For the book of photography by Daisy Ascher, which is about to be published in Mexico, and for which you were also asked to contribute a short text, I am required to write short introductions to each of the themes developed photographically. They are something like literary vignettes, very brief, half a page each, in which I must give my very personal opinion on the following topics: Women, disease, meat, prostitution, death, nudity."

With some unintentional humor in the same letter the Mexican artist says, "I could write it, because, as you know, literature is my job ... but I'm overwhelmed with work and so am forced to resort to my bedside ghost writer in the hopes that in one sitting you will write these trifles on such important issues. It is urgent work, yes. In the book you appear with me looking greedily on at cakes we found in a bakery on the street 16 de Septiembre in Mexico."

When reading the bulk of the letters written by Cuevas, there are no references to the political implications of Gómez Sicre’s strategic use ofCueva’s figure as a means to combat political and nationalist art.

In all the missives Cuevas insists on asking for texts that will serve his self-promotion, which not only marked his relationship with Gomez Sicre, but also one of his most famous actions: The Ephemeral Mural, which Cuevas describes in a letter dated June 10, 1967 as a scandalous publicity stunt.

"I just provoked the biggest publicity scandal. You'll learn about it in the clippings I have attached. I painted a 10-meter by 8-meter mural on a site designated for advertisements. I managed to gather 5000 people in the street, in Colonia Juarez (opposite the restaurant where we ate). Firefighters intervened, (illegible), police. I have made stories in LIFELook, etc. The mural came out pretty nice. On the TV they are only talking about me. They say that since Diego Rivera no one has provoked anything quite like this."

Cuevas was always seduced by Media exposure. In another letter dated October 6, 1965 Cuevas writes to Gómez Sicre pleased: "Here publicity, like a snowball, grows and grows. I do not look for it: they do it for me. Now every time I go out in the streets they asked me for my autograph or they call me by my name. Not even Rivera ... "

 

*The original text was published in Spanish in the newspaper Excélsior on July 6, 2016: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2016/07/06/1103180

 

Translated by Nika Chilewich

 

Jul 12, 2016
Jul 12, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1100505

A discussion begun this past century amongst several vanguard movements, in which the museum as institution is regarded as an artistic graveyard, is graced with another level of interpretation in artist Teresa Margolles’ (Culiacan, 1963) transformation of the Museo de la Ciudad de Queretaro, into a tomb to exhibit string remaining from the sewing up of 45 bodies, post autopsy, of people who suffered violent deaths in different states throughout Mexico.

The exhibition, 45 Bodies (2006-2016), actualizes one of the artist’s most significant projects, due, not only to the potency of its narrative, but also to the economic use of material in the work. The project, which was introduced a decade ago at the Kunstverein für die Rheinlande und Westfalen, in Düsseldorf, Germany, under the title 127 bodies, was exhibited again in 2011 at the Art Museum of Zapopan, Jalisco.

Contrary to what the media claims to be a reduced amount of violence in the country in the wake of the so-called war on drugs, Margollesreactivates this work to remind us, through her subtle and restrained installation, that killings across the country have not stopped.

In order to give some context it is worth summarizing the quarterly report presented by the Semáforo Delictivo Nacional –a platform for community members to register criminal complaints– on April 25, which indicates that during the first three months of 2016 there were 2,538 deaths due to organized crime in the country. This number is over half of the 4,556 homicides committed in the country the previous year.

Although the quantity of killings remains obscene in a country that is economically stable, and one that, according to the media, lives in peace, Margolles’ work makes clear that the presence of these victims cannot be forgotten, much less accepted as part of a standardized practice of homicide in what are known as "hot" states within Mexico.

Hence the show’s title, which directly appeals to the bodies that are symbolically represented by each of the pieces of thread used to close the inert flesh of each body’s remains after their autopsies. Fragments of string the viewer encounters along the knotted 24 meter-long chord have been blackened by blood. These areas become witnesses to a reality that cuts through Mexico, but that one must pause and take care to observe.

While Margolles has joined an international group of itinerant artists that can operate in any city in the world, her collecting of thread is done in local morgues in the major states throughout the Republic in order to emphasize the urgency of generating widespread discussion on the issue of violence in Mexico.

Even though the subject is scandalous by nature, in the presentation of the work Margolles turns to the opposite extreme: a minimalistic portrayal of the mortuary event evoked by the string, in order to force the viewer to confront the absence of those bodies through their presence.

Unlike the installation of her work done in other spaces, here the artist opts for a theatrical use of lighting, in which a focused beam of light shines down on the pieces of thread, darkening the entire room, which the visitor enters in shadows.

The drama of this installation reaffirms the idea of the tomb often used to describe the museum gallery –a dark and cold place where art reminds us of the end of life.

The visitor who approaches Margolles’ installation does so out of morbid curiosity, or because a pair of thick, dark curtains covers the entrance to the room. After crossing this first threshold, the viewer is met with a foreign object, the nature of which surely takes a moment to decipher. Once the viewer understands the object, the confusing experience becomes undoubtedly one of the most exemplary moments of the exhibition. It leaves no doubt that the way in which the work is exhibited transcends a traditional notion of art.

As explained by the writer Guillermo Fadanelli in the gallery text, "the lifeless body continues to be a symbolic mine as well as a plastic territory." 45 Bodies should be seen as a symbol of our national reality, but also as the undisputed stamp of an artist who reaffirms her social commitment by returning again and again to exorcise the living materiality, although inert, of the dead in our country.

 

45 bodies, 2006-2016 Teresa Margolles, opened on February 15, 2016 and closed on May 15, at the Museo de la Ciudad de Queretaro, located at 27 Guerrero Nte. Historic Center, Santiago de Queretaro, Queretaro.

 

Original text in Spanish: http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/45-cuerpos/1092070

 

Jun 22, 2016
Jun 22, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1097427

For a public or private institution to threaten the integrity of a work of art with impunity, the complicity, or silence of all who participate in the art world is required. The fact that the Jumex Museum has censured the work Evolution of Man (1995) by Miguel Calderón, in order to use the image as the focus of the publicity campaign for the exhibition The Natural Order of Things, is just as serious as the fact that throughout the two months the show was on display, not a single person raised their voice in protest of the work's mutilation.

As if it were an allegory for the kind of art Jumex Museum seeks to promote, the work of Miguel Calderón was surgically castrated. Literally, the museum erased the testicles of the naked man, who in the work squats as he walks, in order to make the image harmless to the general public that would encounter the ad on the street. However, more than anything the decision was made in the interest of the transnational that sponsors the museum.

Without his private parts, the character created by Miguel Calderón to mark the evolution of man, who in the work starts without material goods (except for a pair of socks and dark glasses), and finishes armed to the teeth, was reproduced exponentially on dozens of billboards throughout Mexico City. In some cases the entire piece was shown, made up of six photographs, but in most of the ads only the one, effeminate photo of the naked man (thanks to the magic of Photoshop) was used to announce the pretentious exhibition, The Natural Order of Things, curated by Julieta González and José Esparza Chong Cuy.

While it is already questionable that the single image of the naked man be used in isolation from the remaining five photos that make up Miguel Calderón’s work, it is even more problematic that the photo –by way of its subject– is castrated in its exhibition as if it were an aseptic piece of publicity, used solely to capture the attention of passers by, but not disturb either public morale or the company’s economic interests.

It is not difficult to imagine the scene at Jumex’s offices when the museum staff presented the advertising campaign for the exhibition The Natural Order of Things to the representative of the Jumex Group, and he saw the naked character of Miguel Calderón with his male attributes (I'm almost certain that these types of euphemisms were used in the meeting) hanging shyly under her legs. It is almost natural to assume that a representative of the corporation with no sensibility for artistic or photographic languages would have found the image problematic. Up until this moment everything seems to be going more or less in the natural order of things. But when managers of the museum, who supposedly do understand the seriousness of censoring an image, decide that instead of replacing the image all together, it is better to convince the artist to allow them to castrate his work, the operation loses any logic or sense.

It is important to note here that Miguel Calderón did authorize the modification to his work. As explained by the artist himself, "the conversation began under the pretext that there would be no alterations to the image, but these terms changed gradually over time. Honestly, if given the opportunity again, I would not allow it to happen. In a way it serves as a metaphor for artists that, in order to show their work, must castrate themselves.”

The moral censorship by the museum to the work of Miguel Calderón is grotesque for many reasons, but first and foremost because it comes from an institution that, in its rhetoric, “was conceived to be a unique site to promote the discovery, reflection, and learning of contemporary art through critical programming that questions established paradigms and gets at the greatest issues of our time.”

What type of reflection or learning is generated by an institution taking such a reactionary position on an image of a naked man? How does castrating a piece of work question paradigms of thought? What were the curators and museum administrators thinking (the museum still has no general manager) when they decided it was better to censor a piece of art rather than replace it with another; that is, if their reasoning has anything at all to do with the interests of the museum rather than the company that sponsors the institution.

Seeing the censured work of Miguel Calderón I could not help but remember the absurd and reckless statements Patrick Charpenel gave the local magazine La Tempestad after he resigned his directorship of the Jumex Museum following the crisis that ensued from the censorship of the Hermann Nitsch exhibition in 2015: "Yes, the cancellation (of the Nitsch show) was unfortunate, but there were many variables that were not considered in the judgments made against the institution. Not a single article emphasized what I have mentioned. The decision, although necessary, was very hard. (...) I do not want to diminish the seriousness of what happened. I have come to think that if we are in fact that bad of an institution, maybe it was best to leave the show to a team that could do it better, but the reality is that without the Jumex Foundation the Mexican art system would collapse." (Http://nubr.co / ulHyut)

Paraphrasing Charpenel’s argument, one should ask his interim replacement, Julieta González what variables were balanced when deciding to castrate Miguel Calderón’s piece? Is it too much to think that cutting the testicles off of his character should be considered a serious act of censorship? Is the Jumex Foundation, which has taken yet another reactionary stance towards contemporary art discourse, really the only institution that will prevent the collapse of the country’s contemporary art system?

It seems that silence will again be the chosen response to these questions. The collector, once again, as the highest link within the art system, is not required to account for his or her actions. It is of no importance that the censorship is flagrant or that Miguel Calderón is a well-known artist who on top of his personal recognition is represented by Kurimanzutto, one of the most influential galleries in the country.

To this end one must also ask, what does Miguel Calderón represent to Kurimanzutto? Why did the gallery considered it acceptable that a museum censor the work of one of its artists? One must not forget that each time the gallery –created by Mónica Manzutto and José Kuri –has felt that its commercial interests threatened it has never hesitated to push back, both publicly and privately, against curators, artists, gallery owners, journalists or directors of art fairs and museums. With unusual efficiency they manage to impose their conditions regardless of whether or not they are in the right.

One example I remember was in 2011, during the Zona Maco fair, when Kurimanzutto forced the gallery Arena Mexico from Guadalajara, to dismantle works by Miguel Calderón, Gabriel Kuri and Daniel Guzmán, which by being exhibited offered buyers a secondary market, based on the simple fact they were artists represented by the gallery.

Those who frequent art fairs know that it is common that the same artist be represented by several galleries, and that even the same works be sold at the same time (something that happened once to Kurimanzutto with a piece by Rirkrit Tiravanija.) In this instance the work was part of a collection of art from the 1990’s, Alma Colectiva, by Aurelio López Rocha, and the works were created and sold before Kurimanzutto had opened. There were no legitimate arguments to remove the pieces, but Kurimanzutto flexed its muscles and both the fair and the gallery owner gave in to their request.

Pressuring lika García and Jaime Ashida is a risk that, without a doubt the gallery can afford to take, because it in no way jeopardizes its business. The same cannot be said about the censorship of an institution created by collector Eugenio López. Holding a disciplined silence is what benefits everyone and maintains the natural order of things.

 

The Natural Order of Things, curated by Julieta González and José Esparza Chong Cuy, was exhibited at the Jumex Museum from March 11 to May 8, 2016.

 

Translated by Nika Chilewich

 

Original text in Spanish

 

http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/el-orden-natural-de-las-cosas/1094942

 

 

Jun 7, 2016
Jun 7, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1094942

Para que una institución pública o privada pueda atentar, con impunidad, contra la integridad de una obra de arte, se requiere forzosamente del silencio cómplice de todos aquellos que formamos parte del campo artístico. Que el Museo Jumex haya censurado la obra La evolución de las especies (1995), de Miguel Calderón, para poderla utilizar como foco de su campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas, es tan grave como el hecho de que durante los dos meses que duró la exposición no hubo una sola voz que protestara por la mutilación de la pieza.

Como si fuera una alegoría del tipo de arte que busca promover el Museo Jumex, la obra de Miguel Calderón fue quirúrgicamente castrada. Literalmente, el museo borró los testículos del hombre desnudo que marcha en cuclillas con el fin de volverlo una imagen inofensiva para el público que transita por la calle, pero, sobre todo, para los intereses empresariales de la trasnacional que patrocina el recinto.

Campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas.

 

Sin sus partes pudendas, el personaje creado por Miguel Calderón para marcar la evolución del hombre, que inicia desposeído de bienes materiales (salvo un par de calcetines y unos lentes oscuros) y termina armado hasta los dientes, se reprodujo exponencialmente en decenas de anuncios espectaculares a lo largo y ancho de toda la Ciudad de México. En algunos casos se mostraba la pieza completa, compuesta por seis fotografías, pero en la mayoría de los casos sólo aparecía el solitario y afeminado (por obra y magia del fotoshop) hombre desnudo para anunciar la pretenciosa exposición El orden natural de las cosas, curada por Julieta González y José Esparza Chong Cuy.

 Si bien ya es cuestionable que la imagen del hombre desnudo se reproduzca aislada de las cinco fotos restantes que componen la obra deMiguel Calderón, más problemático es que se exhiba castrada y como si fuera un aséptico anuncio publicitario, que llama la atención de la gente, pero no perturba la moral o los intereses empresariales.

No es difícil imaginar la escena en las oficinas del Museo Jumex cuando presentaron la campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas al representante de la empresa Grupo Jumex y éste vio al desnudo personaje de Miguel Calderón con sus atributos masculinos (estoy casi seguro que este tipo de eufemismos se usaron en ese momento) colgando tímidamente bajo sus piernas. Es casi natural que a un empresario, que no tiene ninguna sensibilidad hacia los lenguajes artísticos la fotografía, le hubiera resultado problemática. Hasta aquí todo va más o menos en el orden natural de las cosas. Pero cuando los encargados del museo, que se supone sí entienden la gravedad de censurar una imagen, decidieron que no había por qué sustituir la imagen, sino que era mejor convencer al artista que les permitiera castrar su pieza, ahí el tema pierde cualquier lógica o sentido.

Imagen censurada de la serie La evolución de las especies.

 

Por que, hay que consignarlo, Miguel Calderón autorizó que se modificara su obra. Según explicó el propio artista “la conversación comenzó con que no la editarían, pero progresivamente fueron cambiando los términos. La verdad no volvería a permitir que sucediera. De alguna manera es metafórico para los artistas que, a cambio de mostrar cosas, te tengan que castrar”. 

La moralina censura del Museo Jumex a la obra de Miguel Calderón resulta grotesca por muchos motivos, pero en principio porque viene de un recinto que, en el discurso, “fue pensado como un sitio único para fomentar el descubrimiento, la reflexión y el aprendizaje del arte contemporáneo, esto a través de un programa crítico que cuestiona los paradigmas de pensamiento y los grandes temas de nuestro tiempo”.

¿Qué reflexión o qué aprendizaje se puede tener de un postura tan reaccionaria hacia una imagen de un hombre desnudo? ¿El castrar una obra, cómo cuestiona los paradigmas del pensamiento? ¿En qué pensaban los curadores y administradores del museo (aún no hay un director general) cuando decidieron que era mejor censurar una pieza a simplemente sustituirla por otra, si es que ésta no correspondía con los intereses de la empresa?

Al ver la obra censurada de Miguel Calderón no puedo dejar de recordar las absurdas y temerarias declaraciones que Patrick Charpenel dio a la revista La Tempestad, después de que renunció a la dirección del Museo Jumex tras la crisis por la censura a la exposición de Hermann Nitsch en 2015: “Sí, la cancelación (de la muestra de Nitsch) fue un hecho lamentable, pero hubo demasiadas variables que no fueron puestas en la balanza en el momento de juzgar a la institución. Ningún artículo hizo énfasis en lo que he mencionado. El juicio, aunque necesario, fue muy duro. (…) No quiero disminuir la gravedad de lo que ocurrió. Llegué a pensar que, si éramos así de malos, tal vez lo mejor era dejar el lugar a quienes pudieran hacerlo mejor, pero la realidad es que sin la Fundación Jumex colapsaría el sistema del arte mexicana.” (http://nubr.co/ulHyut)

Imagen original de la serie La evolución de las especies.

