Logo de Excélsior                                                        

Pelear la historia

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:22
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

La disputa ideológica que enfrenta el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene -hasta el momento- su máxima expresión en la trama protagonizada por el historiador Pedro Salmerón Sanguinés, obligado a renunciar a la dirección del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

El suyo no es el primer caso de lapidación contra un funcionario de la Cuarta Transformación por uso impropio de la palabra. Un ejemplo que ilustra el malestar registrado en redes sociales y prensa ha sido el lenguaje malsonante del escritor Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica. Otro más reciente es la misoginia de José Manuel Mireles, subdirector del ISSSTE en Michoacán. Ambos duramente cuestionados y hasta cierta medida amonestados, nada más.

En el caso concreto de Salmerón Sanguinés el reclamo ha sido distinto; fue rotundamente ideológico. Un representativo sector académico e intelectual, vinculado al neoliberalismo, consideró ofensiva la visión que el exfuncionario tiene de la guerrilla de los años setenta al poner atención en un calificativo (“valientes”) que el doctor en historia usó para referirse a los integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, quienes privaron de la vida al empresario Eugenio Garza Sada, cuando intentaron secuestrarlo hace 46 años. El Consejo Coordinador Empresarial se sumó al reclamo y la plataforma digital de Twitter acumuló miles de hashtag exigiendo la renuncia de Pedro Salmerón.

¿El trasfondo? Una ofensiva intensa para que la narrativa institucional sobre la guerrilla mexicana no se revise. A diferencia de otros casos en los que el presidente Andrés Manuel López Obrador interviene para defender colaboradores, en esta ocasión fue receptivo. "Pedro vale más como investigador, como historiador, que como funcionario", declaró.

El inquilino del Palacio Nacional aceptó la salida del funcionario porque se lo pidieron los agraviados y seguramente hizo lo mismo el empresario Alfonso Romo Garza, ligado al sector privado de Monterrey, pero también Jefe de la Oficina de la Presidencia de la República. Reacio a cambiar de visión, el mandatario también es pragmático y debió considerar la necesidad de sacrificar a Salmerón Sanguinés en abono del equilibrio requerido con sus adversarios ideológicos, que también invierten y crean empleos. “Lamento que por el texto se haya generado toda una polémica pero, al mismo tiempo, también considero que hay que evitar la confrontación, hay que ir al cambio por el camino de la concordia", abundó.

Este affaire no es una derrota ideológica ni mucho menos claudicación. Al día siguiente de la renuncia, el gobierno federal desplegó su fuerza comunicativa para resaltar la disculpa pública a Martha Alicia Camacho Loaiza, integrante también de la Liga Comunista 23 de Septiembre, quien estando embarazada fue torturada y privada de libertad por parte del Estado, el cual ejecutó a su marido frente a ella.

¿De qué lado debe estar la historia oficial? Todo indica que de la coyuntura política. Al presidente le gusta la historia y a muchos de sus colaboradores también; todos desde una visión claramente crítica hacia el régimen derrotado electoralmente el año pasado.

No está por demás puntualizar que la salida de Pedro Salmerón de ninguna forma ha sido consecuencia de ningún veredicto popular. Tampoco un clamor de redes sociales. Tiene sentido traer a colación una vieja sentencia de Jürgen Habermas, quien en un ensayo terminado en 1961 escribió: “la opinión pública es una ficción”. Integrante de la “Escuela de Frankfurt”, el filósofo revisó algunos conceptos que configuraron la evolución de la notoriedad pública en la burguesía europea (la llama ´publicidad´, que tiene otra connotación en alemán). De hecho, el intelectual se refiere a las audiencias que no configuran la opinión pública pero que colman las expectativas de conducta en los casos de notoriedad. Hoy día, la plataforma Twitter es el mejor ejemplo de esta conceptualización. Sin embargo, en México el factor que determina la caída de un funcionario es la política.

Para Habermas, la notoriedad pública se proyecta en dos funciones que bien pueden distinguirse: la crítica y la manipulativa. En el caso abordado no ha sido la manipulación de redes sino la crítica levantada desde la derecha ideológica el factor de decisión.

“La opinión pública domina pero no gobierna”, apunta también Habermas con suficiente sentido. La legitimidad de López Obrador es mayor a los contenidos que hacen tendencia en Twitter. Más lo relevante de este affaire es que el empresariado radical ha mostrado hasta dónde permitirá la revisión de la crónica desde la cual, indudablemente, también gobierna.

Referencia

  • Habermas, Jürgen, “Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública”, traducción de Antoni Domenech. Ed. Gustavo Gili, 1981, Barcelona.

 

@LuisManuelArell

 

 

 

 

 

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

Comparte en Redes Sociales