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Normalizar la protesta

Luis Manuel Arellano Delgado | 13:57
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

 

 

Ante el incremento de la indignación social, la cinta Guasón -de Tood Phillips- ofrece una lectura ácida sobre la salud mental en el contexto de las crecientes protestas contra el modelo neoliberal de desarrollo.

El desafío de la autoridad (en la Ciudad de México, en Quito, en Santiago de Chile, en Barcelona, Beirut o Hong Kong, por citar los hechos más recientes porque se presentan en prácticamente todo el planeta) conlleva a cuestionarnos si son actos anárquicos o libertarios, si están motivados por factores de coyuntura o si son preludio de una revuelta mayor. 

Martin Gurri, analista norteamericano estudioso del impacto de las tecnologías de comunicación en las protestas sociales, describe que muchos de los movimientos emergentes constituyen el mejor ejemplo de lo que llama “la internetización de la política”. Hay mucha ira y las plataformas digitales la están canalizando; “antes estaba todo en silencio. Ahora hay un estallido de voces, el fracaso es lo que establece la agenda y es ahí donde estamos”, añade.

Aunque la internet no constituye el eje de movilización social dentro de esta película pues está ambientada en los años ochenta, sí está permitiendo revalorar a los villanos, a partir de emociones compartidas como las que enfrenta Arthur Fleck, interpretado por Joaquin Phoenix.

El libreto sitúa los hechos en la ficticia Ciudad Gótica y retoma un personaje oscuro de la editorial estadunidense DC Comics, que a partir de 1938 empezó a publicar historias de superhéroes y villanos, los cuales se insertaron en el imaginario
colectivo a través de la televisión, el cine y la mercadotecnia. El Guasón es el primer enemigo de Batman y su oscuro pasado finalmente ha sido explicado desde una perspectiva contemporánea pero bastante verosímil. Quizá es la primera vez que un villano salta de la ficción para insertarse en la realidad.

Una realidad que supera la metáfora. El vandalismo de cientos de payasos en Ciudad Gótica tiene como propósito rechazar los efectos de la concentración de riqueza, el desempleo, la cancelación de programas sociales, la inflación y el incremento de inseguridad. En ningún momento Arthur Fleck pretende convertirse en líder de esa turba sin rostro, porque las protestas son antisistémicas y la suya inicialmente es personal. 

¿Surge el villano Guasón porque lo cobija una sociedad enferma? Por supuesto que no y quizá habría que reflexionar qué tan enfermo lo está él.

Arthur Fleck padece epilepsia gelástica y sobre ella se proyecta otra o varias patologías mentales atendidas por un programa de asistencia social pero nunca nos enteramos quién lo diagnosticó ni de qué; lo damos por hecho y lo creemos dada su apariencia, personalidad y comportamiento. 

Y en lo anterior está la clave, ya que la mayoría de la población comparte esa realidad: vida precaria, desempleo, hogar descompuesto, soledad, frustración, expulsión social o violencia. Millones de seres humanos viven así en todo el planeta, incluido nuestro país. Y quedar excluido del desarrollo no es una patología sino una injusticia. ¿Alguien aceptará que la globalización nos enferma?

Es interminable la relación de personajes idénticos a Arthur Fleck que pueden rebelarse detrás de una máscara en la vida real. La psiquiatría norteamericana, a través del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM por sus siglas en inglés) pero también el manual de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud, han propiciado una creciente patologización de los comportamientos antisistémicos, más vinculados al imparable mercado de la medicalización emergente que al diagnóstico clínico.

Allen Frances lo señala puntualmente: “las nuevas y poderosas herramientas de la biología molecular, la genética y las resonancias, todavía no han servido para crear pruebas de laboratorio para diagnosticar la demencia, la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo o cualquier otro trastorno mental”.

Psiquiatra crítico respecto de la medicalización innecesaria de los llamados trastornos mentales, Frances habla de los puntos ciegos culturales y refiere por eso que la normalidad resulta una “quimera sociológica”. La patologización del comportamiento antisocial ha devenido, junto con la voracidad de la industria farmacéutica, en la multiplicación de “trastornos”.

A mediados del siglo XIX se enumeraban seis y ahora son unos doscientos, advierte. 

Consecuencia de todo lo anterior es que el diagnóstico psiquiátrico se está vulgarizando y por ello perturba la comprensión de la realidad. En nuestro país mucha gente protesta y vandaliza con el rostro cubierto. Están en contra de algo, de todo o de nada. Tampoco tienen líderes. La pregunta es si, ante lacreciente frustración colectiva, rebelarse será una renovada condición de normalidad.

 

Referencias
* Frances Allen, “¿Somos todos enfermos mentales?”, traducción de
Jorge Paredes. Ed. Ariel, 2014, Buenos Aires.
* Entrevista a Martín Gurri. Revista Letras Libres, pag. 12-17, Año XXI,
No. 245, mayo del 2019. México.
 

 

@LuisManuelArell

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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