 

Parafraseando a Charpenel, habría que preguntar a su sustituta interina, Julieta González, ¿qué variables fueron puestas en la balanza cuando decidieron castrar la pieza de Miguel Calderón? ¿Es demasiado duro pensar que el cortarle los testículos a su personaje debe considerarse como una grave censura? ¿Realmente la Fundación Jumex, que de nueva cuenta tuvo una actitud reaccionaria hacia los discursos del arte contemporáneos, es la única institución que salvará al sistema del arte contemporáneo del colapso?

El silencio será de nueva cuenta la respuesta a estos cuestionamientos. El coleccionista, como el eslabón más alto dentro del sistema artístico, no está obligado a dar cuenta de sus actos. No importa que la censura sea fragrante o que Miguel Calderón sea un artista reconocido que, además, es representado por Kurimanzutto, una de las galerías más influyentes del país.

Aquí también hay que preguntarse, ¿qué representa Miguel Calderón para Kurimanzutto? ¿Por qué la galería consideró que era aceptable la censura a la obra de uno de sus artistas?

No hay que olvidar que cada vez que la galería creada por Mónica Manzutto y José Kuri ve afectado sus intereses comerciales nunca ha dudado en presionar, en lo público y privado, a curadores, artistas, galeristas, periodistas o directores de ferias y museos.  Con una eficacia inusual logran imponer sus condiciones, sin importar que tengan o no la razón.

Montaje dentro del Museo Jumex de La evolución de las especies.

 

Un ejemplo que recuerdo a vuelo de pájaro fue en 2011, durante la feria Zona Maco, cuando Kurimanzutto obligó a la galería Arena México, de Guadalajara, a desmontar piezas de Miguel CalderónGabriel Kuri y Daniel Guzmán, que ofrecía como mercado secundario, por el simple hecho de que se trataba de artistas que ahora ellos representaban.

Quien frecuenta ferias de arte sabe que es común que un mismo artista sea representado por varias galerías que, incluso, llegan a ofrecer las mismas obras (cosa que le pasó alguna vez a la propia Kurimanzutto con una pieza de Rirkrit Tiravanija). En este caso se trataba de obras de los 90, de la colección Alma Colectiva, de Aurelio López Rocha, que fueron producidas y vendidas antes de que la galería fuera creada. No había argumentos para desmontar las piezas, pero Kurimanzutto mostró músculo y tanto la feria como el galerista cedieron a su petición.

Presionar a Zélika García y a Jaime Ashida es un riesgo que sin duda puede tomarse la galería, porque no pone en riesgo el negocio. No se puede decir lo mismo frente a la censura de la institución creada por el coleccionista Eugenio López. Guardar un disciplinado silencio es lo que conviene a todos para mantener el orden natural de las cosas.  

 

El orden natural de las cosas, curada por Julieta González y José Esparza Chong Cuy, se exhibió en el Museo Jumex del 11 de marzo al 8 de mayo de 2016.

 

 

Mayo 26, 2016
Mayo 26, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1094749

In order to address the XIII International Symposium of Contemporary Art Theory (SITAC), whose first installment was held at the Julio Castillo Theatre on April 16 and 17, 2016, one must remember that the project, organized by the Board of Contemporary Art (PAC) is coming out of a profound crisis, which not only altered the event’s timing (the 2014 edition was cancelled, and since then SITAC has occurred at different times of the year), but also absolved it of the director figure, who traditionally defined the subject matter and content of each symposium. This year that responsibility was delegated to a group of coordinators and separate teams that proposed the expansive issues and uneven list of speakers.

This most recent SITAC, titled No one is Innocent (whose illusive sub-title is, We are all Guilty, gave all the debates Freudian overtones), was divided into three Nodes, which began with two days of intensive talks, but which will last until October, when further discussions will be held at the Universidad de las Américas, Puebla.

While all of these changes were made as part of a legitimate need to give the symposium a new dynamic, the results from the first day were not those expected. This is evidenced by the enormous expectations and subsequent disappointment generated in the first panel discussion,Politics of Culture, which featured the popular theorist Boris Groys and Nina Möntmann.

Magali Arriola moderated the discussion, and it was dysfunctional from the moment it began.  The format did not allow the German theorist to develop his ideas about systems in the art world, the current function of museums and their relationship to their Internet presence, the lack of taste of collectors, or the lack of effective policies by the state for adequate arts documentation. In fact, it seemed that in order to meet the requirements of his talk, Groys superficially touched upon some of the same ideas that can be found in his books (many of which have been translated into Spanish).

Even though it seems obvious that including a thinker as well known as Groys would require a keynote lecture, the enormous task of bringingGroys to Mexico was wasted in a discussion whose moderation did not even allow for a dialogue between its two different speakers. The round table’s speakers ended up developing completely arbitrary ideas, for example that Jumex had transformed the art scene in Mexico thanks to its sponsorships. I was not able to understand how these types of opinions could be connected to Politics of Culture or to the research of Groys and Möntmann.

Although the boat nearly sunk in the symposium’s first few hours, SITAC had some interesting moments once the theoretical superstars had left. An interesting discussion ensued when the focus turned to local with, The Mexican Cultural Apparatus Examined, moderated by María Minera, where completely antagonistic points of view coincided.

On one side, there was the surgically efficient radicalism of Heriberto Yépez, who posed his analysis of Mexico’s cultural apparatus from the premise that the nascent Ministry of Culture is part of a "class dictatorship" (an idea taken from José Revueltas); while on the other was the militant, even proselytizing reactionary voice of editor Déborah Holtz, who called for a vote of confidence in the new Secretariat, claiming she saw in it "a chance, a new paradigm, and new openness."

In the middle there were some shouts and attempts at confrontation, but there wasn’t enough time to ask the speakers to clarify some of their points. For example, how could Yépez generate a form of resistance to the "neoliberal dictatorship" without ending up legitimizing the same system he aimed to combat? There wasn’t enough time to ask Holtz to elaborate on how the Secretary of Culture has modified the system of patronage and support of the ex Conaculta, which has historically maintained a preference for independent producers. Where did Holtz see an actual opportunity? It would be a good idea for Holtz to take a look for Arenal 40 (the office of the Secretary of Culture) to see, shockingly, that the same people remain in power. Nothing but the name has changed. So, who really leads this new paradigm?

In the afternoon the most productive talk of SITAC took place, entitled, Culture of Common Benefit? With an economy of language and a commanding argument, critic and curator, Christian Viveros-Fauné, created a grave depiction of global culture, in which the efforts and labor of all the art world’s producers, actors, and intermediaries are destined to benefit directly or indirectly from the .001 percent of the population. With information taken from the recent leaks of the Panama PapersViveros-Fauné reconstructed the fraudulent path that has permitted the world’s white collar criminals to speculate and exponentially monetize emblematic works such as the Women of Algiers (1955) by Pablo Picasso, which in 1997 sold for 31.9 million dollars, a turning point in the prices of the international art market.

Viveros-Fauné reminded us that in May 2015 the same painting sold for 179.4 million dollars. What was, up until a few weeks ago, considered a reflection of organic market growth, after the release of the Panama Papers has been shown as the result of speculation and financial operations that in other sectors of the economy are considered criminal.

The closure of SITAC was marked by one of the most problematic discussions, The Production of Art Value, with participants Daniel Aguilar RuvalcabaAlejandro Gómez-Arias and Sandra Sánchez, all young artists or promoters who have opened new territory in the artistic field from their development within so-called independent spaces.

Moderated by Pilar Villela, the table was a synthesis of the unjust and precarious conditions of the art system that requires its novice producers to participate in activities not associated with art in order to generate resources that allow them to pay rent and engage in the production of their work. Gómez-Arias and Sánchez deployed this argument in excess, without even a momentary consideration that they might not be describing the art system, but the economic system in general, and the experience of anyone who first joins a working environment.

There are countless trades, professions or practices in which new workers are exploited until they obtain the prestige necessary to carry out their own work with a decent pay. Furthermore, the local art scene has given dozens of examples in which successful artists, economically and otherwise, have initially participated in a range of activities before dedicating themselves entirely to their artistic production. It is worth remembering the anecdotes about Teresa Margolles, today arguably the living Mexican artist most highly recognized by an international audience, who, to make ends meet, once sold sold books outside UNAM’s Philosophy Department. Or the case of the table’s moderator,Pilar Villela, who recently made public that she has not been able to sell her work as an artist, and therefore works mostly in other trades. What are these young speakers talking about when they ask that the artist’s work be paid in anticipation or without taking the into account whether or not her work generates a profit?

What they are proposing is another economic system, but unfortunately they do not have the analytical tools in which to imagine this new system, as their proposals fell systematically to the trapping s of numerous community driven or group oriented movements that end up as short term philanthropic endeavors. The criticism of these young thinkers is done without a proposed solution. In their speeches the artist entrepreneur turned speculative actor, ends up being an artist as martyr.

It is worth mentioning that Daniel Aguilar Ruvalcaba did not participate in this naive discussion, and presented a text that was certainly better manufactured than most of his previous writings. However, as his paper was meant to be an elaborate joke, all I can say is that made me laugh.

 

Translated by Nika Chilewich

 

Contact info: http://sitac.org/

 

Original text in Spanish: http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/sitac-xiii/1089329

 

 

Mayo 25, 2016
Mayo 25, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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La discusión que desde el siglo pasado tuvieron algunas vanguardias con la institución museística, que consideraban al museo como un cementerio para el arte, adquiere otro nivel de interpretación cuando la artista Teresa Margolles (Culiacán, 1963) convirtió una de las salas del Museo de la Ciudad de Querétaro en una tumba para exhibir restos sobrantes de hilos con los que, después de la autopsia, se cosieron 45 cuerpos de personas que sufrieron una muerte violenta en diferentes estados del país.

La exposición 45 Cuerpos (2006–2016), actualiza una de las obras más contundentes de Margolles, no sólo por la eficacia de su discurso, sino por la economía de sus materiales, la cual se presentó hace una década en el Kunstverein für die Rheinlande und Westfalen, en Düsseldorf, Alemania, bajo el título 127  cuerpos, y que en 2011 tuvo una segunda versión en el Museo de Arte de Zapopan.

Contrario a lo que mediáticamente se ha difundido en relación a la disminución de la violencia en el país, tras la llamada guerra contra el narco, Margolles recupera su obra para recordarnos, con una sutil y pulcra instalación, que no han cesado los asesinatos a lo largo y ancho del país.

Como contexto vale la pena retomar el reporte trimestral que dio a conocer el pasado 25 de abril el Semáforo Delictivo Nacional, que indica que durante los primeros tres meses de 2016 se registraron en México dos mil 538 ejecuciones del crimen organizado, es decir, más del 50 por ciento de los cuatro mil 556 homicidios cometidos en el país.

Si bien el número de asesinatos sigue siendo obsceno para un país que es económicamente estable y que discursivamente vive en paz, la obra de Margolles deja claro que no se puede olvidar la presencia de todas esas víctimas y, mucho menos, aceptar la normalización de los homicidios en ciertos estados “calientes” del país.

Es por ello que el título de la muestra apela directamente a los cuerpos que simbólicamente están representados por cada uno de esos trozos de hilo que cruzaron una y otra vez la carne inerte para cerrar sus restos tras la autopsia. Los fragmentos de sangre ennegrecida que cada tanto pueden apreciarse en el anudado cordón de 24 metros de largo se vuelven testigos de esa realidad que cruza México, pero que hay que ver con detenimiento para poder observar.

Si bien Margolles se ha sumado a ese grupo de artistas itinerantes que operan en cualquier ciudad del mundo, la recolección de estos trozos de hilo se concentran en las morgues locales de los principales estados de la República, para acentuar la urgencia de discutir ampliamente el tema de la violencia en México.

Aún cuando el tema es escandaloso por naturaleza, el montaje planteado por Margolles recurre justamente al extremo contrario, a la representación mínima del suceso mortuorio para obligar al espectador a enfrentar la ausencia de esos cuerpos a través de su propia presencia.

A diferencia de su montaje en otras sedes, aquí la artista decidió utilizar una teatralidad que estaba acentuada por la iluminación, la cual se concentraba como un haz de luz sobre el cordón de trozos de hilo, acción que obligó a oscureció toda la sala y que el visitante entrara entre penumbras.

El dramatismo de la museografía reafirma la idea de tumba que se le puede adjudicar a la sala de museo, un oscuro y frío lugar donde el arte nos recuerda el final de la vida.

 

El visitante que llega generalmente lo hace por curiosidad o morbo, ya que la entrada a la sala está cubierta por un par de cortinas gruesas y oscuras. Al atravesar el umbral lo que se topa el espectador es con un objeto extraño, que seguramente tarda un momento en descifrar su naturaleza. Ese desconcierto vuelto hallazgo es sin duda uno de los momentos más ejemplares de la exposición, pues no deja lugar a dudas de que la obra que se exhibe trasciende por mucho cualquier noción tradicional de arte.

Como lo explica el escritor Guillermo Fadanelli en el texto de sala, “el cuerpo sin vida continúa siendo una mina simbólica además de un territorio plástico”. La exposición 45 cuerpos debe ser vista como símbolo de nuestra realidad nacional, pero también como sello indiscutible de una artista que reafirma su compromiso social regresando una y otra vez a exorcizar la materialidad viva, aunque inerte, de todos nuestros muertos.

 

45 cuerpos, 2006–2016, de Teresa Margolles, se presenta del 15 de febrero al 15 de mayo de 2016, en el Museo de la Ciudad de Querétaro, ubicado en la calle Guerrero 27 Nte. Centro Histórico, Santiago de Querétaro, Querétaro.

 

Mayo 11, 2016
Jun 2, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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History repeats itself, first as tragedy, second as farce, Karl Marx

 

It is not yet clear to me whether it was intentional or not that the opening of the exhibition Proceso Pentágono Group: Politics of Intervention, 1969-1976-2015 –at UNAM's University Museum of Contemporary Art (MUAC)– coincides with the first anniversary of the forced disappearance of 43 student teachers from Ayotzinapa this past September 26. However, planned or not, the coincidence reinforced the continued importance of the political and aesthetic practices of the artists' collective; the show made clear just how little we have progressed as a society as we continue to accept and (worse even) normalize state administered violence.

Founded in the late 60s by Carlos FinkJosé Antonio Hernández AmezcuaVíctor Muñoz, and Felipe EhrenbergProceso Pentágonowas formed with the objective of maintaining a critical, analytical, and confrontational position toward state-run social and cultural policies through an openly conceptual process based on discussion and collective production. The group’s birth was marked by the repression of 1968 and the subsequent dirty war. In its second stage, which is also the group's most fruitful period, the initial members were joined by artistsCarlos AguirreMiguel EhrenbergLourdes Grobet and Rowena Morales.

The exhibition, curated by Pilar García, employs efficient archival work and an exemplary production of replicas of some of the group’s most significant interventions and environments (which are presented in the show as both Réplicas and Reproductions). It offers a panoramic view of the collective’s most important findings, perennial disagreements, and not so few contradictions maintained over the past four decades, and it sheds a light on the origins of many of the practices that today dominate the contemporary art scene in Mexico. First and foremost, the exhibition demonstrates just how necessary it is for an institution such as MUAC to promote archival acquisitions, as almost all of the pieces on display were created using letters, photographs, brochures, publications and other materials housed in the museum’s research library, Arkehia.

However, while the show is centered on archival documents, they are not fetishized in their display, but rather used as a device to form new historical narratives; ones that reflect disparate processes and events, which can only be contextualized and given their full weight through archives.

The context is critical in the work of the Proceso Pentágono Group. Creating this style of work today is not the same as creating it in 1980, when the group made the painting Untitled from the action Let's make a picture, which consisted of violently wrapping up one of the group’s members (José Antonio Hernández Amezcua) in a curtain, before tying and dragging him to apply paint to the canvas.

While the date may seem not too distant, one must remember that in the context of Mexico’s dirty war there were 530 forced disappearances registered in the country from 1969 to 1980, according to the Eureka Committee. The same point must be made in relation to the work 1929: Process, an atmosphere made by the group in 1979 in the National Auditorium, which is a reproduction of various police agency work spaces, including rooms used for torture. The work’s title makes reference to the founding of the PRI party (then known as PNR), and its content addresses issues of repression, torture and forced disappearance.

