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EU pierde respeto por la verdad

Amos Olvera Palomino | 21:43
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James Stewart explica como Barry Bonds, y Martha Stewart, entre otros, edificaron el engaño --y como Estados Unidos perdió la verdad.  -–Newsweek (5/25/2011).   

 

“¿A qué hora regresas casa?” pregunta una señora cuando su esposo sale a trabajar. “No sé exactamente, mama, y no quiero mentirte. Trataré volver a tiempo para merendar con ustedes”.

La escena tiene lugar en una comunidad rural en el Sur Profundo de los Estados Unidos y pertenece a los años ’60. Breve, el diálogo transmite con elocuencia las convicciones de esta familia de religión Bautista.

Hasta entonces, ese compromiso con la verdad era inquebrantable para creyentes de las Iglesias Presbiteriana, Católica, Mormona, Luterana, Cuáquera, Bautista y Metodista, entre otras.

Practicar la verdad era acto de gracia; incurrir en la mentira acarreaba ojeriza y rechazo. Después de todo, ese mandato cristiano había sido fundamento de existencia y grandeza de la Unión Americana.

Sin embargo, frente a la modernidad y cuantiosas riquezas materiales que ofrece, ese principio fenece. Sin recato alguno, el engaño suplanta transparencia y verticalidad como virtudes. la buena fe y verticalidad como virtud.

La sociedad tolera o se desentiende de flagrantes patrañas que han recibido trato de simples pecadillos aunque vulneren sus valores más esenciales y sus intereses materiales básicos.

Controversias monumentales como la elección presidencial del 2000 protagonizada por George W. Bush que no se pudo definir en el conteo voto por voto. Como salida –sin precedente-- intervino la Suprema Corte de Justicia que otorgó la victoria a Bush, candidato Republicano.

Se inició la cacería de Osama bin Laden, presunto cerebro terrorista musulmán y autor intelectual del ataque a las Torres Gemela de Nueva York que, durante 10 años, tuvo al mundo con el alma en un hilo.

Meses más tarde se gestó el fiasco relativo a las armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein. Sin consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU, fuerzas militares aliada, bajo el mando norteamericano, invadieron Irak y derrocaron a Hussein, pero la pesadilla no cede.

Corporativos como Enron --energía eléctrica-- y Arthur Andersen -- firma de auditoria-- perfeccionaron sistemas de doble contabilidad que ocultaban calamidades sustantivas en sus estados financieros.

Ken Lay (Kenny Boy como le llamaba afectuosamente el ex Presidente George W. Bush) falleció repentinamente. Poco después Enron y Arthur Andersen desaparecieron del mapa corporativo. Regeneren o no, parece que el daño a la moral del pueblo estadounidense ya se olvidó.

Como sea, el escritor James Stewart (homónimo del actor) deplora con iracundo fervor la cadena de embustes que han soltado respetables personajes públicos y privados para encubrir hechos oscuros.

Stewart publicó un libro titulado Tangled Webs (Redes Enmarañadas) donde expone falsedades que han manejado esas personalidades con objeto esconder actos con tamaño de fechorías.

Tony Dokoupil le hizo una entrevista que apareció en el semanario Newsweek (4/25/2011), cuyo epígrafe adelanta:

James Stewart explica como Barry Bonds, y Martha Stewart, entre otros, edificaron  morada para el engaño --y como Estados Unidos perdió la verdad

 

Mentirosos de rancia estirpe

A lo largo de tres décadas, ocho libros e incontables artículos, el caballero escriba ha dedicado cuerpo y alma a desenmascarar mentirosos. Exhibirlos representa razón de ser en su carrera.

No hay que preguntarle porqué.

“Está en los Diez Mandamientos!” exclama en una plática reciente. “¿Quieres ver el rostro de una sociedad en la que todos mienten? Es algo horrendo, algo pútrido!”  También es Estados Unidos, al menos como Stewart presenta el panorama. El escritor activa señal de alarma sobre una corriente concertada, deliberada de mentiras en todos los niveles de la sociedad.

Cuando se miente bajo juramento de decir la verdad, toda la verdad y sólo la verdad se incurre en delito punible con pena corporal hasta de cinco años en prisión (el castigo es menor al que antaño aplicaban los ingleses. A felones de esta calaña se les cortaba la legua y se les mantenía de pie con las orejas clavadas a la picota).

Lo que más preocupa a Stewart  --señala Dokoupil en su artículo para Newsweek—no son los delincuentes callejeros que se arreglan con gendarmes de punto.

Más que nada, le conciernen criminales de cuello blanco, los de rancia estirpe. Aquellos que ocupan el pináculo en medios de comunicación, política, deportes y en los negocios. Supuestos individuos modelo no pillos.

