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Las mujeres, ¿el futuro de la política?

Anabella Pezet | 10:06
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Sin duda, en el mundo de los negocios y de la política, las mujeres hemos logrado avanzar en el nivel de responsabilidad; cada día alcanzamos más puestos que antes, sólo se antojaban para los hombres. Hoy las mujeres hemos roto diversos esquemas, hemos luchado por ganarnos una verdadera equidad de género, ya sea batallando por ampliar las cuotas de género o también por mérito propio, reconocido por la sociedad. 

 

¿Podemos ser las mujeres el futuro de la política? No sólo estoy convencida de ello, sino que el futuro del planeta, está en nuestras manos. 

 

La mayoría de la construcción del mundo en el que vivimos se ha realizado a través de manos masculinas. Antiguamente, el papel tradicional de las mujeres ha estado ligado a la crianza de los hijos, a atender las labores del hogar, mientras que el macho ha adoptado un papel de protector y proveedor del mismo. 

 

Es curioso que cuando pregunto a la gente que me mencionen el nombre de alguna mujer que haya cambiado la historia del mundo, siempre me topo con la misma respuesta: Madame Curie. Pareciera que en la memoria del colectivo sólo existe ese recuerdo, quizá por ignorancia, o quizá porque la historia ha sido ingrata con el resto de miles de nombres de féminas que han creado un invento y han impactado en su comunidad, o en el orbe mundial. 

 

Milenariamente, entre los hombres existe un código de respeto. Basta con mirar cómo se llevan entre ellos, pareciera que existe un entendimiento natural, con la simple mirada, que entre las mujeres no existe. Siempre he creído que, si como género femenino construyéramos un código de respeto, como en el caso de los hombres, no existirían “las amantes”, por ejemplo. De hecho, para desgracia nuestra, no existe peor enemiga de una mujer que otra mujer. Somos peor que el FBI si estamos enojadas. 

 

Pero ¿Qué pasa con nosotras las mujeres?, ¿Qué nos hace falta para conquistar la cima, igual que los hombres?

 

En primer término, la construcción de ese código de respeto entre nosotras. Sí, lograr la verdadera equidad y respeto de género transita, una buena parte, entre nosotras las propias mujeres. En valorarnos, en no criticarnos, en no inventar chismes sobre nosotras, ni mucho menos propagarlos, en no envidiar el logro ajeno, en no discriminar, en apoyar. 

 

En segundo término, las mujeres debemos de aprender de los hombres su constancia, su don de palabra, su nivel de compromiso. Y lo anterior tiene mucho que ver con la educación que nos han enseñado desde pequeños, sobre todo en la cultura occidental. Las mujeres nos educaron para ser princesas, los hombres como militares. Pero la realidad nos alcanza cuando crecemos y nos damos cuenta que el cuento de Cinderella no existe, pero tampoco el del lobo feroz, a pesar de que muchas mujeres prefieren permanecer en el papel de víctimas, pues algo ganan. 

 

Es curioso, pero ¿Por qué los mejores diseñadores de moda, chefs, estilistas, arquitectos, y demás carreras afines, son hombres y no mujeres? De nueva cuenta tiene mucho que ver con el tema de la educación que recibimos y con la conexión que tenemos las mujeres con nuestras emociones las 24 horas del día, al contrario de los hombres. 

 

Es simple la respuesta en todos los casos. Analicemos el ejemplo de un chef: en el caso de los hombres, los chefs siempre cocinarán la misma receta, por igual. Siempre cocinarán lo mismo, a pesar de que hayan tenido un mal día. En cambio, las mujeres, si han tronado una relación, probablemente ese día no habrá pastel; si tenemos cólicos, probablemente será un pastel más amargo; si estamos enamoradas, será más dulce; y así la historia. 

 

De ahí que de los hombres debemos aprender la constancia, la paciencia, la palabra que tienen, y su nivel de compromiso, es decir, debemos de aprender a ser menos emocionales en nuestra toma de decisiones. 

 

Revisando la historia de la política, las grandes mujeres que han llegado a los altos vuelos, se parecen más a los hombres que a las mujeres. Son “damas de hierro” completamente. Y ahí cuando a las mujeres se les ha cruzado el carácter y la emoción, muchas veces han caído derrotadas. Recordemos, por ejemplo, el caso de la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, de quien cuentan que cada vez que se enojaba, destruía las cosas y decoración del palacio de gobierno. Su mal carácter, su conexión con las emociones sin control, la llevaron a una destitución de inmediato. 

 

Caso contrario, el temple de Margaret Thatcher, Hilary Clinton, Ángela Merkel, mujeres que han sabido controlar sus emociones. La misma Claudia Sheinbaum podría caber en esta descripción, donde se le reconoce como una mujer fría y calculadora, como buena física y científica que es. 

 

Recientemente, este fin de semana, Colombia eligió a la primera mujer abiertamente homosexual, Claudia López Hernández, como alcaldesa de Bogotá. La nota recorrió el mundo, no por la capacidad de la mujer, sino que tristemente, por su condición sexual. Los titulares de los mayores diarios del mundo publicaron la nota, como si esa fuera la mayor característica de la mujer. A sabiendas que hay cientos, sino miles de mujeres y hombres en el gobierno que ocultan sus preferencias, ante el temor -quizá infundado-, de ser rechazados.

 

En realidad, el mundo está ávido de reconocer gente honesta y ética consigo misma. Ello no quiere decir que a los cuatro vientos la gente grite lo que le gusta, pero que sí sea honesto, y más aún que se atreva a “ser”, algo que no todos están dispuestos a hacer en su vida. 

 

La política está llena de mujeres exitosas, de mujeres que están dispuestas a “ser”. Cuando eso suceda, cuando las mujeres aprendamos a respetarnos, a ser menos emocionales y más comprometidas, en la medida en que vayamos teniendo más de estas mujeres, la política será más femenina, y el mundo también. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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