While the style of production employed by the Proceso Pentágono group was new to the Mexican context of the 1970s, it is important also to note that the aesthetic development of the group’s works was not founded on improvisational exercises or empirical experimentation. It was instead based on a group mentality that deliberately sought to erase any individual argument (or ego) in order to show the greater mechanisms of repression which operated (and which continue to operate) in the country, not from the point of view of the victim, but through the mask of the victimizer. Julio García Murillo explains the group’s complex method of working in his text Proceso Pentágono Group. Fragments of chance and of a dirty war, which is included in the show’s catalog (Folio 37). In it he explains that the group’s use of a collective process was a decision made  for its political implications. Unlike the work of many other artist collectives, in the Proceso Pentágono Groupit is impossible to locate a definitive leader, in fact, almost all of its members left the group at some point. Aesthetically, Proceso Pentágono declared itself against "the old beast," in other words, against the pictorial and nationalist trend that dominated the twentieth century due to the incredible influence of the Mexican School of Painting.

And if you wanted to measure the legacy of the styles of production pioneered by the Proceso Pentágono Group, and the many other collectives in coexistence during the 1970s and 1980s in Mexico, it is clear that their influence remains more than present in current artistic production. On the other hand, it seems that our social reality has not seen any progress.

In 1979 the Proceso Pentágono Group inaugurated the exhibition June 10, in which the collective invited 22 colleagues to show the "turbulent but vital reality that we must transform". 36 years later it is clear that they did not succeed (or rather we did not). The current social reality remains turbulent in our country.

 

Proceso Pentágono Group: Politics of Intervention, 1969-1976-2015 was presented at the Museo Universitario Arte Contemporáneo (Insurgentes Sur 3000, University Cultural Centre, CU) from September 26, 2015 to February 21, 2016.

 

Translated by Nika Chilewich

 

Original text in Spanish: http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/proceso-pentagono/1059627

 

 

Mayo 3, 2016
Mayo 3, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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Para abordar la edición XIII del Simposio Internacional de Teoría de Arte Contemporáneo (SITAC), que se realizó en su primera fase en el Teatro Julio Castillo los días 16 y 17 de abril de 2016, es necesario recordar que el proyecto organizado por el Patronato de Arte Contemporáneo (PAC) viene de una profunda crisis que no sólo alteró la temporalidad del evento (la edición de 2014 no se realizó y desde entonces ocurre en diferentes fechas del año), sino que además anuló la figura del director, que tradicionalmente era quien definía el tema y los contenidos de cada encuentro, para delegar la responsabilidad en un grupo de coordinadores y un equipo de trabajo que propuso cada uno de los inabarcables temas, así como la dispareja lista de ponentes.

Para el presente SITAC, que lleva como título Nadie es inocente (cuyo fantasmagórico sub-título, Todos somos culpables, circuló cual freudiano acto fallido durante todas las mesas de debate), se dividió en tres Nodos que iniciaron con dos días intensivos de charlas, pero que se extenderá hasta el mes de octubre, cuando se organizarán otras mesas en la Universidad de las Américas Puebla.

 

Si bien todos estos cambios se hicieron bajo la legítima necesidad de darle otra dinámica al simposio, los resultados desde el primer día no fueron los esperados. Basta con comparar la enorme expectación y posterior decepción que generó la primera mesa de discusión, Políticas de la cultura, en la que participó el teórico de moda, Boris Groys, y Nina Möntmann

Moderada por Magalí Arriola, la mesa no cuajó desde los primeros minutos, ya que el formato no permitió que el teórico alemán desarrollara con claridad alguna de sus ideas sobre el sistema del arte, la operación actual de los museos y su acotada presencia en internet, el mal gusto de los coleccionistas o la falta de políticas de parte de los estados nacionales sobre la documentación del arte. En los hechos, Groys manoseó superficialmente algunas de sus ideas que se pueden leer en libros (muchos incluso en español) para cumplir con el requisito de la charla.

Aún cuando era obvio para casi todos que presentar a un teórico tan conocido como Groys requería necesariamente de una ponencia magistral, la enorme tarea de traerlo a México se desperdició con una mesa en la que la moderación no permitió tampoco un diálogo entre los ponentes, además de que planteó cosas tan arbitrarias como que Jumex había transformado el escenario artístico en México gracias a sus patrocinios. Nunca entendí cómo este tipo de opiniones podían conectarse con las Políticas de la cultura o con las investigaciones de Groys y Möntmann.

Si bien el barco casi se hunde desde la primera hora, el SITAC tuvo algunos momentos interesantes una vez que se fueron las estrellas de la teoría. El debate llegó cuando la discusión se volcó al plano local dentro de la mesa, El aparato cultural mexicano a examen, moderado por María Minera, donde convivieron discursos literalmente antagónicos.

Por un lado estaban los planteamientos de una quirúrgica y eficiente radicalidad de Heriberto Yépez, quien proponía debatir el tema a partir de la premisa de que la naciente Secretaría de Cultura forma parte de una “dictadura de clase” (citando a José Revueltas); mientras que en el otro se podía ver un militante proselitismo reaccionario en voz la editora Déborah Holtz, quien pedía un voto de confianza para la naciente Secretaría, pues veía en ella “una oportunidad, un nuevo paradigma y una apertura”.

En medio hubo algunos gritos y sombrerazos, pero faltó tiempo para aclarar, por ejemplo, cómo podía Yépez plantear una resistencia hacia la “dictadura neoliberal”, sin que su práctica terminara legitimando una vez más al mismo sistema que pretende combatir. O pedirle a Holtz que tratara de perfilar cómo cree que la Secretaría de Cultura ha modificado el sistema clientelar y de grupos que el ex Conaculta ha mantenido históricamente hacia la mayoría de los productores independientes. ¿Dónde la editora ve realmente una oportunidad? Sería bueno que se diera una vuelta por Arenal para que viera, ¡oh sorpresa!, que siguen las mismas personas. Nada, salvo el nombre, ha cambiado. ¿Quién encabeza ese nuevo paradigma?

Por la tarde se dio la charla más eficiente de todo el SITAC dentro de la mesa ¿Cultura del beneficio común? Con una economía y contundencia argumental, el crítico y curador Christian Viveros-Fauné hizo una fotografía de la  grave situación de la cultura global, donde el trabajo y esfuerzo de todos los productores, reproductores e intermediarios del mundo del arte están destinados a beneficiar directa o indirectamente al .001 por ciento de la población mundial.

Con información que retomó de las recientes filtraciones de los Papeles de Panamá, Viveros-Fauné reconstruyó el fraudulento trayecto que ha permitido que verdaderos criminales de cuello blanco especulen y moneticen de manera exponencial obras emblemáticas como Las mujeres de Argel (1955), de Pablo Picasso, que en 1997 marcó un hito al destapar el millonario mercado de arte internacional con una subasta en Christie’s, donde se vendió la obra  se vendió en 31.9 millones de dólares.

Viveros-Fauné nos recuerda que en mayo de 2015 la misma pintura se vendió en 179.4 millones de dólares. Lo que hasta hace unas semanas se consideraba un crecimiento orgánico del mercado, tras los Papeles de Panamá se sabe que en realidad es producto de la especulación y de operaciones financieras que en otros sectores de la economía son considerados como crímenes.

El cierre del SITAC llegó con una de las mesas más problemáticas, Producción del valor del arte, en la que participaron Daniel Aguilar RuvalcabaAlejandro Gómez-Arias y Sandra Sánchez, todos jóvenes artistas o promotores que se han abierto un lugar dentro del campo artístico a partir de su desarrollo dentro de los llamados espacios independientes.

Moderado por Pilar Villelala mesa fue un rosario que sintetizó las injustas y precarias condiciones del sistema del arte que obliga a los noveles productores a emplearse en actividades (no vinculadas con el arte) para generar recursos que les permita pagar la renta y dedicarse a producir su obra. Este argumento lo desplegaron en exceso Gómez-Arias y Sánchez,  sin reparar por un sólo momento que aquello que describían no era el sistema del arte, sino el sistema económico en el que vive cualquier persona que se suma al medio laboral.

Es ocioso reparar en la cantidad de oficios, prácticas o profesiones que explotan a los nuevos trabajadores hasta que obtienen el prestigio necesario para realizar su labor con una remuneración decente. Pero incluso, el propio medio local del arte ha dado decenas de ejemplos de artistas exitosos artística y económicamente que en sus inicios hicieron todo tipo de actividad para luego dedicarse de lleno a su producción artística. Tan sólo vale recordar todas las anécdotas que hay de Teresa Margolles, hoy por hoy la artista mexicana viva con mayor reconocimiento internacional, cuando para vivir vendía libros afuera de la Facultad de Filosofía de la UNAM. O el caso de quien moderaba la mesa, Pilar Villela, quien recientemente hizo público que no ha logrado vender su trabajo como artista, por lo que se desempeña mayormente en otros oficios. De qué hablan estos jóvenes cuando piden que el trabajo artístico sea pagado con anticipación o sin importar que la obra que realizan genere o no ganancias.

Lo que sin saber están proponiendo es otro sistema económico, pero desafortunadamente no tienen las herramientas argumentales para imaginar este nuevo sistema, ya que sus propuestas cayeron sistemáticamente en los lugares comunes de numerosos grupos o movimientos comunitarios que son simples paliativos filantrópicos. El lamento de estos jóvenes no ofrece soluciones, sólo lamento. En su discurso apareció la imagen del artista emprendedor que devino en especulador, pero sin darse cuenta su discurso parecía el de un artista mártir.

Vale decir que Aguilar Ruvalcaba no participó de esta ingenua discusión y presentó un texto que sin duda tiene una mejor manufactura que la mayoría de sus escritos previos. Sin embargo, como su ponencia buscaba ser un elaborado chiste, lo único que puedo decir es que me hizo reír.

 

El programa completo del SITAC se encuentra en http://sitac.org/.

 

Abr 28, 2016
Abr 28, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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When closely follows the career of an artist, say for more than a decade, it is common to assume that hardly his visual discourse can overturn that dislocate notions or ideas which over the years has been one form of their work . But eventually it happens to any part or exhibition manages to give the plot shift that without being loud, it does have enough strength to see with new eyes the whole of his work.

This occurs with the exhibition La tradición de todas las generaciones muertas, The Tradition of all the Dead Generations, by Joaquin Segura  (Mexico City, 1980), who effectively focuses on the creative potential of failure, not only ideological, social or political that refers most of his works, but even takes advantage of the display housing problems such heavy enclosure visually and Ex Teresa Arte Actual.

Input is important to say that exposure works better at night than during the day, which is quite a handicap, as the venue only opens at night once a month during the Night of Museums, but Joaquín Segura was fortunate to inaugurate just in a night time (photographic documentation was also at night), which allowed much of the public interested in their work could see as the artist design museology his exhibition, which takes advantage of the sepulchral darkness of space .

The darkness of the rooms, unlike the white cube, allowed the artist you would print some dramatic character pieces as An Act of Abuse of Power (2015), which, although part of the series Exercises on Selective Mutism which has already been shown in Mexico City, it makes the work an almost religious sculpture that stands the origin and argued that Segura had previously printed pieces created from blankets protest canceled with white paint.

Suddenly, the stretched white blanket on a base of three meters long, illuminated with the glow that gives an overhead light, makes us forget that it is a wasted dispossession during a march of SME in the streets of Mexico City, for embody the sacred aura that often have sculptures as Piety by Michelangelo.

The chances that a transmutation of this nature embodies is exemplary to describe something that Segura has cultivated for years: painting politicized.

 

 

The approach to the pictorial act, the use of such determining conditions of a space as Ex Teresa and cancellation of speech protest, get to work one step ahead of everything that was presented with the series Exercises on Selective Mutism.

An aAct of Abuse of Power is a work that if it looks too easily be passed as an act of submission of the artist in the space, when in fact it is a discovery generated by the failure that implicitly represents display in one place so loaded with meaning and history.

A similar operation can be said for his series Ideological Sales (2015), an installation with three tapestries of great fabrics format hand in the Mexican Workshop Gobelinos of Ashida family, from the pages of books found in bookstores old pictures of Karl Marx, Vladimir Lenin and Mao Tse-Tung, which were implanted with discount labels.

Again, the political positioning yields/fail/mutates to the visual qualities of space

While the relevant aspect of this work is the tension generated by the relationship between labor (each tapestry represented four months of work of a highly skilled craftsman) with the devaluation of the Marxist discourse of the characters, the pieces again take advantage of the Ex Teresa disproportionate scale, no matter that every gobelino measure three meters long, acquire an almost ethereal being suspended along the nave lightness. Again, the political positioning yields/fail/mutates to the visual qualities of the space, which returns to work something else, a kind of sculptures that are above hobbies or style associated with the production of the artist.

Another relevant record in the exhibition is the work done by the artist from material remains, either through the marble collected from an abandoned quarry in Borsec, Transylvania (Romania); or reconstruction of an abandoned in the Pantanal, Nicaragua pedestal, and it is assumed it was built to the memory of poet José Martí.

Segura has always been interested in registering wear that have had revolutionary ideologies or left, but his focus lies mainly erosion are taking throughout history this kind of revolutionary stories.

As noted by María Virginia Jaua in Allegory of an Empty Reading Exercise included in the publication accompanying the exhibition: "The whole work of Segura deals with the construction of narrative and often matter itself ' iteraria', ie the founding texts, popular slogans, speeches and canonical books. "

But the safe approach to these stories not only their publications is bounded, as in Definitive Library for a Failed Revolution, but goes further and addresses from its remains, which actually should call his spoils.

The infamous story of Communism embodied in Romanian dictator Nicolae Ceauşescu is presented by Segura in Casa Poporului from his visit to a marble quarry abandoned in Borsec, which is said supplied the construction of the Casa del Pueblo (House Poporului) in the center of Bucharest, one of the world's largest government buildings, which cost many lives and bankrupted the regime, plus it was unfinished to death by firing squad dictator.

The stones collected by the artist in Borsec more eloquently recounted the failure of the communist, much more than any book about the dictator episode.

The same applies to the approach that makes Segura the Sandinista revolutionary discourse in Essays on Reconstruction (José Martí) which part of an abandoned that the artist found in the Pantanal, an irregular on the outskirts of Granada, Nicaragua settlement pedestal. The monument allegedly dedicated to Cuban poet José Martí is restored in collaboration with members of the community who from the story that they have the origin of the pedestal defines the aesthetic that will have its reconstruction process. Again the speech community inherited from the Sandinista Revolution was what defined the shapes and color to rebuild the monument.

Although all the work Segura is marked by politics, ideology, dissent, wear, collapse, protest and contradiction, which defines The Tradition of All Dead Generations is its elaborate and careful visual speech. The aesthetic turn the most effective political gamble.

 

 

The Tradition of All the Dead Generations, by Joaquin Segura was exhibited in Ex Teresa Arte Actual (Licenciado Verdad 8, Centro Histórico) from November 26, 2015 to February 28 2016.

 

Traslated by Nika Chilewich

 

Photo Credit: Ernesto Rosas Pineda

Abr 20, 2016
Abr 20, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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Cuando un artista funda su obra en procesos de investigación histórica es común que se deje seducir por el brillo fetichizado de los documentos. El hallazgo de cartas, comunicados, listas policiales, fotografías inéditas, credenciales oficiales o informes judiciales, que revelan una historia clandestina o algún suceso deliberadamente oculto, suelen ser fácilmente transmutados en verdaderas obras que, cual objetos del deseo, se vuelven piezas coleccionables que generosamente son acogidas por el mercado del arte. El momento crucial de este tipo de producción artística llega cuando el artista/investigador trasciende el simple hallazgo del documento para volverlo un soporte de su obra y no la obra misma.

La muestra Nuestros más cálidos y afectuosos saludos, de Virginia Colwell (Nebraska, E.U., 1981) en la galería Marso, es por demás ejemplar en el uso de información clasificada que parte de un proceso creativo que no tiene como resultado final la exposición de un relato que instrumental y quirúrgicamente se ha borrado de la historia de Estados Unidos, el movimiento revolucionario de las Fuerzas Armadas para la Liberación Nacional (FALN) de Puerto Rico, que durante casi una década (1974 a 1983) operaron con acciones de “violencia simbólica” en Nueva York y Chicago, sino que formalmente se desprende de su soporte documental para convertirse en piezas artísticas que no pueden encasillarse en lo que tradicionalmente se conoce como una muestra de archivo.

Los atolones (2016).

 

La escultura, el collage, el dibujo y el video se vuelven la vía mediante la cual Colwell desdobla un relato que no se concibe como histórico, sino que parte de sucesos históricos fragmentados; que no se instrumentaliza como propaganda, pues la informa es tan escasa que la artista recupera por igual los comunicados de la FALN que reportes desclasificados del FBI; que no es en ninguno de los casos concluyente, pues cada una de las obras generan nuevas interrogantes.

