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La pobreza mata

Luis Manuel Arellano Delgado | 11:56
https://cdn2.excelsior.com.mx/media/pictures/2016/06/07/ladooscuro_header.jpg Luis Manuel Arellano Delgado

En México la comorbilidad asociada a la escasez no se ha resuelto con la ampliación de cobertura médica. El Seguro Popular solo cubre gasto de enfermedades; mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades corresponde a otra ventanilla.  

La miseria cotidiana tanto como las carencias acumuladas constituyen un nudo histórico que la globalización estira, pero que las tradiciones o el folclore ocultan. La narrativa que configura nuestra historia ha incluido permanentemente ese componente paupérrimo al grado de que se asume como algo natural, como destino manifiesto, como si la mayoría de los mexicanos estuviera condenada a vivir en la precariedad.

Por eso a pocos sorprende que los pobres enfermen o mueran (Arnoldo Kraus ha dicho que “la pobreza mata”). Por eso también se diseñan estrategias desvinculadas de los factores que corrompen y por eso se disponen programas para becar, subsidiar o amortiguar los efectos del binomio pobreza-enfermedad, sin duda karma de la Revolución Mexicana.

¿Y de qué se enferman los pobres? De casi todo, particularmente desnutrición calórico-proteica y anemia, afecciones intestinales, parasitosis, neumonía, influenza, cirrosis hepática, afecciones de la piel o patología oral. Son padecimientos evitables que desaparecen en la medida que el ingreso familiar se incrementa.  

En 1970, los médicos e investigadores Alejandro Celis y José Nava dieron a conocer un trabajo que documentaba el vínculo de la enfermedad con el nivel socioeconómico de vida. Revisaron expedientes de los años cincuenta y sesenta de pacientes atendidos en el Hospital General de México e identificaron factores ligados a la pobreza como nutrición inadecuada, hogares insalubres, hacinamiento e incluso falta de medios para conservar alimentos, pero también embarazos y partos tempranos, así como enfermedades que son curables cuando existen adecuadas redes de atención médica.

Esos factores, ligados a la pobreza, se compararon con las historias médicas de pacientes atendidos en la seguridad privada donde el promedio de vida es más prolongado, por lo cual se observaron padecimientos propios de la vejez diagnosticados oportunamente y pocas enfermedades infecciosas.

El trabajo de Celis y Nava fue recogido por varios estudiosos pero una de sus máximas proyecciones la realizó años después el doctor Ruy Pérez Tamayo en diferentes foros públicos. De enorme sensibilidad social, el patólogo y profesor emérito de la UNAM planteó que “para combatir con eficiencia la patología de la pobreza lo que se necesita no es más ciencia médica, más médicos o más hospitales, sino simplemente más riqueza”.

La visión de Pérez Tamayo tiene hoy mucha vigencia. En 1983 escribió: “Mientras haya pobreza no solo no habrá salud, sino que las enfermedades y las causas de muerte más frecuentes seguirán siendo las mismas”. Sus observaciones fueron ignoradas en el sexenio de Miguel de la Madrid cuando empezó la visión tecnocrática gubernamental frente a las políticas públicas, una de las cuales tiempo después se tradujo en la reducción del presupuesto federal en materia de salud.

Ver la salud desde la pobreza es mérito de varios médicos con amplio compromiso social que entre los años setenta y noventa insistieron en la urgencia de acabar con la desigualdad económica para garantizar bienestar. Pérez Tamayo aseguraba que la salud es un derecho que se vuelve inoperante en la miseria. Otra voz que se levantó para alertar sobre la patologización de la pobreza fue la del también médico Samuel Máynez-Puente, quien señaló que dada la distribución de la riqueza “en su inmensa mayoría éste es un pueblo enfermo”.

El binomio pobreza-enfermedad no va a desaparecer en pocos años. Ni tampoco con la revisión del Seguro Popular ni mucho menos con la eventual integración de un sistema único de salud para toda la población, como ha ofrecido el equipo de transición del presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Habrá que hacerlo, pero será insuficiente si los millones de mexicanos no resuelven la penuria por sus exiguos ingresos.

Imposible exigir a los desposeídos que sean ellos quienes resuelvan en su entorno familiar o desde su individualidad los factores exógenos que los condenan a estar enfermos. Abundan los recursos para resolver este nudo histórico, solo hay que aplicarlos de otra manera.

Referencia:

  • Pérez Tamayo, Ruy. Patología de la pobreza. Editado por El Colegio Nacional (colección Opúsculos) 2017, México.

@LuisManuelArell

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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