Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Fragilidad

27 de Noviembre de 2020

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Acontecimientos, circunstancias arropan a los héroes en un aura que encandila y magnetiza a las multitudes. Al dominio en una actividad deportiva si a sus raíces de pobreza se suman situaciones adversas parece intensificarse la admiración. Durante el Campeonato Mundial de 1986 en México estaba reciente la Guerra de las Malvinas —(1982) el despliegue de fuerzas bélicas marítimas y aéreas de Inglaterra al hemisferio sur, el hundimiento del Belgrano, la muerte de jóvenes pilotos argentinos, la repercusión y cambios en el gobierno sudamericano—, de tal manera que, además del éxito deportivo de Argentina sobre la oncena de Inglaterra, los dos goles de Maradona eran la vindicación de su país en el deporte más popular del mundo. Un gol tramposo y otro en el que ofreció, desde la media cancha, muestras de su virtuosismo futbolístico. El triunfo por 2-1 alcanzó otra dimensión en las clases marginadas, y significado en la imaginería, fue la victoria de los débiles contra los poderosos; de una nación pobre contra una rica. Acaso fuese su entronización como uno de los astros más refulgentes en la historia del futbol. Su carrera y ascenso al firmamento futbolístico, su paso por Boca Junior, Barcelona y Nápoles, comunicó en la masa alegría, posibilidades, esperanzas, la ensoñación de ser y de tener. Dominó el balón con magia y arte, pero no pudo dominar su pasión interior por el consumo de drogas; logró la anulación de sí mismo. Naufragó. Su preparador físico lo describió así: “Con Diego voy a cualquier parte; con Maradona, ni a la esquina…”. El papa, Jorge Mario Bergoglio, expresó a la muerte de Maradona: “…un extraordinario futbolista, pero también un hombre frágil, con una vida marcada en varias ocasiones por el flagelo de las drogas”. Dos personalidades en un hombre, el común denominador en un gran número de personas, en el que la mayoría logra frenar o domar la parte que no se ajusta a los valores morales o sociales. Fragilidad engloba, tal vez, la transgresión a las normas, soberbia, embriaguez de la fama y celebridad, dar oído a la adulación, a la credulidad en la que anida la vanidad, vacío espiritual, excesos, desorden. Maradona se hizo esclavo de una pasión destructiva. Conoció las dos partes de la moneda. Ambas atractivas para la masa. Podría pensarse que infringir las normas, romper con el orden, la rebeldía del héroe deportivo (Vivir de un modo peligroso es obtener el mayor placer que puede dar la existencia: Nietzsche), estimula poderosamente a quienes jamás en su vida se han atrevido. La masa se identifica con el héroe, con sus actos, vive y paladea sus hazañas; aspira en su fuero interno a ser como él, a romper los moldes que nunca ha roto ni romperá. Desea imitarlo, su pasividad se lo impide. En eso reside la popularidad.

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