Los atolones (2016) es por mucho la pieza que mejor ejemplifica la operación desde la cual procesa Colwell su investigación documental. Igual que si se tratara de un proyecto destinado a participar en un concurso de arquitectura, la artista creó una serie de frágiles maquetas, que desde su aséptica materialidad señalan los sitios donde las FALN colocaron bombas en las ciudad des de Nueva York y Chicago. El punto crucial de esta instalación está en el lugar donde ocurrió la detonación, que alegóricamente es representada como un círculo vacío dentro o al pie de los edificios siniestrados (el Listado de explosiones e incidentes incendiarios perpetrados por las FALN, de 1974 a 1982, que también se exhibe, indica con precisión el lugar donde explotó cada bomba), pues el hueco que deja en la estructura de papel y cartón comprimido permite al espectador fantasear con todo aquello que destruyó a su paso.

Es importante recordar que las FALN era un movimiento armado, con aspiraciones internacionales, que no buscaba necesariamente lesionar personas, pues las bombas se detonaban en espacios públicos a la 1 o 2 de la madrugada (“violencia simbólica”) o durante los fines de semana (“violencia potencialmente letal”). De los 125 artefactos explosivos sólo tres tuvieron víctimas mortales (“violencia letal”).  Estas acciones estaban claramente definidas por sus manifiestos y escritos que se publicaban en inglés y algunos en español y correspondían a momentos específicos de su fracasada lucha por la liberación de Puerto Rico ante la imposición colonial de Estados Unidos.

Un díptico, una crónica (2016)

 

Colwell tiene claro que por más que ha investigado a fondo el caso de la FALN, que ha tenido acceso a documentos y se ha entrevistado con algunos de sus miembros, no puede proponer un relato histórico o emitir juicios a favor en contra del movimiento. Es por ello que su obra es tensada hacia la narrativa personal, poniendo el acento en los huecos que percibe cada vez que existe nueva información y siempre haciendo referencia a su propia historia.

En el video Un díptico, una crónica (2016) Colwell teje los fragmentos que ha podido hallar de la FALN en Puerto Rico y Estados Unidos, pero lo mezcla con tomas de la isla que hizo su padre (un ex agente del FBI) como parte de su entrenamiento de vigilancia. Incluso acota su relato con sucesos personales, como el hecho de que el mismo día que ella nació en Nebraska, algunos de los miembros de la FALN iniciaron su  condena en cárceles de Illinois.

Siempre he desconfiado de los relatos artísticos que parten de sucesos familiares, me parece un recurso fácil y anodino, pero en el caso de Colwell debo decir que la utilización de la primera persona y de anécdotas personales en su obra resultó una operación realmente eficiente para  tomar esa distancia de un discurso histórico que conscientemente sabe que no puede asumir. Colwell habla de ella y tangencialmente de su padre para dejar claro que está narrando desde su individualidad, desde lo que ella puede ver y documentar.

El gesto no es menor si se recuerda que la guerra de retaguardia que la FALN operó desde el corazón de Estados Unidos para liberar a Puerto Rico ha sido oculta por el aparato oficial estadounidense, a tal grado que política e históricamente no existen. No hay prácticamente investigaciones serias que documenten su operación y los propios miembros que le sobreviven evitan el tema, especialmente si se trata del tema de las bombas.

Una red, un amarre, un juego (2016)

 

Colwell sabe que no le corresponde ser vocera del movimiento, ni de los miembros con los cuales tuvo oportunidad de entrevistarse como parte de su investigación, pero su obra en varios momentos genera momentos empáticos con las acciones de la FALN, incluso se permite darle un toque de humor (a veces involuntario) a sus piezas.

En Un díptico, una crónica, donde describe que la dinamita, igual que la leche, tiene fecha de caducidad. Por lo que cuando empieza a sudar se sabe que es inestable. Tal vez sea humor negro, pero me pareció divertida la comparación entre la dinamita y la leche.

Algo similar ocurrió con el video Una red, un amarre, un juego (2016), que muestra tres canales de video donde se ve a una persona mostrando diferentes formar de atar una cuerda, mientras en un audio a dos canales (uno en inglés y otro en español) se escucha el comunicado Seguridad y el cuadro de la FALN, donde se enumeran diversas medidas precautorias para evitar ser detenidos por la policía estadounidenses. Si bien el documento en cuestión maneja información severa para los fines de su agrupación, el audio explica, por ejemplo, que sus miembros deben evitar hacerse notar en público, que si quieren ser protagonistas de algo, se metan a una obra de teatro; o que eviten a toda costa interactuar con vecinos chismosos. Al escuchar este tipo de recomendaciones no pude más que reírme y acordarme de la leche y la dinamita.

 

Nuestros más cálidos y afectuosos saludos, de Virginia Colwell, se exhibió en la galería Marso (Berlín 37, colonia Juárez) del 2 de febrero al 10 de abril de 2016.

     

Crédito de fotos: Cortesía de la artista y galería Marso

 

@etgarhernandez    

 

 

Abr 13, 2016
Abr 13, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1083531

In Mexico’s art scene there is a commonplace belief that what we know today as contemporary Mexican art was founded in the nineties –referred to as "los noventa". This continues to be the case in spite of the fact that the various contributions to a local genealogy of contemporary art transcend the year 1990, and in many cases, the change in millennia. The nineties, however, are presented not just as a decade but as an idea capable of both legitimizing and disqualifying current artistic practice. Within this context, another great myth has emerged: El Taller de los Viernes or  Friday Workshop.

For a decade now artists Gabriel Orozco, Damián Ortega, Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri, and Dr. Lakra have added to their personal narratives the existence of a weekly workshop –in existence from 1987-1992 in Orozco's Tlalpan residence– which functioned, rather than as a teaching space for Orozco, as a forum for experimentation, criticism, and production, the effects of which can be felt to this day in the works of its participants. At least that is the story featured two decades later by the gallery Kurimanzutto for the exhibit XYLAÑYNU. Taller de los Viernes, curated by Guillermo Santamarina. "Abraham Cruzvillegas, Dr. Lakra, Gabriel Kuri, and Damián Ortega describe it as a series of moments to be together without a need to establish themselves as a collective."

Without a manifesto, any organized critical objectives in relation to their cultural surroundings, or any intention to generate finished shows or works of art, the Friday Workshop was instead a platform for exchanging information, a channel for the formation and deformation of a "devenir artístico" or an "artistic evolution," as stated in the gallery's press release.

However, contrary to what the exhibit's title implies -that is, a revision of the Friday Workshop- the show makes no attempts at historical retrospective (while it clearly aims to retrospectively legitimize this group of artists). The show does not include any documentation from the time of the "Workshop" (not even the photographs taken by Laureana Toledo of the artists' meetings which have become commonplace in any reference made to the "Taller"), and not a single piece that was created in direct or indirect relation to the period is present (for example, the collaboration between Mauricio Maillé, Gabriel Orozco, and Mauricio Rocha, Apuntalamiento para nuestras ruinas modernas, created in 1987 and winner of the Bienal de Espacios Alternativos at the Museo de Arte Moderno in Mexico City, did not seem to be a historical reference that fit with the Kurimanzutto canon.) As to the motive behind this decision Santamarina states: "The show doesn’t seek to be nostalgic, it remembers the founders of the Taller and their development of coherent personal artistic models." (Excélsior 18/01/2016)

Additionally, in the exhibit itself, Santamarina "vehemently" proclaims his disinterest in advocating an alternative genealogy for contemporary art in the country, other than his amusement at the continued struggle that the "Workshop" means for art historians.

His statement is made all the more clear by the fact that the show contains a total lack of curatorial research: it has no historical contextualization, no archival work, no documentation or testimonies, it fails to create critical distance, and in the end there is very little to be curated. What it asks of its audiences is that we continue to passively consume the myth that these five artists found in the famous "Workshop," their "categorías iluminadoras" or "illuminating categories," and that they continue to maintain: "An impenetrable value thanks to the experimentation with materials, supports, working models, and situations/relationships."

XYLAÑYNU. Taller de los Viernes only exhibits works produced in the last decade (the oldest piece exhibited is a 2007 sculpture by Dr. Lakra,) as part of the show's naive argument is that the group's work maintains the same playfulness and creativity today as it did at the time of their meetings.

It is difficult to pinpoint the moment in which the Friday Workshop became a concept that defined the group's foundation, and as a result, the foundation of Kurimanzutto, but the term was commonplace as of a decade ago. It was included in the historic show, The Age of Discrepancies: Art and Visual Culture in Mexico 1968-1997 in the exhibit's catalogue, edited by Olivier Debroise in 2006.

However, it seems paradigmatic that only fifteen years ago two member of the "Workshop," Abraham Cruzvillegas and Gabriel Kuri, avoided the term in their catalogue texts that accompanied the Museum of Contemporary Art Los Angeles' (MOCA) show on Gabriel Orozco, which later traveled to the Museo Tamayo in Mexico City. Cruzvillegas refers to the meetings as "el taller de Gabriel" or "Gabriel's Taller" and Kuri as the "taller semanal" or "weekly taller." In 2000 it seems the myth of the Friday Workshop was still in an early stage of gestation.

The question that inevitably arises is how one can expect a gallery show to generate historical discourse founded in investigation? It seems excessive, a futile demand if one considers the fact that exhibits organized by Kurimanzutto are done with the market in mind and not with a consideration of art history.

However, the question is relevant if we remember that in 2013 UNAM's contemporary art museum, Museo Universitario de Arte Contemporaneo and Gabriel Orozco had begun negotiations to develop an exhibit centered around the Friday Workshop (Excélsior 07/05/2013). Although the project was discarded after the museum's change of curatorial directorship –María Inés Rodríguez was replaced by Cuauhtémoc Medina– it serves for an interesting hypothetical parallel, as the university museum's mission is to create exhibits founded in historical, archival research.   

If one avoids the forced curatorial discourse in Taller de los Vienes, the show presented by Kurimanzutto does have works of interest for a contemporary audience. Paisajem, 2015, by Damián Ortega is one of those pieces. It consists of an expansive Styrofoam sculpture with debris that extends throughout a significant part of the gallery (the piece is similar to one Ortega exhibited last year as part of the show O fim da matéria organized by the São Paulo Museum of Modern Art). As part of its opening the show's curator (and artist himself) Guillermo Santamarina used the piece as part of a performance in which he swept the toxic material from one side of the gallery to the other.

Autoconfusión, 2015, by Abraham Cruzvillegas is another piece that merits recognition, in which the artist displays a car painted pink and green, a pattern that makes reference to a collaboration between the artist and Dr. Lakra in the 2005 show Los dos amigos at the Museum of Contemporary Art Oaxaca (MACO). The VW Wagon achieves a strange but effective form of nostalgia, and the assortment of Cumbia hits the car plays transports the viewer to the years of these artist's youths when they explored while drinking 40's (what is referred to here as "Caguamas").

 

XYLAÑYNU. Taller de los Viernes was shown at the Kurimanzutto Gallery (Gob. Rafael Rebollar 94, San Miguel Chapultepec) from February 6 to March 17, 2016.

 

Translated by: Nika Chilewich

 

Photo Credit: Kurimanzutto Gallery

 

Original text in Spanish: http://www.excelsior.com.mx/blog/cubo-blanco/taller-de-los-viernes/1077230

 

Mar 29, 2016
Mar 29, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1081576

Siempre he tenido la certeza de que el arte público, por más horrendo que pueda ser, tiene la capacidad de modificarnos como espectadores. Y me refiero concretamente a todo ese catálogo de esculturas monumentales que desde finales de la década de los 60 empezaron a poblar la Ciudad de México. Su exposición significa una imposición a la vida cotidiana de las personas que a diario transitan por las calles donde fueron instaladas dichas obras. Políticamente cada una de ellas representa un ejercicio de poder que parte lo mismo del interés legítimo de un artista, que de la sistemática ignorancia de algún funcionario en turno.

Pero si asumimos que el arte público puede moldear nuestra mirada, ¿qué vínculo sensible se genera con el espectador? ¿Qué nos dice, por ejemplo, la repentina ausencia de dichas obras? Qué pasa cuando una escultura de sitio específico se pierde, se destruye o simplemente se muda? ¿Cómo nos relacionamos con sus vestigios? ¿Qué nos dice su ausencia?

La escultura Muro articulado, que el artista Cristóbal Gracia (Ciudad de México, 1987) instaló durante cuatro días, del 15 al 18 de enero de 2016, en la lateral del Periférico Bulevar Adolfo Ruíz Cortines 5482, colonia El Caracol, Coyoacán, problematiza este tipo de interrogantes, ya que el sitio donde fue colocada es el mismo donde estuvo colocada (y prácticamente abandonada hasta 2012) la pieza homónima que el artista austriaco Herbert Bayer (1900-1985) realizó en 1968 como parte de la Ruta de la Amistad.

Gracia reinterpreta la escultura de Bayer, que básicamente es una sucesión de 33 trabes rectangulares de concreto pintadas de color amarillos, que miden ocho metros de largo cada uno, las cuales fueron colocan sobre un eje de acero desfasados algunos grados de su centro para dar la sensación de movimiento en espiral a lo largo de los 16 metros de alto que tiene la obra.

Las obras del segundo piso de Periférico ocasionaron que la escultura de Bayer se trasladara en 2013 al trébol de Insurgentes y Periférico, junto con otras obras de la Ruta de la Amistad, dejando detrás un terreno que es utilizado parcialmente como bodega del Patronato Ruta de la Amistad, pero que en su suelo aún conserva el hueco que dejó el eje de acero, así como las líneas que sirvieron de guía para alinear cada uno de los bloques de la escultura.

Sobre esos vestigios Gracia montó una estructura de andamios amarillos que reproducía en altura y dimensiones la obra de Bayer, pero no como un gesto mimético, sino como una versión esquelética de la obra. Lo que el artista buscaba era hacer una representación descarnada de la original, ya que en la cima de los andamios colocó un espectáculos luminoso con la frase Where’s the beef? (¿Dónde está la carne?).

La obra de Gracia opera a partir de numerosas capas que se cruzan y viajan temporal y geográficamente, ya que su acción no sólo refiere a la Ruta de la Amistad y a la operación política que en 1968 buscaba obnubilar, mediante un aparato mediático y cultural, la masacre de Tlatelolco, previa a las Olimpiadas de México en 1968; sino que también se articula como un gesto que se conecta directamente con la réplica de Muro articulado que el propio Bayer hizo en 1985 en Dénver, Estados Unidos.

Pero vayamos por partes. Gracia se enfoca en la Ruta de la Amistad, no como un ciego seguidor de los ideales y propuestas artísticas, urbanísticas y culturales del proyecto impulsado por Mathias Goeritz, sino que lo que le interesa es escarbar entre sus ruinas. Recordemos que las esculturas permanecieron en el abandono muchos años y fue en esa época cuando el artista conoció, como cualquier vecino, la obra de Bayer. Para el artista el abandono y la destrucción liberó a las obras de su carácter político y propagandístico. Ya no se podían ver como ejemplo de un México moderno.

Es por ello que el arte público vuelto ruina es el que señala Gracia, básicamente para traer al presente la maniobra política que representó no sólo la Ruta de la Amistad, sino todo el Programa artístico y cultural de los Juegos de la XIX Olimpiada, dirigido por Pedro Ramírez Vázquez, para sortear, con el lema “Todo es posible en la paz”, el estigma que representó para el evento la Matanza de Tlatelolco.

Si bien el letrero Where´s the beef? copia un anuncio que creó en 1984 la cadena estadounidense Wendy’s para promocionar sus hamburguesas, el cual Gracia descubrió cuando investigaba la réplica de Muro articulado, en Dénver, la frase es desplazada al contexto mexicano para preguntar, desde el mismo sitio donde fue instalada la Ruta de la Amistad, ¿dónde está la carne? ¿dónde están los estudiantes muertos y desaparecidos el 2 de octubre de 1968, diez días antes de la inauguración de las Olimpiadas en México?

Si bien Gracia genera un diálogo empático con Bayer, su aproximación siempre se da a partir de las fisuras o deformaciones que tiene su discurso escultórico. Esta visión no sólo se aterriza en una exploración política, como claramente se ve entre su obra y la Ruta de la Amistad, sino que la pieza también acentúa la relación cotidiana, casi familiar, que genera la escultura pública en el contexto estadounidense, donde los habitantes de Dénver conocen Muro articulado como la escultura de las “papas fritas”.

