Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Recuerdo

24 de Noviembre de 2020

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Al encender la computadora, el viernes anterior, en la pantalla me entero de la muerte de Ernesto Canto, oro olímpico en los Juegos de Los Ángeles, un hombre de inquebrantable voluntad de superación deportiva, que nació en un entorno aún con la reverberación global motivacional de los JO de México 1968. Canto cumplía apenas los nueve años, cuando el Sargento Pedraza cruzaba la meta con aquel gesto de coraje e insatisfacción unos metros atrás del soviético Vladimir Golubnichy. Una serie de circunstancias coincidieron en la vida de Ernesto Canto que lo llevaron a un ascenso meteórico y a recibir la simpatía y el cobijo de las autoridades deportivas, lo que motivaría, por otras circunstancias, entre ellas el resonante fracaso de la caminata en Moscú 80, a un antagonismo con Raúl González que derivó en la superación individual de uno y otro, simbiosis agonal, y a proyectarlos por la fortaleza y salud de sus cuerpos a las más altas cumbres de la caminata. La atmósfera de la década de los 70 impregnaba en entusiasmo no sólo a los atletas sino al pueblo de México, a los aficionados. El polonés Jerzy Hausleber cambió ideas y mostró el secreto del triunfo bajo el apotegma del entrenamiento y la competencia: esfuerzo, mayor esfuerzo y altura, mayor altura, de México a Bolivia. Ernesto Canto tuvo una pronta relación con la caminata y el privilegio, al ganar una competencia infantil de 600 metros, de recibir de manos de El Negro Daniel Bautista la medalla de primer lugar. Su sueño hecho realidad. El estímulo tocó campanas en su espíritu luchador. Entrenó, corría el año de 1972, con Miguel Ángel Sánchez. A los 14 años, brilló en el Centroamericano juvenil de Venezuela. Y en 1976, tras conseguir el oro centroamericano en Xalapa, recibió la invitación de formar parte de la selección de México en primera fuerza. Cambio que transformó su vida: de súbito, al lado de Bautista, Raúl González, Martín Bermúdez, Ángel Flores, Vera, Aroche… y un año después, sexto en la prestigiosa Copa Lugano en Eschborn, Alemania, en 1979, previo a Moscú 80. La marcha, con sus héroes mexicanos moldeados por la inteligencia de Hausleber, ejercía un poder magnético en México y provocaba la admiración en Europa, principalmente en Alemania, Inglaterra, Rusia, Italia, Checoslovaquia. ¡Tiempo de energía, entusiasmo, de placer por la competencia entre andarines!: millares y millares de aficionados acudían a Paseo de la Reforma y al Bosque de Chapultepec. Difícilmente se produciría ahora semejante espectáculo. El ápex de Canto ocurrió en 1984, en el Memorial Stadium de LA. Oro en 20 km. Variable la condición humana. De repente, a sus 61 años, aparece la enfermedad en el cuerpo de Canto. Canto, un atleta que siempre estará en el recuerdo de México y de la esfera olímpica.

 

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