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Vivir y morir

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:06
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

Alcanzar la madurez por voluntad propia, como meta existencial, ha sido propósito generalizado, aunque muchos no quieren hacerlo y por eso aspiran a morir antes.

Hablemos de éstos últimos así como del derecho a envejecer por decisión individual. Eso. Nuestro país sería distinto si pudiéramos pensar la vejez como proceso de elección, no como obligación. ¿En dónde dice que debemos morir con los años acumulados? ¿Por qué es prácticamente imposible alcanzar la muerte estando joven, sin violentarse de por medio?

Como sociedad resulta meritorio acumular años hasta el último aliento del cuerpo físico, como si la existencia fuera una lucha heroica en contra del tiempo, de las enfermedades, de la precariedad y del olvido. Sin embargo, lo cierto es que miles de viejos quedan abandonados y el estatus de longevidad se convierte en condena para aguardar la muerte con miedo, tristeza y soledad. 

No hay manera de pensar la existencia más allá de la carne. Ni el Estado ni las iglesias lo permiten. El deseo de los viejos para recibir ayuda que les permitamorir antes de perder calidad de vida es ignorada y en consecuencia descubren que su vida nunca fue suya. Las instituciones laicas, pero también lasreligiosas, la expropiaron por un fundamentalismo que las unifica alpenalizarse jurídica y moralmente a quien intente emanciparse. En este proceso se criminaliza a quien ose prestar ayuda.

El único contexto por el cual se reconoce la necesidad de morir está vinculado a la enfermedad, sobre todo en su estado terminal. Desde hace años se acepta el llamado derecho a decidir de la persona desahuciada para rechazar la atención clínica innecesaria. Es un paso importante para la libertad de elegir pero muy pequeño, ya que este “derecho” queda circunscrito a determinantes clínicos que pueden modificarse ante el avance de la ciencia. El médico catalán Marc Antoni Broggi lo advierte: “la confianza excesiva en la medicina y en su tecnología como fórmula mágica para ir retrasando indefinidamente la muerte acaba siendo un obstáculo para morir bien”. 

Autor de un “manual de buenas prácticas” en el que revisa cómo puede ayudarse desde la medicina y la enfermería al paciente terminal, Broggireconoce las dificultades de impulsar lo que denomina muerte apropiada. “La muerte se ha medicalizado y la medicina se ha mitificado”señala.

Es importante, en la visión del también presidente del Comité de Bioética de Cataluña, el reconocimiento de que cada persona pueda apropiarse al máximo de su proceso de muerte, “que la muerte sea algo suyo, a su estilo”. Le falta, no obstante, dimensionar ese derecho fuera del ámbito de la medicina. 

Desde una perspectiva complementaria, el derecho a morir con dignidad también es abordado por un equipo interdisciplinario en torno a la denominada “voluntad anticipada” en el campo de la medicina. Igual que las aportaciones de Broggi, ellos ofrecen referentes para enmarcar desde el abordaje de la bioética la decisión de no recibir tratamiento para dejar que la muerte ocurra.

Editado por la Universidad del Estado de México, el trabajo alcanza una interesante aproximación -más allá de la medicina- por parte de María del Rosario Guerra-González, doctora en filosofía, quien reconoce que “se ha pensado la muerte sin relacionarla con la vida” y también porque es imposible negar el “principio de autonomía del paciente”. 

De acuerdo a la catedrática e investigadora, el budismo contiene enseñanzas para considerar al respecto. “Los maestros budistas hablan de la necesidad de morir conscientemente, con un dominio mental tan lúcido y sereno como sea posible”. Una visión que, desafortunadamente, no profundiza.

Y es que la libertad de elegir morir sin la sombra de la enfermedad también queda fuera del discurso bioético. Definitivamente la libertad de morir necesita explorarse fuera de la medicina, que se ha configurado particularmente con el propósito de extender y salvar la vida. La bioética circunscribe el escenario de quienes eligen morir como último recurso, porque les resulta imposible seguir existiendo, con lo cual deja fuera a quienes también desean morir sin daños a su salud de por medio.

Mientras dejemos a la enfermedad como el único intermediario entre la vida y la muerte se pensará que morir es una fatalidad. No necesariamente. Morir también libera.

 

Referencias

• Broggi, Marc Antoni. “Por una muerte apropiada”, ed. Anagrama, 2013, Barcelona.

• Olvera, Márquez y otros. “Bioética. El fina de la vida y las voluntades anticipadas”. Ed. Gedisa/UAEM, 2017, México.

@LuisManuelArell

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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