Esto llevo al artista a intervenir la escultura de Bayer en Estados Unidos, a través de un concurso de comida, French Fry Eating Contest. La acción se realizó en abril de 2015, en el marco de la Bienal de las Américas de Dénver, y ofreció un premio de 200 dólares a la persona que comiera más papas fritas en 15 minutos, teniendo como telón de fondo Muro articulado.

Además de que la comida para el concurso la compró en Wendy’s, el concurso sólo aceptó diez participantes, porque en el proceso de reubicación de Muro articulado en la Ciudad de México diez bloques se destruyeron, entonces el artista asumió esta número para delimitar su propio trabajo. Los diez concursantes eran los diez bloques perdidos. Nuevamente la conexión con la obra de Bayer se genera a partir de lo emotivo y de sus ruinas, más allá de las cualidades formales que pueda proponer la escultura.

Where’s the beef? se exhiben actualmente dentro de la exposición De la formación a lo público. Exposición de la cuarta edición: Programa Bancomer BBVA-MACG para jóvenes creadores, en el Museo de Arte Carrillo Gil. Si bien es ejemplar el montaje del letrero luminoso, así como los videos del montaje de Muro Articulado en Periférico y del concurso de comida en Dénver, Gracia se excede con algunos elementos que le dan un efecto teatral a la obra que no necesita la obra, como es el dejar las botellas de salsa valentina con la cual intervino parcialmente la instalación.

Es claro que nunca será fácil llevar al espacio expositivo este tipo de proyectos, por lo que resulta lamentable que la obra de Gracia sólo se hubiera exhibido un fin de semana en el Periférico, simplemente porque el presidente del Patronato de la Ruta de la Amistad, Luis Javier de la Torre, no tenía afinidad con el proyecto. Si bien es innegable la labor que este organismo, que recibe fondos públicos y privados, ha tenido para la conservación de las esculturas, también llama la atención que recaiga en una sola persona decisiones tan importantes como decidir qué artistas o qué instituciones pueden dialogar o intervenir las “obras públicas”. 

 

El proyecto Where’s the beef?, de Cristóbal Gracia, forma parte de la exposición colectiva De la formación a lo público. Exposición de la cuarta edición: Programa Bancomer BBVA-MACG para jóvenes creadores, que se exhibe en el Museo de Arte Carrillo Gil (Av. Revolución 1608, San Ángel), del 29 de enero al 22 de mayo de 2016.

 

Crédito de fotos: Cortesía Jasso Production

 

@etgarhernandez

 

 

Mar 17, 2016
Mar 17, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1081278

In recent curatorial history the most successful shows on Latin American Art in the United States have had, at their center, not only a curatorial strategy, but a political one as well. Categories such as "Latino," "Hispanic," or "Latin American" have become labels in the United States art world that cannot be suggested without an accompanying political position, much less so if they are used in conjunction with the extremely diverse artistic production in the region in the last few decades.

Under The Same Sun: Art from Latin America Today, organized by Mexican curator Pablo León de la Barra as part of the Guggenheim UBS MAP Global Art Initiative Program, disappoints precisely because the categories it proposes ("The tropical," "Conceptualism," "Political Activism," "Modernities," and "Participation/Emancipation") fail to offer political insight that furthers the preexisting rhetoric surrounding Latin America's artistic production.

It would seem that after numerous visits by León de la Barra to the Dominican Republic, Ecuador, Panama, Puerto Rico, Colombia, Mexico, Chile, Costa Rica and Guatemala (his itinerary is available on http://blogs.guggenheim.org/map/dispatches/), the curator was unable to determine any new categories from which to understand artistic production in the various countries. The show ends up being a partial tour through the region based on a criteria implemented more as a justification for the purchases made than as an attempt to diversify existing knowledge popular for describing Latin American Art. The show could have easily been titled "There is Nothing New Under the Sun".

In the end, the curatorial discourse proposed by Under The Same Sun comes across as an imitation of the constellar model proposed by Mari Carmen Ramírez and Héctor Olea a decade ago for the exhibit, Inverted Utopias: Avant Garde Art in Latin America, at the Museum of Fine Arts Houston, but with drastically different results.

While Inverted Utopias merits recognition as a watershed moment in contemporary exhibition-making–thanks to its ability to critique Eurocentric constructs within the field of art history, and successfully form alternative approaches for understanding Latin America Art and culture within the United States– Under The Same Sun is, at best, derivative of the earlier project, and of work by other contemporaneous curators, including Gerardo Mosquera. The danger of a show such as this one lies in the fact that it transforms the very categories that once served as platforms of emancipation into terms that produce generalized and exoticized understandings of Latin American cultures.

Here I am specifically referring to the section entitled "The Tropical," a term which curator León de la Bara explains is in reference to revolutionary ideas put forth by Hélio Oticica's "Tropicalia," a project developed by the artist in response to a rationalism championed throughout Europe and the United States at the time. By trying to re-appropriate the term in the United States in the twenty-first century, the result is anachronistic, and León de la Barra fails to take into account the fact that the rationalism challenged by Oticica is that of twentieth-century modernism. Today "The Tropical" is understood as a term related to Latin American popular culture, and forms part of a tradition of interpreting the region's cultural production as "exotic" or "fantastic."

After opening in 2014 at the Guggenheim Museum in New York, the show traveled to the Museo Jumex in Mexico City, where it reinforced the museum's unfortunate reputation for housing exhibitions in which the names of the artists selected are more compelling than the pieces exhibited. Alexander Apóstol, Carlos Amorales, Tania Bruguera, Mariana Castillo Deball, Eduardo Costa, Luis Camnitzer, Minerva Cuevas, Juan Downey, Rafael Ferrer, Mario García Torres, Tamar Guimarães, Regina José Galindo, Alfredo Jaar, David Lamelas, Marta Minujín, Carlos Motta, Rivane Neuenschwander, Gabriel Orozco, Damián Ortega, Amalia Pica, Wilfredo Prieto, Beatriz Santiago Muñoz, Gabriel Sierra, and Javier Téllez are some of the artists included in the show. Almost all of them are frequent fixtures in biennials and international exhibits, and the selection of works should be of far greater significance than the selection of the artists themselves.

With the exception of a few historic works by Alfredo Jaar, Rafael Ferrer, Juan Downey, and Marta Minujín, the remainder of the artists are represented through lesser known pieces. Tragically, what Under The Same Sun makes clear is that the Guggenheim lingered for at least two decades before turning its attention to Latin American Art. The museum only began buying from the region once works from these artists had already achieved significant market value. León de la Barra recognized this limitation in an interview with the Mexican magazine "La Tempestad," in which he states:

"One phrase returns to me when I speak of the show: there are more than are here. I would have liked to organize a bigger show, but there were limitations of all kinds, one of which was financial."

These limitations are made more egregious when one considers that Under The Same Sun was exhibited in a museum that houses one of the most important collection of Latin American Art in the world, due, in large part, to the fact that the museum's collector, Eugenio López, began buying Art from through the region in the 1990's, almost two decades before the New York-based museum turned to the region.

So, would it not have been better to do a show that incorporated works from the Museo Jumex's collection? The question is particularly suggestive given that Under The Same Sun highlights Museo Jumex's preference for importing foreign shows in lieu of producing their own. Under The Same Sun exemplifies the institution's continued acceptance of its place at the art world's periphery, housing and promoting exhibits (in the case of Under The Same Sun, with an unusually large publicity campaign) that hail from distant cultural centers, without questioning whether they could create more pertinent equivalents, particularly in the case of Latin American Art.

 

Under The Same Sun: Art from Latin America Today was up at the Museo Jumex (Miguel de Cervantes Saavedra 303, Mexico City), from November 19, 2015 to February 7 2016.

 

Translated by: Nika Chilewich

 

Photo Credit: Solomon R. Guggenheim Museum, New York/Museo Jumex, Mexico City. 

 

@etgarhernandez

 

Mar 16, 2016
Mar 16, 2016
Edgar Alejandro Hernández
1077230

Dentro de la escena mexicana se difunde cada vez mas el mito de que lo que hoy conocemos como arte contemporáneo se fundó en “los noventa”, aunque todas aquellas expresiones que genealógicamente fueron apuntalando el campo artístico local se extienden mucho más allá del año 1990 y sus ecos fundacionales cruzan en muchas ocasiones el cambio de milenio. Los noventa se presentan no sólo cómo una década, sino como un periodo extremadamente flexible que sirve lo mismo para legitimar que para descalificar prácticas en nuestro días. En este contexto se ha construido otro mito genial: El Taller de los Viernes.
Desde hace una década los artistas mexicanos Gabriel Orozco, Damián Ortega, Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri y Dr. Lakra han sumado a su narrativa personal la existencia de un taller semanal, el cual existió de 1987 a 1992, en la casa de Tlalpan de Orozco, donde más que ser un lugar donde el maestro enseñaba a sus alumnos, se planteó como un espacio de experimentación, crítica y producción, que logró sembrar un contagio intelectual que hasta la fecha se puede sentir en la obra de dichos artistas, según el relato que dos décadas después elaboró la galería Kurimanzutto para la exposición “XYLAÑYNU. Taller de los Viernes”, curada por Guillermo Santamarina.

“Abraham Cruzvillegas, Dr. Lakra, Gabriel Kuri y Damián Ortega lo describen como una serie de momentos para estar juntos sin necesidad de establecerse como un colectivo. 

Sin manifiesto, sin reclamo de un sitio específico en el panorama cultural, o el fin último de crear exposiciones o piezas terminadas, el Taller de los Viernes fue más bien un conducto para transmitir y recibir información, para formar y deformar su ‘devenir artístico’”, apunta el comunicado de la galería.

“Autoconfusión”, 2015, de Abraham Cruzvillegas.

Pero contrario a lo que el título de la exposición implícitamente ofrece, una revisión a lo que ocurrió en el Taller de los Viernes, la muestra no hace ningún tipo de revisión histórica (aunque históricamente quiera legitimar a un grupo de artistas), no se exhibe ningún tipo de documentación de aquellos años (ni siquiera las fotografías que Laureana Toledo tomó a los artistas en esas reuniones y que se reproducen siempre que se alude a dicho taller) y mucho menos se recuperan las obras que directa o indirectamente se produjeron en aquellos años (por ejemplo, de esta época es la obra “Apuntalamiento para nuestras ruinas modernas”, 1987, colaboración con la cual Mauricio Maillé, Gabriel Orozco y Mauricio Rocha ganaron el primer lugar de la Bienal de Espacios Alternativos del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, pero evidentemente esta pieza no sirve para apuntalar el canon vinculado a Kurimanzutto).
Como antídoto para allanar estos cuestionamientos el curador afirma: 

“No queremos nostalgia, la muestra recuerda a los precedentes del taller y a un desarrollo en sus modelos personales que han sido muy coherentes” (Excélsior 18/01/2016).

Adicionalmente, en el texto de sala Santamarina declara “vehementemente” que no le importa la coronación de otra genealogía del arte contemporáneo en este país, además de que le parece estupendo el futuro forcejeo que este taller generará en los historiadores.

"Untitled”, 2014, de Dr. Lakra.

 

Pero más allá de sus dichos, lo que se ve en la muestra es que no hay trabajo de investigación, no hay un proceso de contextualización histórica, no hay revisión de archivos, no hay documentos, no hay testimonios, no hay distancia crítica, no hay curaduría. Lo que nos piden como espectadores es que acudamos a consumir pasivamente el mito de que estos cinco artistas encontraron en aquel taller sus “categorías iluminadoras”, que siguen siendo vigentes y que siguen siendo las mismas:

“El valor inquebrantable de la experimentación de materiales, de soportes, de modelos de trabajo o de enlace/situación”.

Por ello “XYLAÑYNU. Taller de los Viernes” sólo exhibe obra reciente o que fue producida en la última década (la pieza más antigua es una escultura de 2007 de Dr. Lakra), pues parte del ingenuo principio de que reunir a estos cinco artistas en 2016 es igual de lúdico y creativo que hace dos décadas.
No es fácil ubicar el momento en el que Taller de los Viernes se constituyó como un concepto que definía el momento fundacional de este grupo, y por ende de la galería Kurimanzutto, pero hace una década ya era de uso corriente. Incluso se dedica un apartado a dicho taller en el catálogo de la exposición “La era de la discrepancia. Arte y cultura visual en México 1968-1997”, editado por Olivier Debroise en 2006.
Pero resulta paradigmático que tan sólo un lustro atrás, dos miembros del taller, Abraham Cruzvillegas y Gabriel Kuri, no usaran este término en los textos que escribieron en el catálogo que acompañó la exposición de Gabriel Orozco en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles, que luego itineró al Museo Tamayo de la Ciudad de México. Cruzvillegas se refiere a estas reuniones como “el taller de Gabriel” y Kuri como “taller semanal”. En el año 2000 el mito del Taller de los Viernes apenas estaba en gestación.
Ahora bien, ¿cómo pedirle a una exposición de galería que genere un discurso histórico fundamentado en investigación? Puede parecer un exceso, una exigencia fútil si se parte de que el objetivo de las exhibiciones en Kurimanzutto está en el mercado y no en la historia del arte.
Pero el cuestionamiento se vuelve pertinente si se recuerda que en 2013 hubo un acercamiento entre el Museo Universitario Arte Contemporáneo y Gabriel Orozco para trabajar en una exposición que tenía como punto de partida el Taller de los Viernes (Excélsior 07/05/2013). Más allá de que el proyecto se truncó por el cambio de curador en jefe, salió María Inés Rodríguez y entró Cuauhtémoc Medina, resulta interesante especular con lo que habría sido dicha exposición, dado que el recinto universitario sí busca fundamentar sus exposiciones históricas en una investigación documental e histórica.

"Paisagem”, 2015, de Damián Ortega.

Ahora bien, si se obnubila el forzado discurso sobre el Taller de los Viernes, la muestra que presenta Kurimanzutto tiene piezas que resultan interesantes para un espectador contemporáneo. Destaca “Paisagem”, 2015, de Damián Ortega, quien presenta una escultura hecha en unicel (similar a las que exhibió el año pasado en la muestra “El fin de la materia”, en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro), cuyos residuos se expanden por una parte importante de la galería y que sirvieron para que el día de la inauguración el curador/artista Guillermo Santamarina realizara un performance barriendo de un lado a otro el níveo y tóxico material.
También sobresale “Autoconfusión”, 2015, de Abraham Cruzvillegas, quien presenta un auto pintado en una cromática de doble tono rosa y verde que remite directamente a la colaboración que tuvo en 2005 en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca con Dr. Lakra dentro de la exposición “Los dos amigos”. De una forma extraña este carro tipo Wagon, que en su interior reproduce cumbias y música tropical, tiene la suficiente carga nostálgica para transportar eficazmente al visitante a aquellos años en que los artistas eran jóvenes y se divertían mientras bebían cerveza en caguama.

“XYLAÑYNU. Taller de los Viernes” se exhibe en la Galería Kurimanzutto (Gob. Rafael Rebollar 94, col. San Miguel Chapultepec) del 6 de febrero al 17 de marzo de 2016.

Fotos: Cortesía de los artistas y Kurimanzutto

 

@etgarhernandez

 

 

Feb 25, 2016
Feb 25, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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1. Desde dónde escribo

El libro "Habita  intervenido", de Tania Candiani me lleva directamente a un recuerdo viejo, de hace 11 años, cuando cubrí la última edición de inSite Tijuana/San Diego, encuentro binacional que a la postre se volvería un referente de los proyectos curatoriales en México y Estados Unidos.

En aquella ocasión todos los asistentes vimos con asombro la pieza "Flew over the Void (Balla perdida)", del venezolano Javier Téllez, quien contrató a un “hombre bala” para que cruzara volando a través de la línea fronteriza entre México y Estados Unidos en la zona de Playas de Tijuana.

Todos los que fuimos a inSite esa última edición recordamos siempre aquella experiencia, pero yo quisiera dividir aquel día en dos momentos: El primero, claro que fue la emoción de ver en vivo aquella fútil y poética acción de mandar volando, a 120 kilómetros por hora, al "hombre bala" David Smith quien, tras cruzar la línea fronteriza con el océano Pacífico de fondo, aterrizó plácidamente en una red de protección del lado de San Diego, portando en la mano su pasaporte estadounidense.

 Hasta hoy recuerdo la sensación de alivio que sentí cuando me tomé una deliciosa agua de coco que mágicamente me devolvió la lucidez.