Aunque no hay datos acerca de esta corrupción nítida, de manos limpias, Stewart considera que va en aumento, tendencia que entraña ominosa amenaza para el sistema legal. Obstaculiza labores en tribunales y siembra cinismo en toda la nación. En última instancia, arguye Stewart, “socava la civilización misma”.

Dokoupil toma con reserva esta afirmación. Empero, aún limitándose a los casos de alto impacto que el escritor examina –señala el articulista de Newsweek--, es difícil negar su verdad esencial.

Mentir bajo juramento es veneno para una sociedad que tiene como raíces la integridad y el imperio de la ley. Y cuando los mentirosos más rutilantes se mantienen ajenos a la persecución y castigo, se desata la cadena de falsedades. Se reducen las probabilidades que cualquier persona responda por este tipo de actos, estimulando todavía más ese patrón de conducta.

 

Perjuros petulantes   

Es bueno tener al escritor como portaestandarte de la ética y enjuiciar nuevamente a Bonds (beisbolista), Martha Stewart (magnate en medios de comunicación), así como a I. Lewis “Scooter” Libby (consultor político) y Bernie Madoff (banquero), clavando algunas orejas sobre un poste.

Todos ellos han sido juzgados y declarados culpables de perjurio (o algún delito inherente). Lo que el autor de Tangled Webs enfatiza es el momento en que cada uno de ellos se apartó de la verdad.

Bonds mintió a la corte sobre el uso de esteroides. Cuando Dokopuil publicó su trabajo en Newsweek, deslizó que el monarca jonronero de todos los tiempos podría haber librado sentencia por perjurio, haciendo notar su descaro.

Por su parte, Martha Stewart trató de sacudirse cargos por uso de información privilegiada mediante la destrucción de evidencia que se encontraba en la agenda de su asistente. Enseguida armó su propia versión de los hechos en complicidad con su igualmente culpable corredor de bolsa.

A su vez, Libby --desde su puesto como asesor del ex Vice-Presidente Cheney, “creó una especie de universo paralelo”, incluyendo en su parapeto una conversación ficticia con el finado Tim Russert, entonces conductor titular del programa de TV Meet the Press.

Libby (cuyo apellido hace recordar a Gordon G. Libby, célebre por su papel estelar en el caso Watergate), manejó este subterfugio antes que admitir la filtración --a cambio de beneficio político-- sobre la identidad de un agente de la CIA.

Stewart desmenuza el caso del distinguido banquero Bernie Madoff, quien purga condena de 150 años por fraude calificado que en números redondos asciende a 65,000 millones de dólares.

Encuentra nuevas fachadas que diseñó Madoff para despistar a la Comisión Bancaria y de Valores (SEC). En 2004, por ejemplo, investigadores de la SEC obtuvieron correos electrónicos de Renaissance Technologies, fondo de cobertura de riesgos de los más altos vuelo, que cuestionaban los rendimientos estratosféricos que pagaba Madoff a sus inversionistas.

Bernie desvió la atención de los investigadores hacia anécdotas en Wall Street y similitudes culinarias. Bajo presión habló en términos concretos. “Miren, algunos tipos tienen más valor que otros”, explicó. En ese marco agregó que “además, cierta gente tiene sensibilidad de mercado”.

La SEC se acreditó méritos al desechar la sarta de patrañas que Madoff esgrimía. Para 2006 los agentes de la comisión contaban con evidencia delictuosa que el banquero había escondido aún bajo juramento de decir la verdad.

Por esas fechas, el tinglado de Madoff representaba 20,000 millones de dólares. Al derrumbarse, la pirámide (Ponzi) erigida por el banquero se había triplicado, rebasando los 65,000 millones.

Incapacidad o indolencia de la SEC para rastrear e exhibir las mentiras de Madoff deja a Stewart sin alientos. Ese despliegue de crasa ineptitud costó 45,000 millones más a víctimas inocentes.

Pero ¿qué podemos hacer realmente al respecto? Pregunta Dokoupil en su texto de Newsweek. Stewart detalla los factores que contribuyeron al perjurio del banquero, incluyendo abogados defensores sin escrúpulos, fiscales con cargas excesivas de trabajo y a una cultura acostumbrada en general a encoger los hombros.

Lealtad reemplaza honestidad como virtud. Mentir parece algo inherente a la condición humana. La gran mayoría nunca ha tenido que escoger entre sus carreras, sus amigos y la verdad.

El propio Stewart nunca ha estado frente a esa prueba y no está seguro de aprobarla, llegado el caso, concluye el entrevistador.

    

     Amos Olvera Palomino

*Analista          amosop@hotmail.com   @PalominoAmos

 

 

Aclaración: El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.

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