Reynoso y Romo, pilares cementeros

Sebastián Luri

Estupenda la marcha de Cruz Azul. Diez victorias seguidas y 30 puntos que, proyectados en 17 jornadas, superarían las 42 unidades. Impresionante Juan Reynoso, que, según los trascendidos mediáticos, llegó al club por descarte luego de que se hubieran caído otras opciones, fue capaz, en poco tiempo, de construir un equipo confiable.

Su mayor desafío era lograr levantar de la cenizas la moral de un plantel que estaba transitando en el club la peor crisis organizacional de su historia. Los cementeros, en diciembre, estaban inmersos en una tormenta perfecta provocada por la estrepitosa caída en semifinales frente a Pumas y la inestabilidad de gestión que envolvía La Noria en una exasperante incertidumbre institucional. En los tiempos que vivimos, donde rige la ley de la inmediatez, lo anterior parece haber sido en el paleozoico, pero sólo poco más de sesenta días nos separan de aquel escenario caótico.

Reynoso, sin estridencias y con inteligencia, ha sido capaz de incorporarle al equipo su impronta sin destruir las virtudes que ya había mostrado en el pasado, fruto del buen trabajo de Siboldi. Por su reciente paso por el Puebla, llegó al club con la etiqueta de ser un técnico con un modelo de juego más reactivo que propositivo, pero la realidad ha mostrado una formación con una propuesta camaleónica que ha sabido compaginar las virtudes de sus jugadores con las necesidades que han planteado los rivales de turno.

Como similitudes entre esta versión futbolística de Cruz Azul y el semifinalista del año pasado encontramos que, en promedio, tienen la misma posesión del balón (50%), y aunque el conjunto del uruguayo dejaba la sensación de dominar más a través de la pelota, de una observación más fina se desprende que se sentía más cómodo y era más contundente de contragolpe en transiciones rápidas. Lo mismo aplica actualmente; el segundo y el tercer gol ante el Atlas son el ejemplo más reciente.

Imposible hablar de este Cruz Azul sin mencionar a Romo. Confieso que desde el año pasado, consciente de su potencial, me preocupaba que su utilización en varias posiciones lo confundiera. Conozco muchos casos de jugadores que nunca se consolidaron porque, al jugar tan bien, los ponían de cualquier cosa y terminaron sin saber de qué jugaban. Lo anterior siempre me inclinó a desconfiar de la polifuncionalidad. O el caso de Romo es la excepción que confirma la regla o debo seriamente replantearme este concepto. ¡La rompe en cualquier lado que lo pongas!

OPINIÓN

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