Pero hubo un segundo momento, que incluso recuerdo más vívidamente, porque fue algo más personal. Al terminar el performance salí al borde de la insolación, pues tuve que esperar horas de pie bajo un implacable sol para poder tomar la fotografía de la acción (que al día siguiente apareció en la portada del periódico Reforma). En medio de mi deshidratación caminé hacia la avenida principal en busca de alguna bebida y lo único que encontré a mi camino fue un puesto de cocos. Me acerqué a comprar uno por puro instinto, pero la elección fue maravillosa. Hasta hoy recuerdo la sensación de alivio que sentí cuando me tomé una deliciosa agua de coco que mágicamente me devolvió la lucidez. Desde ese día me volví fan del agua de coco y siempre que la tomo recuerdo a aquel gigantesco hombre bala que siempre saludaba con una sonrisa de payaso y que nos maravilló aquella soleada tarde en las playas de Tijuana.

Cuento esto porque creo que quienes somos espectadores recurrentes del arte contemporáneo este tipo de experiencias sensibles, por más diferentes que puedan parecer, son fundamentales para seguir enganchados a este perenne itinerar por bienales, museos y galerías. Importa tanto que nos atraiga aquello que vemos dentro del cubo blanco, como todas las experiencias que ocurren antes, durante y después de ver una obra.

Abuso de su tiempo y les cuento un recuerdo más. En aquella visita a la frontera Tijuana/San Diego también viví uno de los viajes más alucinantes de mi vida, un tour etílico que empezó en la casa de una judía rica de La Joya, en San Diego, quien organizó la más exclusiva fiesta de aquella edición de inSite.

A la entrada de la casa nos amontonamos un grupo de mexicanos, entre curadores y artistas, pero cada vez que uno daba su nombre para ver si estábamos en la lista de invitados todos recibían respuestas negativas, hasta que el curador Priamo Lozada alzó la voz, dio su nombre y el guardia lo encontró en su inaccesible listado. La escena fue cómica porque con la autoridad que le daba su rango de invitado dijo: “Yo vengo con todos ellos”. El guardia lo miró desconcertado y no supo qué hacer. Entonces Priamo, cual Moisés, nos abrió la puerta para acceder al país de las maravillas.

La judía rica de La Joya (me encantaría recordar su nombre) había vuelto su garage y toda su casa en un impresionante museo de arte contemporáneo. Recuerdo que por primera vez vi gente que coleccionara a artistas chinos y que tuviera en su sala pantallas para exhibir videoarte. También vi, a través de una ventana, una pintura de Francis Alÿs que me enseñó Teresa Margolles. Me dijo: “Mira, ahí está el Alÿs”, mientras me señalaba una pintura de gran formato. Según recuerdo era de su serie “Hombre con peluca”.

Durante un rato, todos estábamos muy emocionados de estar ahí, pero como suelen suceder con este tipo de fiestas exclusivas, al cabo de una hora, tanto lujo y tanto arte nos cansó y de forma unánime decidimos volver a Tijuana.

Llegamos directo a la Avenida Revolución a un antro horrible, que había propuesto Teresa. El cambio de ambiente fue tan radical que era como haber estado la misma noche en Manhattan y en Calcuta. Pero el antro también fracasó porque era muy temprano y no había gente. El aburrimiento volvió y nos fuimos caminando a la Estrella que, según decían, siempre es garantía. Ahí nos quedamos.

Años después, platicando con Tania Candiani, me enteré que aquella noche ella también había estado en aquel viaje con Priamo, con Teresa y con todos los que salimos corriendo de la perfección de la casa de La Joya para tomarnos una cerveza en La Estrella.

Me emocionó saber que Tania y yo compartíamos ese tipo de historias, aún sin conocernos, pero además, cuando rastreamos en la memoria, me acordé que también había estado en su casa de Tijuana, que me habían llamado la atención las cortinas de su casa, porque en realidad no eran cortinas, sino una suerte de patrón o partituras viejas que después volvería a ver en una de sus obras.

Pero lo que más disfrutaba de hablar con Tania y de escribir sobre su trabajo era que con el paso de los años iba descubriendo que los dos éramos unos tránsfuga que “no veníamos del mundo del arte”, sino que teníamos otra formación, más vinculada a la escritura, que indiscutiblemente definía nuestra forma de participar en esto que genéricamente llamamos arte contemporáneo. Creo que ambos siempre nos hemos esforzado en reafirmar ese origen diferenciado de quien no  proviene de una escuela de arte o de historia del arte. Dos extraños en un mundo salvaje.

 

2. No me gusta el grafiti

Sé que mi relato parece no tener nada que ver con el libro que hoy nos convoca, pero recupero estos recuerdos porque quiero enfatizar la forma en cómo la experiencia personal y cotidiana define en muchos sentidos nuestra aproximación sensible al arte y a los artistas.

En 2008 cuando vi en el corazón de Polanco la intervención “Habita intervenida”, de Tania Candiani, lo primero que me vino a la mente fueron numerosos recuerdos de mi infancia, ya que cerca de mi casa, siempre hubo grafiti. Yo nací y crecí en Iztapalapa, una de las cuatro delegaciones más marginales y sobrepobladas de la Ciudad de México, según reportes de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno local. En Iztapalapa, como podrán imaginar, el grafiti no está hecho como parte de un proyecto artístico, como ocurrió en 2008 en Polanco. De donde yo vengo el grafiti refiere aquello que lo genera: su marginalidad.

Sin importar que se exhiba dentro de un museo o que se publique en un libro, el grafiti sigue siendo para mí un lenguaje que debe ser agresivo y violento para cumplir con su función, ya sea el de marcar un territorio o de expresar el descontento que viene implícito dentro de su marginalidad.

En 2008, cuando vi “Habita intervenida”, no sentí ninguna empatía por la intervención de Candiani, me parecía que de forma paternalista intentaba domesticar algo salvaje. Como quien adopta un perro que durante mucho tiempo ha sido callejero, bajo el supuesto de que será más agradecido que uno que se compra en una tienda de mascotas.

Pero la verdad es que en aquel tiempo no conocía a Tania y no habíamos discutido su proyecto. Fue años después, cuando en mancuerna con Inbal Miller nos dimos a la tarea de publicar un libro sobre arte público en la Ciudad de México, que me di el tiempo de hablar con Tania y discutir más a fondo su trabajo con el grafiti.

De entrada debo decir que ahora sé que Tania, al igual que yo, no ve en el grafiti una obra de arte, sino que tiene claro que se trata de un lenguaje, un tipo de escritura que tiene un discurso muy concreto y funcional que sirve para marcar un territorio.

Por eso celebro que cuando grafiteó el hotel Habita no recurrió a diseños figurativos o de cómic, que vuelven al grafiti una cosa de diseño, sino que se concentró en las formas más duras y directas de dicho lenguaje: Las bombas, el tag y toda esa escritura que está cancelada para aquellos que no compartimos su código encriptado.

Ahora sé que Tania no quería domesticar el grafiti para decorar el Habita, para esos los arquitectos ya le habían echado muchas ganas y no tenía sentido ponerle un moño más al vestido rosa de la niña. Su intervención tenía ambiciones políticas que eran más trascendentales. Tania lo que quería era conquistar, aunque fuera de forma simbólica, un espacio que no se puede llamar público, porque pertenece a una clase social muy concreta, que no entienden ni les interesa hacer grafiti, aunque por moda los consuman.

Pero este hallazgo del grafiti, ella mismo lo relata en el libro, lo tuvo en Tijuana, en aquella mágica ciudad que no sólo nos llevó del lujo y la opulencia al arrabal y la cerveza barata en una misma noche, sino que también nos mostró el potencial político y estético de un lenguaje como el grafiti que, sin ser agradable a la vista, resulta eficaz y en cierta forma bello.

 

* Texto escrito para la presentación del libro “Habita intervenido” (Arquine/Grupo Habita), de Tania Candiani, que se realizó el 4 de febrero de 2016 en el Centro Banamex, dentro de la 13º Feria Zona Maco. Participaron Lucía Sanromán, Tania Candiani y Edgar Alejandro Hernández.

 

@etgarhernandez

 

 

Feb 10, 2016
Feb 11, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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Cuando se sigue de cerca la carrera de un artista, digamos durante más de una década, es común que se asuma que difícilmente su discurso visual podrá dar un vuelco que disloque las nociones o ideas que con los años se ha ido uno formando de su trabajo. Pero eventualmente ocurre que alguna pieza o una exposición logra dar ese vuelco argumental que, sin ser estruendoso, sí tiene la fuerza suficiente como para ver con nuevos ojos el conjunto de su obra.
Esto ocurre con la exposición “La tradición de todas las generaciones muertas”, de Joaquín Segura (Ciudad de México, 1980), quien de manera eficaz se enfoca en el potencial creativo que tiene el fracaso, no sólo ideológico, social o político que refiere la mayoría de sus obras, sino que incluso saca provecho de los problemas de exhibición que alberga un recinto tan pesado visualmente como Ex Teresa Arte Actual.
De entrada es importante decir que la exposición funciona mejor de noche que de día, lo cual es todo un hándicap, ya que el recinto sólo abre de noche una vez al mes, durante la Noche de Museos, pero Joaquín Segura tuvo la fortuna de inaugurar justamente en un horario nocturno (la documentación fotográfica también fue de noche), lo cual permitió que gran parte del público interesado en su trabajo pudiera ver tal y como el artista diseño la museografía de su exposición, que saca provecho de la oscuridad sepulcral del espacio.
La oscuridad de las salas, al contrario del cubo blanco, permitió que el artista le imprimiera cierto carácter dramático a piezas como “Un acto de abuso de poder”, (2015), que si bien forma parte de la serie “Ejercicios sobre mutismo selectivo”, que ya se había mostrado en la Ciudad de México, convierte a la obra en una escultura casi religiosa que se desmarca del origen y argumento que previamente había impreso Segura a las piezas creadas a partir de mantas de protesta canceladas con pintura blanca.

 

“Un acto de abuso de poder”, 2015.

De golpe, la manta blanca tendida sobre una base de tres metros de largo, iluminada con el brillo que da una luz cenital, hace olvidar que se trata de un despojo tirado durante alguna marcha del SME en las calles de la Ciudad de México, para encarnar el aura sacro que suelen tener esculturas como “La piedad”, de Miguel Ángel.

Las posibilidades que una transmutación de esta naturaleza encarna resulta ejemplar para describir algo que Segura ha cultivado desde hace años: la pintura politizada.

La aproximación al acto pictórico, el aprovechamiento de las condiciones tan determinantes de un espacio como Ex Teresa y la cancelación del discurso de protesta, ponen a la obra un paso adelante de todo lo que había presentado con la serie “Ejercicios sobre mutismo selectivo”.
“Un acto de abuso de poder” es una obra que si se ve con demasiada ligereza puede pasar como un acto de sumisión del artista ante el espacio, cuando en realidad se trata de un hallazgo generado por el fracaso que implícitamente representa exhibir en un lugar tan cargado de significado e historia.
Una operación similar se puede decir de su serie “Rebajas ideológicas”, (2015), una instalación con tres tapices de gran formato tejidos a mano en el Taller Mexicano de Gobelinos de la familia Ashida, a partir de las páginas de libros encontrados en librerías de viejo con imágenes de Karl Marx, Vladimir Lenin y Mao Tse-Tung, las cuales fueron intervenidas con etiquetas de descuento.

 

"Rebajas Ideológicas (Marx)", 2015.

De nueva cuenta, el posicionamiento político cede/fracasa/muta ante las cualidades visuales del espacio

Si bien lo relevante de esta obra es la tensión que genera la relación entre la mano de obra (cada tapiz representó cuatro meses de trabajo de un artesano altamente calificado) con la devaluación del discurso marxista de los personajes, las piezas nuevamente sacan ventaja de la desproporcionada escala del Ex Teresa, que sin importar que cada gobelino mida tres metros de largo, adquieren una ligereza casi etérea al estar suspendidos a lo largo de la nave central. De nueva cuenta, el posicionamiento político cede/fracasa/muta ante las cualidades visuales del espacio, lo que vuelve a las obra otra cosa, un tipo de esculturas que están por encima de las manías o estilo que se asocian con la producción del artista.
Otro registro relevante dentro de la exposición está en el trabajo que realiza el artista a partir de vestigios materiales, ya sea a través del mármol que recolectó de una cantera abandonada en Borsec, Transilvania (Rumania); o en la reconstrucción de un pedestal abandonado en El Pantanal, Nicaragua, y que se supone fue construido a la memoria del poeta José Martí.

Segura siempre se ha interesado en registrar el desgaste que han tenido las ideologías revolucionarias o de izquierda, pero fundamentalmente su foco recae en la erosión que van teniendo a lo largo de la historia este tipo de relatos revolucionarios.

 

"Ensayos sobre reconstrucción (José Martí)", 2014.

Como lo señala María Virginia Jaua en “Alegoría de un ejercicio vacío de lectura” que se incluye en la publicación que acompaña la exposición: “El total de la obra de Segura se ocupa de la construcción de relato y muchas veces de la propia materia ´iteraria´, es decir, los textos fundadores, consignas populares, discursos y libros canónicos”.
Pero el acercamiento de segura a esos relatos no sólo se acota a sus publicaciones, como en “Biblioteca definitiva para una revolución fallida”, sino que va más allá y los aborda a partir de sus vestigios, que en realidad deberíamos llamar sus despojos.
El infame relato del comunismo encarnado en el dictador rumano Nicolae Ceaușescu es presentada por Segura en “Casa Poporului”, a partir de su visita a una cantera de mármol abandonada en Borsec, la cual se dice abasteció la construcción de la Casa del Pueblo (Casa Poporului), en el centro de Bucarest, uno de los edificios gubernamentales más grandes del mundo, que costó numerosas vidas y llevó a la quiebra al régimen, además de que quedó inacabado a la muerte por fusilamiento del dictador.

Las piedras recolectadas por el artista en Borsec narran de forma más elocuente el fracaso de dicho episodio comunista, mucho más que cualquier libro sobre el dictador.

 

"Casa Poporului", 2015.

Lo mismo ocurre con la aproximación que hace Segura al discurso revolucionario sandinista en “Ensayos sobre reconstrucción (José Martí)”, el cual parte de un pedestal abandonado que el artista encontró en El Pantanal, un asentamiento irregular a las afueras de Granada, Nicaragua. El monumento presuntamente dedicado al poeta cubano José Martí es restaurado en colaboración con miembros de la comunidad, quienes a partir del relato que ellos tienen del origen del pedestal define la estética que tendrá su proceso de reconstrucción. Nuevamente el discurso que la comunidad heredó de la Revolución Sandinista fue lo que definió las formas y la cromática para reconstruir el monumento.

 

"Sin título", 2015.

Aunque todo el trabajo de Segura está marcado por la política, la ideología, el disenso, el desgaste, el colapso, la protesta y la contradicción, lo que define “La tradición de todas las generaciones muertas” es su elaborado y cuidadoso discurso visual. La estética vuelta la más efectiva apuesta política.

“La tradición de todas las generaciones muertas”, de Joaquín Segura, se exhibe en Ex Teresa Arte Actual (Licenciado Verdad 8, Centro Histórico), del 26 de noviembre de 2015 al 28 de febrero de 2016.

CRÉDITO DE FOTOS: Cortesía Ernesto Rosas Pineda
 

@etgarhernandez

 

Ene 27, 2016
Ene 28, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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La historia reciente de la curaduría ha demostrado que las exposiciones más eficaces de arte latinoamericano en Estados Unidos deben tener como centro no sólo una estrategia curatorial, sino sobre todo, una estrategia política. Categorías como latino, hispano o latinoamericano son etiquetas que en el contexto estadounidense no pueden plantearse sin un posicionamiento político y menos si se quiere ofrecer una muestra de la inabarcable y heterogénea producción artística de las últimas décadas en la región.
“Bajo un mismo sol. Arte de América Latina hoy”, curada por el mexicano Pablo León de la Barra para el programa “Guggenheim UBS MAP Global Art Initiative”, decepciona justamente porque las categorías que propone (Lo Tropical, Conceptualismos, Activismo político, Modernidades y Participación) no representan una postura política que vaya más allá de lo que previamente se había vinculado a la producción latinoamericana.
Parece que el curador no encontró nuevas categorías en los numerosos viajes que realizó a República Dominicana, Ecuador, Panamá, Puerto Rico, Colombia, México, Chile, Costa Rica y Guatemala (su itinerario se puede ver en http://blogs.guggenheim.org/map/dispatches/), ya que al final la muestra hace un recorrido parcial a partir de criterios que parecieran estar más vinculados al presupuesto con el cual se compraron las obras, que a la necesidad de crear nuevas rutas de conocimiento sobre la producción dentro del continente.

La exposición fácilmente se pudo haber titulado “No hay nada nuevo bajo el sol”.

