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Vivir entre epidemias

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:24
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

La lucha contra el sida tiene muchos reflectores, pero un libreto muy desgastado. La alerta sanitaria para enfrentar el covid-19 nos permite comprender mejor por qué el VIH nunca ha estado bajo control.

Muchos recursos de VIH/sida se están usando para enfrentar los estragos de la infección por SARS-CoV-2, incluyendo a los médicos y hospitales especializados. Era necesario y se hizo. Está bien. Lo que no está bien es que el programa para VIH/sida no se replantee.

Transcurridos los primeros ocho meses de emergencia, hay ya suficientes razones para modificar todo el modelo de prevención, detección, tratamiento y control del VIH, pero no solo por los efectos del covid-19 sino por los factores y determinantes que se acumulan: el estigma, el vacilante compromiso gubernamental, la moralidad que no permite hacer campañas sinceras y directas sobre salud sexual, el elevado costo del tratamiento, el debilitamiento de la respuesta comunitaria, el enquistamiento de burocracias y activismos que viven del sida, así como la aparición de un floreciente, innovador y lucrativo mercado de antirretrovirales que impide pensar en la cura definitiva.

Debido a que la población no puede, no sabe o no quiere evitar el contagio masivo del nuevo coronavirus, pero también al hecho de que la economía, así como las cadenas de servicios y producción resultan vitales, particularmente las actividades informales de las que dependen millones de mexicanos, no es posible visualizar cuándo se podrá controlar el binomio SARS-CoV-2/covid-19; por eso es que la lucha contra el sida necesita replantearse. El primer paso implica dimensionar qué es el sida frente al covid-19 en México.

Primero citemos los elementos en que ambas epidemias coinciden o se parecen: son globales; provocan mucho miedo; son mortales particularmente si se diagnostican tardíamente; hasta el momento no existen medicamentos que las curen; las personas asintomáticas pueden transmitir los agentes infecciosos (VIH y SARS-CoV-2); los enfermos e infectados son segregados; se ha propuesto castigar penalmente a quienes infecten; ambas emergencias generan rechazo hacia los extranjeros; los síntomas se confunden con otras enfermedades; también las dos han enfrentado movimientos negacionistas; resisten estigmas asociados a los enfermos; y en consecuencia se oculta el diagnóstico.

Ahora los elementos que marcan una significativa diferencia: mientras que el SARS-CoV-2 afecta a toda la población, el VIH está concentrado en poblaciones específicas; prácticamente ya existen vacunas para inmunizar contra el nuevo coronavirus, lo que aún no ha sucedido para el VIH; el sida no provocó la parálisis de la economía mundial, ni de las cadenas de consumo, todo lo contrario del SARS-CoV-2; la politización también marca la diferencia dada la descalificación partidista e ideológica de las medidas sanitarias contra el Covid-19; la ONU no ha creado un consejo internacional para enfrentar la nueva pandemia mientras que el sida dio paso al Programa Conjunto de las Naciones Unidas contra el Sida (ONUSIDA) en 1994; la forma de contagio o transmisión del VIH es a través de líquidos corporales específicos (particularmente sangre y semen), en tanto el SARS-CoV-2 se propaga por la saliva, al hablar, al estornudar, toser e incluso al exhalar y por los aerosoles que permanecen en el aire en lugares cerrados, por contacto físico e incluso con superficies contaminadas; la evolución clínica del sida regularmente requiere años y en contraste el covid-19 aparece en días; el nuevo coronavirus tiene un ciclo de vida corto dentro del organismo pero el VIH, aunque se puede controlar, no desaparece.

Al reflexionar sobre el sida en 1989, el médico y filósofo croata Mirko Grmek apuntó que no se trataba realmente de una enfermedad nueva en la medida que el Virus de Inmunodeficiencia Humana existe desde hace mucho tiempo, oculto detrás de otras enfermedades infecciosas. Pienso en su observación y trato de dimensionar desde ahí al SARS-CoV-2, que también ha existido pero cuya visibilidad y consecuente expansión solo puede explicarse por el desarrollo de la propia medicina.

Grmek llamó “patocenosis” al proceso por el cual la supresión de enfermedades o agentes infecciosos libera nuevos gérmenes. De esta forma advierte que lo que mantenía en actividad atenuada al VIH, antes de que se convirtiera en pandemia, era la presión de la selección natural que favorecía cepas poco virulentas y que “factores sociales le permitieron superar una especie de umbral crítico de las vías de transmisión, que limitaba su expansión”.

Los factores sociales aludidos por el investigador incluyen a la medicina y las tecnologías modernas que en su expansión e incremento de conocimiento nos aproximan a otros microorganismos que pueden ser letales. El destino del covid-19, al menos en México y por un buen tiempo, será mudar al grupo de las epidemias estacionales como sucedió con la influenza y antes con el dengue.

Convivir entre pandemias no parece alertarnos como sociedad. Tienen vigencia la diabetes y la obesidad, pero también la sífilis y los virus que provocan herpes, papilomas y hepatitis C.

Se ha dicho que el sida es una endemia y que ya no puede poner en peligro al género humano, porque está bajo “control” igual que el ébola, el SARS o el MERS. Nadie duda que el nuevo coronavirus será finalmente controlado y es muy posible que se sume a las epidemias recurrentes. Pero el VIH/sida no va en ese paquete. Su dimensión y retos superan la visión médica y científica.

 

Referencia

  • Grmek,Mirko. “Historia del sida”, traducción de Stella Mastrangelo. Ed. Siglo XXI, 1992, México.

 

 

@LuisManuelArell

 

 

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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