Naomi Osaka, un sol naciente en el tenis

De padre haitiano y madre japonesa, Naomi Osaka es una de las figuras emergentes del deporte blanco; Estados Unidos buscó enamorarla, pero su corazón le es fiel a la lejana tierra que la vio nacer

Ilustración: Luis Flores
Ilustración: Luis Flores

CIUDAD DE MÉXICO.

Leonard Francois le pidió a Naomi que, pasara lo que pasara, siempre defendiera a la lejana nación del sol naciente. Cuando la pequeña creció, el medio para honrar a su haitiano progenitor fue el tenis, aunque hablar en japonés parezca a veces una asignatura pendiente.

El pasado domingo 9 de septiembre, el escenario para gloriar a su familia fue el mejor: Nueva York, la ciudad que 17 años atrás Leonard había elegido para darle una vida más tranquila a Tamaki, su esposa, y a sus hijas: los padres de su mujer nunca aprobaron un matrimonio entre un haitiano y una japonesa. La decisión entonces fue emigrar a Estados Unidos, donde Naomi creció desde los tres años.

Radicados en Long Island, los padres de Naomi se dieron cuenta del talento con la raqueta que tenía su hija, por lo que emigraron a Florida, en pos de catapultar su carrera en el tenis. Así ocurrió.

En el todavía fresco US Open 2018, Osaka, de apenas 20 años de edad, se convirtió en la primera japonesa en ganar un torneo de Grand Slam: dos sets (6-2 y 6-4) le bastaron a David para derribar a Goliat... inaudito, la favorita local, Serena Williams, había caído.

Como Frank Sinatra lo pedía, se esparcieron las  noticias de la Gran Manzana. El mundo replicó su hazaña: los diarios de Japón llevaron tal éxito a sus primeras planas y los programas de TV abrían con la campanada; las mieles fueron para Japón, como sus padres lo quisieron; tan determinados estaban Leonard y Tamaki que rechazaron la petición de la Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA) para que Osaka jugara de barras y estrellas.

Hemos tomado la decisión de que Naomi represente a Japón desde que inició con su carrera”, respondieron sus padres en su momento a través de un correo electrónico. “Ella nació en Osaka y se crió en una casa de cultura japonesa y haitiana. Naomi y su hermana Mari siempre se han sentido japonesas, y ésa es nuestra razón de ser. Nunca fue una decisión motivada por lo financiero, ni tampoco influyó alguna federación nacional”.

Naomi, fan de Pokémon, representa a Japón desde los 10 años. Sabe hablar japonés, pero usualmente las preguntas que le hacen en ese idioma las contesta en inglés.

Al parecer, las decisiones de Osaka y su familia siempre han dado nota: ya como tenista en forma, Naomi dejó de jugar en muchos torneos de su categoría, y optó por pequeños certámenes organizados por la Federación Internacional de Tenis (ITF). Incluso cuando tuvo el ranking para ir a torneos de Grand Slam (en junior), prefirió no hacerlo.

A los 16 años, la USTA, a pesar del rechazo de Naomi por jugar para EU, le ofreció un lugar en su programa: incluía varias semanas al lado del español José Higueras y acondicionamiento con Pat Etcheberry, quien formó a grandes como Pete Sampras y Andre Agassi.

Pero según la USTA, Osaka no dio visos de un gran potencial, aunque es difícil detectar el talento de un niño o adolescente hasta que no juega de manera profesional. Fue otro traspié de la USTA, pues Naomi maduró y su físico es hoy extraordinario: en el US Open de 2016 su saque alcanzó los 201 kilómetros por hora, lo que sólo nueve jugadoras en el mundo han logrado.

En NY ganó su segundo título profesional (en marzo se coronó en Indian Wells). Su reciente ascenso se debe en mucho a su actual coach, Sascha Bajin, quien alguna vez fuera parte del equipo de asistentes de Williams, modelo a seguir de Naomi desde que era pequeña.

Siempre soñé que jugaba contra Serena una final de Grand Slam”, había dicho Osaka hace un tiempo a la BBC. La semana pasada, ya no hubo más quimeras en la ciudad que, según Sinatra, nunca duerme.

 

AMU

 

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