 

 

Llama la atención que el discurso curatorial de “Bajo un mismo sol” copie el modelo constelar que hace una década propusieron Maricarmen Ramírez y Héctor Olea para la exposición “Inverted Utopias. Avant-garde in Latin America”, en el Museum of Fine Arts, de Houston, pero con resultados abismalmente distintos.

“Bajo un mismo sol” se presenta, en el mejor de los casos, como un proyecto derivativo de lo planteado por Ramírez y Oleo, junto a otros curadores como Gerardo Mosquera
Mientras “Inverted Utopias” sí puede verse como un proyecto que generó una fisura en el discurso eurocéntrico dentro de la historia del arte, generando narrativas alternas y diferentes formas de pensar y dialogar con la producción latinoamericana dentro de Estados Unidos; en el caso de “Bajo un mismo sol” se presenta, en el mejor de los casos, como un proyecto derivativo de lo planteado por Ramírez y Oleo, junto a otros curadores como Gerardo Mosquera; con el agravante de que vuelve a categorías que generan una visión exótica de lo latinoamericano.
Concretamente me refiero a la constelación denominada “Lo Tropical”, que si bien en el texto curatorial hace referencia a la idea revolucionaria que propuso Hélio Oiticica con Tropicalia, como una alternativa a los racionalismos europeos y estadounidense; en el contexto de Estados Unidos a inicios del Siglo XXI es un debate anacrónico, pues el racionalismo al que refería Oiticica estaba definido por nociones modernas del siglo XX. En la actualidad lo tropical se inscribe en procesos culturales de lo popular, que para los ojos estadounidenses se vincula más a las nociones de “exótico” o “fantástico” que han marcado a la producción latinoamericana.

 

Inaugurada en 2014 en el Museo Guggenheim de Nueva York, la muestra itineró al Museo Jumex de la Ciudad de México, donde actualmente se exhibe. Como ha ocurrido con otras exposiciones en dicho recinto, la selección de artistas, salvo contadas excepciones, resulta más llamativa por los nombres que reúne, que por la fuerza de las piezas que exhibe.
Alexander Apóstol, Carlos Amorales, Tania Bruguera, Mariana Castillo Deball, Eduardo Costa, Luis Camnitzer, Minerva Cuevas, Juan Downey, Rafael Ferrer, Mario García Torres, Tamar Guimarães, Regina José Galindo, Alfredo Jaar, David Lamelas, Marta Minujín, Carlos Motta, Rivane Neuenschwander, Gabriel Orozco, Damián Ortega, Amalia Pica, Wilfredo Prieto, Beatriz Santiago Muñoz, Gabriel Sierra y Javier Téllez, son algunos de los artistas seleccionados, quienes en su mayoría son asistentes frecuentes de bienales y muestras internacionales, por lo que el cuestionamiento de su selección no está en los artistas, sino en las obras seleccionadas.

 

Salvo las piezas históricas de creadores como Alfredo Jaar, Rafael Ferrer, Juan Downey o Marta Minujín, es difícil afirmar que el resto de los artistas está representado con alguna de sus obras emblemáticas. Trágicamente, lo que “Bajo un mismo sol” deja claro es que el Museo Guggenheim de Nueva York se tardó por lo menos dos décadas en poner atención al arte latinoamericano. Empezó a comprar cuando las obras ya tenían un mercado importante y precios tan elevados como el resto del arte internacional. Vale recordar que León de la Barra aceptó las limitaciones económicas que tuvo en una entrevista que concedió a la revista “La Tempestad”:

Para hablar de la exposición recurro a una frase: no están todos los que son. Me hubiera gustado organizar una exposición más grande, pero hay limitaciones de muchos tipos, entre ellas de dinero”.

Y este retraso se acentúa ante la paradoja de que “Bajo un mismo sol” se muestra dentro del Museo Jumex, que sí cuenta con una de las colecciones más importantes de arte latinoamericano, ya que desde la década de los 90 Eugenio López empezó a comprar no sólo obra de mexicanos, sino de muchos artistas que dos décadas después empezó a comprar el museo neoyorquino.
¿No hubiera sido mejor hacer una exposición de arte latinoamericano con obras de la Colección Jumex? Es una pregunta que para nada resulta ociosa, pues no sólo ayuda a dimensionar la pertinencia de “Bajo un mismo sol”, sino que confronta la actual política del Museo Jumex de enfocar casi todo su programa a importar muestras del extranjero. El recinto dócilmente sigue asumiendo su situación periférica, al recibir y promover (con una enorme e inusual campaña publicitaria) muestras que proceden de los grandes centros culturales, sin importar que con su propia colección podría generar una revisión mucho más poderosa y fiel de lo que ha definido en las últimas décadas la producción en América Latina.

 

Otro elemento que no se puede obviar, por lo poco funcional que resultó, fue la museografía tipo Casa Palacio que hizo la arquitecta mexicana Frida Escobedo, la cual gira en torno a un desnivel en el piso que en ciertos puntos se rompe para generar una suerte de bases donde se instalaron algunas obras. El problema de este “diseño dinámico” (así lo describe el museo) es que sólo funciona cuando el público lo recorre de la entrada al fondo de la sala, pues al regresar sobre sus pasos es común que el visitante termine sobre la base de la pieza.
Las dos ocasiones que visité la exposición me tocó ver cómo los guardias corrían para advertir a la gente que no se podía “subir a la base”, lo cual era un problema del diseño museográfico y no de los visitantes, que sin saber terminaban al pie de las obras. La museografía, como si fuera una alegoría de toda la exposición, termina extraviando al público.

“Bajo un mismo sol. Arte de América Latina hoy” se exhiben en el Museo Jumex (Miguel de Cervantes Saavedra 303, Colonia Granada), del 19 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016.

Crédito de fotos: Cortesía Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, y Museo Jumex, Ciudad de México.

 

@etgarhernandez

 

 

Ene 13, 2016
Ene 14, 2016
Edgar Alejandro Hernández
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Siempre he tenido una cierta debilidad hacia aquellas exposiciones que tienen la capacidad de generar sensaciones tan primigenias como el miedo o el desconcierto. Tal es el caso de “Como fantasmas que vienen de las sombras... y en las sombras, se van”, en el Espacio de Arte Contemporáneo (Espac), curada por Juan Caloca y Andrés Villalobos, que logra, mediante una abigarrada y escenográfica museografía, romper con el frío acto de acudir a ver objetos a un museo o galería.
Ubicado en la planta baja de un edificio corporativo de las Lomas de Chapultepec, Espac presenta una exposición que deliberadamente busca generar un conflicto con los esquemas tradicionales de exhibición. Los resultados, para bien y para mal de las obras que se muestran, son eficaces en cuanto a la experiencia sensible que se busca generar en el visitante. En principio, porque no es una muestra que tenga un recorrido lineal ni predeterminado. La posibilidad de perderse dentro de la cueva artificial es parte esencial de la visita, ya que obliga al espectador a volver cuantas veces sean necesarias sobre sus mismos pasos para reconocer/revisitar las obras que de golpe van apareciendo dentro de la escultórica mole de cartón y madera creada por Andrés Villalobos y Jonathan Miralda, que es en sí una pieza de 600 metros cuadrados titulada “Grutas”.

 

“^”, de Daniel Steegman (al fondo); y “Sin título”, de Rita Ponce de León (primer plano).

Contrario a la perenne paranoia de volver accesible/visible las obras al visitantes, “Como fantasmas que vienen de las sombras...” opera bajo el principio contrario. Oculta para luego visibilizar/revelar las piezas, en un trayecto donde las obras más expuestas son al mismo tiempo las que tardan más tiempo en ser apreciadas por el visitante.

son el resultado de las imágenes que el artista manipula en el video homónimo que se exhibe dentro de la cueva en una computadora portátil con audífonos.
Esta estrategia queda clara cuando el visitante sale de la exposición y ve (de nuevo) las fotografías de Daniel Aguilar Ruvalcaba que forman parte de su proyecto “Tutoriales, cómo salvar a México usando Photoshop Cs5”, las cuales de inicio pasan de largo, ya que parecen imágenes publicitarias de alguna empresa del edificio corporativo, pero en realidad son el resultado de las imágenes que el artista manipula en el video homónimo que se exhibe dentro de la cueva en una computadora portátil con audífonos.

 

"Grutas", de Andrés Villalobos y Jonathan Miralda.

Un efecto similar tiene la pieza “Sin título”, de Emiliano Rocha Minter, que se ve al fondo de un largo pasillo en el extremo derecho de la entrada de la cueva, pero que únicamente se aprecia con claridad cuando se sale al fondo de la escultura de cartón y madera. Vale decir que la obra es de lo más significativo de la exposición, ya que visualmente ofrece una de las experiencias más claras de sumergirse a una cueva, gracias a la economía de recursos que resulta inversamente proporcional al profundo efecto de vacío que tiene su juego de luz y oscuridad.
Si bien uno de los elementos más críticos y evidentes de la muestra es la pesada presencia que tiene “Grutas” sobre el resto de las obras, ya que como elemento escultórico que aloja al resto de las piezas determina la lectura de las mismas; es justo también decir que la pieza/museografía/escenografía desnuda y/o acentúa la fuerza y eficacia que pueda tener cada obra, ya que las saca de las tranquilas aguas del cubo blanco para ponerlas en un contexto visualmente adverso.

 

"Sin título”, de Emiliano Rocha Minter.

De tal suerte piezas como “Lxs brutxs”, de Ramiro Chaves; o “Paisaje molar, tinieblas”, de Jazael Olguín Zapata; pasan prácticamente desapercibidos frente a ejercicios de dibujo o escultóricos más contundentes como “^”, de Daniel Steegman; o “Sin título”, de Rita Ponce de León, que gracias a la cueva generan un luminoso diálogo que se acentúa por lo abigarrado de la museografía.

 Para los artistas resulta igual de relevante crear un ambiente cerrado y claustrofóbico, que mostrar el detrás de cámara de la escultura.
Ahora bien, la escenografía que implica la cueva creada por Andrés Villalobos y Jonathan Miralda en varios momento de la exposición va mostrando al visitante la estructura de madera que la contiene (el afuera que es al mismo tiempo el adentro de la exposición). Para los artistas resulta igual de relevante crear un ambiente cerrado y claustrofóbico, que mostrar el detrás de cámara de la escultura. Esto se vuelve evidente al finalizar el recorrido, cuando se descubre una de las paredes exteriores completamente desnuda de cartón y cinta adhesiva. De alguna forma los artistas cuentan al espectador que hay dentro/afuera de la cueva.

 

“Tutoriales, cómo salvar a México usando Photoshop Cs5”, de Daniel Aguilar Ruvalcaba.

“Como fantasmas que vienen de las sombras...” se vuelve una muestra pertinente en términos políticos dentro de la escena mexicana, porque nos recuerda que siempre es gratificante hacer cosas que aparentemente no tienen ningún sentido.

Por su misma carencia de objetivos (la invitación a los curadores fue “hagan lo que quieran”), la exposición recalca que el arte no debe estar hecho con fines productivos o comerciales, sino se puede crear por el simple gusto de hacer arte.

“Como fantasmas que vienen de las sombras... y en las sombras, se van” se exhibe del 28 de octubre de 2015 a febrero de 2016 en Espacio de Arte Contemporáneo, ubicado en Monte Líbano 225, Lomas de Chapultepec.

NOTA: Por periodo vacacional esta columna no se publicará hasta el 14 de enero de 2016.
 

@etgarhernandez

 

 

Dic 16, 2015
Dic 16, 2015
Edgar Alejandro Hernández
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“La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa”, Karl Marx

Aún no tengo claro si fue intencional o no que la inauguración de la exposición “Grupo Proceso Pentágono: política de la intervención 1969-1976-2015” en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) coincidiera con el primer aniversario de la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, el pasado 26 de septiembre; pero el hecho acentuó la vigencia que sigue teniendo la práctica política y estética de este colectivo de artistas, pues de golpe nos reveló que no hemos avanzado nada como sociedad, ya que seguimos aceptando y (peor aún) normalizando la violencia promovida por el Estado.

 

"Sin título", 1980

Fundado a finales de la década de los 60 por Carlos Fink, José Antonio Hernández Amezcua, Víctor Muñoz y Felipe Ehrenberg, Proceso Pentágono se creó con el objetivo de mantener una actitud crítica, analítica y contestataria frente a las políticas sociales y culturales que generaba el Estado, mediante una obra abiertamente conceptual que ponía énfasis en la discusión y en los procesos de producción colectiva. Su nacimiento está marcado por la represión del 68 y por la subsecuente guerra sucia. En un segundo momento, que coincide con su época más fructífera, se sumaron al grupo Carlos Aguirre, Miguel Ehrenberg, Lourdes Grobet y Rowena Morales.
Con una eficiencia en el manejo de archivos y una ejemplar producción de réplicas de sus principales intervenciones y ambientes (que en algunas cédulas las denominan “Réplicas” y en otras “Reproducciones”), la exposición curada por Pilar García ofrece una visión panorámica de los más contundentes hallazgos, los perennes desencuentros y las no pocas contradicciones que han mantenido a lo largo de cuatro décadas este colectivo artístico que fácilmente puede dar luz sobre los orígenes de las prácticas que hoy dominan la escena del arte contemporáneo mexicano.
En principio, la exposición demuestra lo necesario que es para un recinto como el MUAC promover la adquisición de archivos, ya que casi todas las piezas que se exhiben parte de cartas, fotografías, folletos, publicaciones y diversos materiales que alberga el Centro de Documentación Arkehia.

 

"Hotel Marx", 1983

Ahora bien, la exposición parte de documentos, pero estos no se utilizan como fetiches que se exhiben en vitrinas, sino como soporte para generar nuevas narrativas históricas que reflejen procesos y sucesos que se conocían de forma dispersa y que sólo los archivos pueden ayudar a darles su justo peso en el contexto que ocurrieron.
El contexto es fundamental en la producción de Grupo Proceso Pentágono porque no es lo mismo crear obras hoy que en 1980, cuando el colectivo hizo la pintura, “Sin título”, a partir de la acción “Vamos a hacer un cuadro”, que consistió en envolver con violencia dentro de una cortina a uno de los integrantes del grupo (José Antonio Hernández Amezcua), a quien se le ató y arrastró y aplicó pintura a la tela.
Si bien la fecha parece cercana, hay que recordar que en el contexto de la guerra sucia se registraron 530 desapariciones forzadas en el país de 1969 a 1980, de acuerdo con el Comité Eureka. Lo mismo hay que decir de “1929: Proceso”, una ambientación que hizo el grupo en 1979 en el Auditorio Nacional, el cual reproduce diversas salas de agencias policiacas, con cuartos de tortura incluido, cuyo título alude a la fundación del PRI (entonces PNR) y que trata el tema de la represión, tortura y desaparición forzada.

 

"1929: Proceso", 1979

Si bien formalmente la producción de Grupo Proceso Pentágono era novedosa para el contexto mexicano de la década de los 70, es importante decir que el desarrollo estético de sus obras no partía de ejercicios de improvisación o experimentación empíricas, por el contrario, las obras se creaban con base a un desarrollo grupal que deliberadamente buscaba borrar cualquier discurso (ego) individual para poder mostrar el aparato de represión que operaba (y opera) en el país, pero no desde el punto de vista de la víctima, sino enfundados en la máscara del victimario. Este complejo desdoblamiento lo describe Julio García Murillo en su texto “Grupo Proceso Pentágono. Fragmentos de azar y de guerra sucia”, que se incluye en el catálogo (Folio 37) de la exposición, el cual puntualiza que en este grupo la colectividad se asumió siempre a partir de sus implicaciones políticas.
A contracorriente de otros colectivos artísticos, en éste no se puede ubicar a un líder que definiera su producción, de hecho, casi todos sus miembros abandonaron en algún momento el grupo. No está por demás decir que estéticamente Grupo Proceso Pentágono se declaró en contra de “la vieja bestia”, es decir, toda la corriente pictórica y nacionalista que dominó el siglo XX por la pesada influencia de la Escuela Mexicana de Pintura.

 

"1929: Proceso", 1979

Y si se quisiera hacer un recuento de los efectos que dejó la producción de Grupo Proceso Pentágono y de los demás grupos que coexistieron en las décadas de los 70 y 80 en México, es claro que su influencia está más que presente en la producción actual. Sin embargo, la realidad social pareciera que no ha tenido ningún avance.
En 1979 Grupo Proceso Pentágono inauguró la exposición “10 de junio”, en la cual el colectivo invitó a 22 colegas a mostrar la “turbulenta pero vital realidad que nos toca transformar”. 36 años después está claro que no lo lograron (no lo logramos). La realidad social sigue siendo turbulenta en nuestro país.

