Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Devorador de tiempo

18 de Septiembre de 2018

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Eliud Kipchoge, el Mercurio Negro de la tribu nandi, hechiza al mundo del atletismo y del deporte con su brillante trayectoria y demostración en Berlín.

Esfuerzo fascinante respaldado por un ejército de técnicos y científicos que, sin duda, con la experiencia del año pasado en el pavimento de asfalto de Monza, cuando corrió con zapatillas especiales, perfeccionaron en diversas áreas el ahorro de energía fisiológico.

Desde el domingo es el primer hombre en cruzar la frontera de las 2 horas horas con 2 minutos: récord mundial en los 42,195 m en 2:01.39. Borró la marca de Dennis Kimetto 2:02.57, reduciéndola en un minuto y 18 segundos. Es el décimo RM en la capital alemana, el octavo entre los hombres.

Momento estelar fresco, impactante y al mismo tiempo perecedero, fugaz, pronto a ser olvidado por la frágil memoria humana. Allá se pierde el esfuerzo del Rey de Reyes, el etíope Haile Gebrselassie el primero en cruzar el muro de las 2:04, el del keniano Dennis Kimetto, el primero en romper las 2:03 porque, en poco tiempo, con los avances científicos, se podrá presenciar la ruptura de las dos horas en la distancia de maratón.

Emociona, tan cerca y aún tan lejos, el mítico muro de las dos horas, en la hermosa y cruel prueba, emociona y causa tanta o más expectación como cuando flotaba la idea de lo imposible de correr la milla en menos cuatro minutos o los 100 m planos en menos de diez segundos, como parte de una imaginaria apasionada de espectadores y comunicadores.

Los diletantes se extasían in crescendo en la combinación de los límites del esfuerzo humano con el héroe que se aproxima a ella,
a la espera, con atención, en la resonancia mágica de una coda sinfónica.

Cada récord mundial es la síntesis de conocimientos, la suma y acumulación de aciertos, la valiosa detección de errores, el descarte de ellos, a través de varias generaciones. Y, a decir verdad, en cualquier época, pretérita o venidera, el RM, siempre está en la línea del límite humano. Un récord mundial, también representa un récord individual, personal.

De 33 años de edad, Eliud Kipchoge, nacido en Eldoret, el 5 de noviembre de 1984, es de la tribu nandi, de la que han surgido notables corredores como el célebre Kipchoge Keino, vencedor del ícono estadunidense Jim Ryun durante los JO de 1968 en México, Paul Tergat, Samuel Wanjiru, Catherine Ndereba.

Eldoret, que significa río de piedras en lenguaje masai —ritual de iniciación, escudo de piel, lanza, cuerpo negro, delgado, de músculos elásticos, resistentes al dolor y al esfuerzo, prueba de valor ante el león salvaje.

La realidad y cultura ha cambiado: en la actualidad los masai se dedican a la protección de los leones que están en riesgo de extinción a causa de la estupidez humana—, se localiza en la parte oeste de Kenya, en el Valle del Rift, a una altura de 2,019 m snm de promedio.

Es un atleta extraordinario, cuyo cuerpo se ha moldeado con el entrenamiento Fartlek en la altiplanicie africana, polvorienta y ondulada y en la pista sintética.

El 2:01:39, de este devorador de tiempo, una máquina de la resistencia, con rostro enjuto, de anciano, es la consecuencia, voluntad acerada y entrega, de casi cuatro lustros.

Campeón olímpico en Río de Janeiro y plusmarquista mundial se proyectó al empíreo cuando el 31 de agosto de 2003, ¡a los 18 años de edad! derrotó en los 5,000 m en el Mundial de París, a los inmortales a Hicham El Guerrouj y Kenenisa Bekele.

Corrió a un promedio de 2:52.9 cada km. La ruptura de las dos horas significa un ritmo de 2:50.6.

 

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