La amistad y el balón; un abrazo a la distancia

Los argentinos Salvador Capitano y Elvio Paolorroso trazan un perfil del técnico de la Selección Mexicana

Fotos: Mexsport

CIUDAD DE MÉXICO.

El 17 de mayo de 2014, Gerardo Martino caminó por el Camp Nou hacia su oficina, se recostó en un sillón, miró al techo y no dijo una sola palabra hasta entrada la madrugada. Esa noche, tras el silbatazo final del Barcelona-Atlético de Madrid, Tata Martino miró incrédulo por última vez el marcador: 1-1, y el Barça perdió La Liga. Un polémico gol anulado a Lionel Messi dejó al cuadro culé sin el campeonato. Pasó horas recostado, con la mirada perdida en el techo.

Martino estaba destruido, se acostó en el sillón que tenía en su despacho y le dije: ‘Sé que no tienes ganas de hablar, pero estoy aquí al lado tuyo hasta la hora que quieras’. Nos hemos quedado hasta las dos de la mañana en silencio, estaba también Raúl Marcovich, estábamos los tres en silencio esperando a que él reaccionara y dijera: ‘¡Vámonos!’”.

El de la voz es el preparador físico Elvio Paolorroso, quien por más de 15 años estuvo a lado de Martino como parte de su cuerpo técnico y describió aquella noche en el Camp Nou como uno de los momentos más amargos de su carrera.

EL INDIO SOLARI LE ENSEÑÓ EL CAMINO COMO TÉCNICO

Apenas un par de años después de haberse retirado como jugador, Gerardo Martino se convirtió en entrenador.

Sus inicios modestos, pero firmes, esas primeras charlas de vestidor en Almirante Brown de Arrecifes, Platense, iban acompañadas siempre de las lecciones de Jorge El Indio Solari, que dirigió al Tata en Newell’s Old Boys y lo embarcó en su aventura por España con el Tenerife.

El Tata admira como uno de sus mejores entrenadores al Indio Solari, muchas de las cosas que aprendió a la hora de ser entrenador se basan en las enseñanzas que vivió al lado de aquel cuerpo técnico que encabezaba Jorge Raúl Solari”, señala el técnico argentino Salvador Capitano, amigo de Martino.

La personalidad es muy parecida. Cuando El Indio aparecía en los entrenamientos todas las miradas se iban sobre él, todo el mundo se callaba y se ponían a escuchar lo que él tenía que decir. En este caso con El Tata es lo mismo, cuando él se para frente a un plantel de futbol hay una fijación de querer escuchar lo que una persona con esa inteligencia y capacidad puede decir”, señala Capitano sobre las similitudes entre ambos.

NEWELL’S, CUANDO EL TATA SE JUGÓ EL PRESTIGIO

La amistad de Capitano con Martino se remonta a sus épocas de jugador en Newell’s Old Boys, equipo del que tomó las riendas en el momento más crítico del plantel.

Le tocó hacer historia al volver a Newell’s Old Boys. Eran último en los promedios, nadie quería agarrar ese fierro caliente y El Tata se jugó el prestigio por el club que ama. No sólo los puso en primer lugar de los promedios, sino que se logró salir campeón”, recuerda Capitano.

La lucha por la salvación fue amarga, pero Martino pudo disfrutar las mieles de la victoria, que pronto lo catapultaron a otros desafíos.

No lo puedo asegurar, porque a veces los técnicos sufren de manera distinta, pero la etapa que más disfrutamos fue la Copa del Mundo con Paraguay, porque no teníamos esa presión de ser campeones sí o sí, hicimos un campeonato bárbaro”, señala Paolorroso.

La etapa de Argentina no la hemos podido disfrutar a pesar de que estadísticamente los resultados fueron extraordinarios, 30 partidos jugados y un solo partido perdido de manera oficial”, cuenta Paolorroso.

 

Amigos con balón. Tata Martino y Elvio Paolorroso han vivido juntos varias aventuras en el futbol. Foto: Cortesía Elvio Paolorroso

 

LA SUERTE DE ARGENTINA Y EL VALOR DE LA AMISTAD

Tras la muerte de Julio Grondona, en 2014, el futbol argentino se quedó sin cabeza. La Asociación de Futbol de Argentina fue presa de una batalla por el poder, justamente ahí se dio la llegada de Martino, pero eventualmente dio un paso al costado, sumado al trago amargo de perder las finales de la Copa América 2016 y la Copa América Centenario.

Había grandes problemas a nivel directivo, Martino no quería tomar a la Selección  Argentina, porque se vendrían tiempos difíciles con la muerte de Grondona, pero le insistieron, dos o tres veces que al final aceptó. Luego de que asumió, a los dos años le di la razón: ‘Tenías razón, el problema de los dirigentes es terrible’. Ahí fue cuando decidió irse. Pero a Martino le pidieron casi de rodillas que se quedara”, afirma Paolorroso.

Aunque sea por unas horas, en mensajes o fugaces llamadas, cada semana tiene un pedacito de su hogar o por lo menos eso busca Salvador Capitano.

Hace 30 años que todos los miércoles por la noche estamos ahí con él en La Peña comiendo asado, sacamos fotos y se las enviamos; él nos manda fotos del lugar en donde está, trata de hacerse presente, aunque esté trabajando desde el exterior”.

Para Elvio el viaje es pesado, pero su amistad lo impulsa.

Cada tanto, en esas reuniones de los miércoles viajo los 300 kilómetros de Buenos Aires a Rosario para verlos, sobre todo cuando está Martino. Voy para disfrutar la cena y hablar con Martino, es una forma de mantener la amistad”, sentencia.

NBA Y HUMO DE CIGARRO

En la cancha el Tata es pensativo, estudioso.

Es un ser humano muy, pero muy humilde, es tímido. En su momento en Paraguay me dijo que iba a hacer un curso de cocina. Le gusta mucho el tenis, lo sigue a muerte, también la NBA, en una época tenía estadísticas, por años anotaba en un cuaderno quién ganaba o quién perdía”, recuerda Paolorroso.

El fumaba mucho y le había prometido a sus hijas que los días de partido no iba a fumar. Cuando el partido terminaba e íbamos a cenar, miraba la hora desesperado para fumar y me decía: ‘Son las 10 de la noche... son las 10:30’, y yo muchas veces le decía: “Pues, bueno, fuma”, pero él me respondía que le había prometido a sus hijas que el día del partido no iba a fumar, así que esperaba hasta las 12 con un minuto para volver a fumar, aun cuando sus hijas estaban a cientos de kilómetros de distancia y no se iban a enterar, pero él les había dado su palabra”, concluye.

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