Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Soñar, jugar

19 de Mayo de 2020

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Roma se nutrió de las costumbres que le llegaban del sur, de la Magna Grecia, Nápoles, Tarento, Sicilia, y los pueblos invasores del norte, que penetraban por las gargantas de los Alpes, entre ellos, poco antes del siglo VI aC, los etruscos, hombres misteriosos y avanzados, con gran conocimiento de los minerales, ingeniería arquitectura —construyeron alcantarillas, acueductos—, y con el monopolio del comercio marítimo en el Mediterráneo. Como la mayoría de los antiguos, eran supersticiosos, vivían en terror a lo desconocido. Sus sacerdotes, conocidos como augures, interpretaban el destino de los hombres en los fenómenos del cielo, en el vuelo de las aves, en las entrañas de los animales. Para calmar a sus dioses adoraban a los dioses del inframundo, les ofrecían sacrificios humanos. Estos hombres primitivos, emblema de audacia y valor, se alquilaban como soldados. La ciudad eterna nació en la primavera del 753. aC.

El vocablo gladiador viene del latín gladius, espada; gladiador, el que porta la espada. El origen de los gladiadores, de los combates a muerte, es de ellos, de los etruscos; luchaban para honrar a sus difuntos. Los romanos, que eran supersticiosos, tenían diosecillos para todo, conocidos como manes, adoptaron esta costumbre, sólo que la desarrollaron entre los combatientes etruscos, a los que sumaron a delincuentes, esclavos. Los entrenaban en las escuelas llamadas Ludi.

Se pierden en los albores de la historia los sacrificios humanos. Y cómo los rituales religiosos se enlazaron con las manifestaciones de competencia y deporte. En los mitos pelásgicos había choques a muerte con una característica singular, el vencedor era muerto al año siguiente por otro combatiente, generalmente armado de lanza. Vida, muerte, rito, religión, mito, competencia, deporte, amalgamados con otras ideas de los ciclos de las estaciones, el florecimiento de las flores y los cereales; resurrección; otras perspectivas y posibilidades.

Al citar los Juegos Seculares en la Roma antigua se abre un abanico proteico en las expresiones de juego, ludens, lúdico. El juego se asocia en la casi totalidad de las expresiones humanas.

El maestro de primaria de la antigua Roma, magister ludi, remite al El Juego de Abalorios, de Hermann Hesse, la utópica Castalia del 2400, Joseph Knetch; la búsqueda de la perfección espiritual en el estudio, la meditación. En 1950, Rafael Cansinos Assens sugirió la lectura de este libro a Borges. Los Juegos de Floralia o de los salones de Praecia, de la cual habla Plutarco; de apariencias, ser lo que no se es; de lógica como los de Carroll, de silogismos como el de Chuang Tzu que, al despertar, tras haber soñado en ser mariposa, no sabía si en realidad era una mariposa que ahora soñaba en ser Tzu. La vida es sueño y juego. Soñemos y juguemos.

 

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