“Grupo Proceso Pentágono: política de la intervención 1969-1976-2015” se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario, CU) del 26 de septiembre de 2015 al 21 de febrero de 2016.

 

@etgarhernandez

 

 

Nov 25, 2015
Nov 25, 2015
Edgar Alejandro Hernández
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En el año 2003, la 50 Bienal de Venecia hizo evidente que padecía los efectos de su propio éxito. Su prestigio, que convoca a centenares de artistas, y el gran interés que genera en los medios internacionales, había desencadenado un crecimiento exponencial que finalmente afectó a su principal objetivo: el espectador.

Al menos este fue el diagnóstico que hizo su entonces director artístico, Francesco Bonami, quien organizó, en colaboración con cinco co-curadores (Carlos Basualdo, Hou Hanru, Gabriel Orozco, Gilane Tawadros y Rirkrit Tiravanija), una de las ediciones más hacinadas de su propia historia. Desde hace 12 años todos los invitados al mayor encuentro de arte global pudimos ver que el crecimiento desproporcionado de este tipo de eventos no resultaba el mejor camino para el arte contemporáneo.

En aquellos años no recuerdo a nadie que tuviera una ruta alterna a este esquema masivo del arte.

Por todos lados se escucharon las críticas, pero la Bienal de Venecia siguió el mismo camino y hasta la fecha se desarrolla como un evento inabarcable que, por mucho, ha perdido su dimensión humana.

Ante esta realidad, me pareció ejemplar que el pasado 27 de octubre la XII Bienal FEMSA anunciara, en Monterrey, un nuevo esquema curatorial que no sólo se plantea con una mirada local, sino que hace una apuesta puntual: decrecer.

“Poéticas del decrecimiento. ¿Cómo vivir mejor con menos?” es el título de la nueva edición de la Bienal FEMSA, curada por Willy Kautz, que retoma la idea del decrecimiento planteado en una cierta rama de la ecología, para proponer un esquema de producción artística que se vincule más con esquemas comunitarios y sociales y se aleje lo más posible del arte como espectáculo de masas.

"¿Es usted feliz?", intervención del chileno Alfredo Jaar.

 

El detonante de este nuevo proyecto es una casa de residencias llamada Lugar Común, que se ubica en Privada Liendo 709, colonia Obispado, Monterrey, Nuevo León, y que inició con el proyecto Atelier Romo, del artista Sebastián Romo, que además de generar espacios de debate y discusión con artistas locales, produjo con materiales de reuso varios de los muebles que existen en la residencia.

Que quede muy claro señores, de lo que se trata aquí es de vivir mejor con menos. No estamos jugando a la pobreza”, recalcó Romo el día que se presentó Lugar Común a los medios.

Y si bien la aclaración parece simple, en el fondo contiene la esencia de todo el proyecto, ya que la propuesta no se desmarca del esquema económico, expositivo y de distribución que tradicionalmente ha acompañado a la Bienal FEMSA, pero sí plantea una ventana para revalorar los procesos locales y comunitarios dentro del campo artístico.

Atelier Romo, de Sebastián Romo.

 

Además del Atelier Romo, Lugar Común inauguró una intervención del artista chileno Alfredo Jaar, quien reactiva una de sus piezas de 1981, que plantea un estudio sobre la felicidad de las personas. El ocupar la fachada de la residencia con la pregunta “¿Es usted feliz?” resulta por demás eficaz, si pensamos que  desmonta la operación tradicional de cualquier anuncio espectacular, al no vender ni ofrecer ningún producto o servicio, sino porque además cuestiona con un tema simple pero fundamental al visitante.

El préstamo, afirma el curador, tuvo la función pedagógica de acentuar el valor del patrimonio cultural a partir de su propia estructura de conservación.

El día de la inauguración también se trajo a Lugar Común una obra de la Colección FEMSA, “Los Mitos” (1944), de Juan O’Gorman, que básicamente hizo énfasis en el vínculo que existe entre el Programa Curatorial y la colección, pero bajo una acción que remarcó los esquemas de preservación y seguridad que implica el traslado y montaje de la obra. El préstamo, afirma el curador, tuvo la función pedagógica de acentuar el valor del patrimonio cultural a partir de su propia estructura de conservación.

Obra en proceso de Gabriel de la Mora.

 

Lugar Común invitará a Monterrey durante un año a los artistas Mariana Castillo Deball, Gabriel de la Mora, Rodrigo Hernández, Fritzia Irízar, Edgar Orlaineta, Rometti Costales, Jorge Satorre, Melanie Smith, Daniel Steegmann y el colectivo Tercerunquinto, para que continúen con los procesos de colaboración con artistas regiomontanos, que son convocados por el artista Leo Marz, quien opera como curador local. Algunos de los resultados se podrán ver en el Parque Fundidora en 2016.

La propuesta de la XII Bienal FEMSA recuerda de forma casi natural algunas de las estrategias que tuvo el programa artístico inSite, que se realizó durante casi dos décadas en la frontera entre Tijuana y San Diego. Hay que esperar para ver si el proyecto regiomontano también logra insertarse en la historia del arte mexicano e internacional.

Patio de Lugar Común.

 

 @etgarhernandez

 

 

Nov 11, 2015
Nov 11, 2015
Edgar Alejandro Hernández
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Tal vez nunca dejemos atrás ese gran mito que nos heredó la modernidad. En pleno siglo XXI, inmersos en nuestra tropicalizada contemporaneidad, seguimos tan anhelantes de ese impulso vital que, según nos enseñaron, había detrás de la originalidad.

Ser por un momento nuevos y diferentes, aunque no sepamos diferentes a qué.

Si bien nos repetimos los unos a los otros que ya todo se ha hecho en términos de arte, de cuando en cuando aparecen en el horizonte proyectos que buscan romper con lo establecido, marcar una distancia con la tradición, ir más allá de lo acartonado que se ha vuelto el arte y salirse de la homogeneidad que han impuesto los museos y las galerías. Ser por un momento nuevos y diferentes, aunque no sepamos diferentes a qué.

Resulta un verdadero síntoma que en el último año las principales galerías comerciales de la Ciudad de México hayan decidido arriesgarse y producir proyectos que salen de la lógica comercial de exhibir y vender obra de artistas que ya cuentan con una circulación y reconocimiento fuera y dentro del país.

La figura del artista emergente llegó a la escena comercial para, supuestamente, refrescar los pulcros y fríos cubos blancos que el mercado ha perpetuado para la venta de arte contemporáneo. Nos encontramos por todos lados a noveles creadores que ya no tienen que rascar de entre las piedras dinero para producir su obra o recurrir a los espacios independientes para mostrar su trabajo.

Las galerías les abrieron un mar que los baña con su prestigio y recursos.

Viendo panorámicamente la escena, podemos mencionar en primera instancia a “Zona_seis”, en la galería Luis Adelantado, que invitó a un grupo de curadores mexicanos (Bárbara Perea, Ariadna Ramonetti, Irving Domínguez y Octavio Avendaño) a convocar a artistas emergentes que son apoyados para producir en estudios que se habilitaron dentro de la galería. Luis Adelantado ya había realizado exposiciones con artistas emergentes, pero el presente proyecto tiene ambiciones a largo plazo, las cuales requieren de tiempo para ver su verdadero impacto.

También llama la atención el proyecto que propuso Chris Sharp a Kurimanzutto, el cual presentará durante un año a seis artistas emergentes para exhibir en la sala que se ubica al final de la galería (mayormente destinada a proyecciones de video), el cual abrió con la exposición “¿Por qué no fui tu amigo?”, de Daniel Aguilar Ruvalcaba. La iniciativa apenas comienza, pero si nos atenemos a la primera exposición, queda claro que el esquema de autopromoción del curador estadounidense sólo logró desvirtuar la propuesta original del artista.

Pero el proyecto más ambicioso y problemático sin duda se dio en la galería Hilario Galguera, donde el curador Víctor Palacios convocó a una serie de artistas, curadores (él mismo exhibe obra) y un editor a producir obras para un proyecto denominado “Cuarto de Máquinas”, que en un futuro tendrá su sede propia en la colonia Roma, pero que como muestra inicial presentó “Los justos desconocidos (de todas maneras cago)”.

“Justo desconocido 1”, del editor Óscar Benassini.    

 

El argumento central gira en torno a un mito judío (por ello en la sala se puede leer en hebreo “de todas maneras cago”) que plantea la existencia de 36 hombres “justos desconocidos”, que con sus actos contribuyen a evitar la catástrofe del mundo. Es importante decir que la noción de justicia que se plantea no es tal cual como la conocemos en la actualidad, sino que se acerca más a la idea de generosidad. Traduciendo un poco el término, se estaría pensando en 36 hombres generosos.

Pero hay otra línea curatorial que no se enuncia claramente en términos discursivos, pero sí en su esquema de exhibición. La idea de producir una exposición que ponga en crisis, por enésima vez, las nociones de autoría, artista, curador y de lo que conocemos como el deber ser del arte.

El curador lo explica en una entrevista que ofreció a gastv.mx:

He tratado de encontrar momentos de autocrítica e ironía ante el sistema, los roles y los objetos artísticos. En lo más profundo de mí, siento que el arte se ha acartonado muchísimo, lo siento muy rígido, muy predecible, muy políticamente correcto. Los artistas socialmente responsables que buscan hacer justicia tienen un lenguaje muy definido que ya no da más. En el fondo, lo que trato de hacer con esta exposición es decir que podríamos hacer este tipo de cosas de vez en cuando. Tampoco quisiera que todas las exposiciones del mundo fueran así, para nada. Debe haber diversidad. El problema es cuando todo se va homogeneizando”.

En el discurso, las ideas del curador suenan prometedoras, pero ¿cómo buscó Víctor Palacios salir de esta homogeneización y acartonamiento del arte? Parece que la respuesta fue simple: Voltear a los años 90 y copiar las estrategias y prácticas que los artistas emergentes de aquellos años (hoy vueltos “mainstream”) explotaron para poder abrirse espacio en la cerrada y anacrónica escena institucional mexicana.

Obra destruida de Mauricio Limón.

 

En principio, la figura del curador/artista que decide encarnar Víctor Palacios, ya que presenta dos piezas dentro de la exposición, inmediatamente recuerda a uno de los personajes más emblemáticos de la década de los años 90 en México: Guillermo Santamariana, quien ha transitado a lo largo de su larga trayectoria en ambas pistas y ha marcado a toda una generación de artistas mexicanos.

Es importante decir, que más allá de las afinidades estéticas, Guillermo Santamarina sí cuenta con un cuerpo de obra que claramente se desmarca de su proceso como curador. Lo cual no se puede decir de Víctor Palacios.

Obra destruida de Gabriel Santamarina.

 

Pero el experimento del artista/curador se repite con el curador Willi Kautz, quien presenta la serie de grabados “Cinemarx 1, 2, 3, 4 y 5” (2015) que, tal vez si se hubiera expuesto sola habría generado algún tipo de discurso visual, pero inmersos en la muestra colectiva no encuentra ninguna relación con la propuesta de “Los justos desconocidos”.

En todo caso, llama más la atención en la obra de Willi Kautz que formalmente se parece demasiado a la serie “Samurai Tree”, de Gabriel Orozco. Incluso cae en el mismo recurso ornamental de utilizar la hoja de oro como solución visual para sustituir el blanco.

“Cinemarx”, del curador Willy Kautz.

 

El caso más lamentable de esta serie de esfuerzos por salir de la “homogeneidad” lo da la incursión como artista del editor Óscar Benassini, quien presenta “Justo desconocido 1 y 2” (2015), una serie de esculturas y dibujos que son dignos del Jardín del Arte, ya que replican fielmente el cliché de la señora rica que toma clases de pintura para materializar el amor que tiene a sus gatos (en este caso a sus perros). La obra se vuelve la apostilla al subtitulo de la exposición (de todas maneras cago), pues reproduce al animal cagando en una escultura niquelada y chapeada en plata (producida por Sofía Herrera). Es, en síntesis, el chiste escatológico para que veamos todos que son bien irreverentes y se burlan de todo.

Pero así como el chiste explicado no da risa, los experimentos curatoriales resultan anodinos si producen y muestran obras que fácilmente serán olvidadas. Y aquí viene el problema de fondo, que estas piezas dignas de la chimenea, que además no logran salir de los lenguajes “acartonados” del arte, sólo distraen la atención del trabajo de otros artistas que exhiben dentro de la galería y que sí cuentan con una formación y trayectoria (aunque sea breve) como artistas.

Antes de entrar en detalle al proyecto propuesto por Cristóbal Gracia, quien por mucho hizo el trabajo más relevante dentro de la muestra, es importante llamar la atención sobre piezas que también pueden ser polémicas, pero que despiertan un debate más interesante, sin pretender salir de la lógica del arte.

Por ejemplo, la controvertida “Gallina” (2014), de Ling Sepúlveda, una gallina disecada colgada por las patas, claramente abre la discusión sobre el tema de la justicia, y logra hacer un comentario irónico sobre problemáticas tan puntuales como el acondicionamiento y selección de las personas para ocupar determinados roles sociales. El animal disecado se escogió de acuerdo a cualidades físicas que previamente había determinado el artista para poder dar una mirada generosa y crítica de lo justo.

"Gallina", de Ling Sepúlveda.

 

También llama la atención la pieza “Pepita de oro macizo pintada de oro falso” (2011), de Karmelo Bermejo. La obra, presentada de la forma más tradicional posible (con una base blanca y un capelo), cuestiona al espectador con una obra que debe verse más allá de su referencia visual. Un objeto original disfrazado de su versión falsificada abre la discusión sobre las posibilidades materiales de lo que conocemos como arte y remite a su debate esencial: ¿Qué es la obra de arte?

 “Pepita de oro macizo pintada de oro falso”, de Karmelo Bermejo.

 

O qué mejor que abordar el tema de la justicia con el retrato “Marcial Maciel” (2013), pintado en óleo sobre tela por Mauricio Limón. Siendo claramente una propuesta definida por los discursos tradicionales del arte, la pintura resulta mucho más perturbadora que las tímidas provocaciones de los curadores o el editor vueltos artistas.

Pero como decía anteriormente, el proyecto más interesante y que tiene que irse rastreando en medio de la caca, es la serie que nace del texto “El genoma del arte”, de Cristóbal Gracia, que generó una serie de colaboraciones con una decena de creadores participantes dentro de la exposición para producir la serie “No soy un hombre de estado, más bien un poeta loco” (2015), las cuales consistieron en que los propios artistas destruían una obra de su autoría.

El relato de Cristóbal Gracia plantea un apocalíptico futuro en el que la clonación de objetos permite la copia exacta de las más grandes obras del arte universal, lo cual lleva a los artistas a generar numerosas revueltas en las que se destruyen y queman sus propias obras. La historia de ciencia ficción posee una milimétrica porción de factibilidad que le otorga esa terrible belleza que sólo podemos ver en aquello que nos parece real.

La forma en que su relato es llevado al momento de exhibición tiene una serie de hallazgos que no sólo generan una extraña y perversa comunión con un grupo de artistas, pues aceptan conscientemente destruir su propia obra, sino que ponen en escena el debate sobre la desmaterialización del arte.

El gesto de ofrecer su propia obra para su destrucción es sin duda un gesto generoso por antonomasia (más si pensamos que para otros artistas de la misma exposición dicha acción les resultó inaceptable), pero más aún tuvo momentos en los que verdaderamente logró ir por encima de la percepción retiniana del arte.

"Sin título", obra del curador Víctor Palacios.

 

El caso concreto es la pintura que dio Mauricio Limón y que se colocó como tapete a la entrada de la galería para que la destrucción se prolongara durante los dos meses que dura la muestra. El gesto casi anónimo de ir borrando la pintura con las pisadas de los visitantes resulta mucho más contundente que los gestos escenográficos en los que cayeron otras piezas destruidas, al dejar las herramientas y utensilios usados para quemar, aplastar o desmantelar las obras.

Lo más ejemplar de la acción de Cristóbal Gracia es que logra poner en crisis los esquemas de producción y exhibición de las obras, pero sin aspirar a lo nuevo y siempre desde el lenguaje que ofrece el viejo y acartonado arte.

 

“Los justos desconocidos (de todas maneras cago)” se exhibe en la galería Hilario Galguera (Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael), del 18 de septiembre al 17 de noviembre de 2015.

 

@etgarhernandez

 

 

Oct 28, 2015
Oct 28, 2015
Edgar Alejandro Hernández

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