Marcha mexicana alcanza la cumbre en Los Ángeles 1984

Raúl González ganó presea en ambas pruebas, mientras que Ernesto Canto se llevó los honores en los 20 kilómetros

CIUDAD DE MÉXICO, 30 de marzo.- El Coliseo de Los Ángeles atestiguó el esplendor de la marcha mexicana. Las tres medallas conseguidas en esta disciplina en los Juegos Olímpicos de 1984, dos por Raúl González y una por Ernesto Canto, fueron el colofón de una generación dorada que creció y se consolidó llevando la Bandera Nacional a los podios más importantes del escenario mundial.

Ernesto Canto y Raúl González fueron dos de los mejores marchistas que vio el mundo en el siglo XX. Andarines capaces de ganar en donde se paraban y que llegaron a conseguir marcas mundiales. Por eso, luego serían reconocidos como parte destacada de la selecta historia de la marcha.

González, un hombre que jamás fue descalificado durante su trayectoria deportiva, era todo un veterano del circuito en aquel momento. En Los Ángeles acudía a sus cuartos juegos y estaba consciente de que era la última oportunidad. Estuvo compitiendo en el escenario olímpico desde 1972. Luego presenció, en Montreal 1976, como Daniel Bautista se llevó la presea dorada implantando marca olímpica. Ahora era su turno.

Primero lo hizo con una plata en los 20 kilómetros, en una prueba realizada el 3 de agosto y que fue ganada por el también mexicano Ernesto Canto. Dos banderas tricolores en el podio olímpico, algo que no ha vuelto a suceder. El país dominaba la prueba con autoridad, eran los días de gloria que se han convertido en inalcanzables para las generaciones actuales.

Canto, inspirado por el segundo sitio del sargento José Pedraza en los Juegos Olímpicos de 1968, llegó a Los Ángeles tras haber sido nombrado el mejor marchista del mundo en 1983. El reconocimiento era una consecuencia de sus títulos en los Juegos Panamericanos y en la primera edición del Mundial de Atletismo. De hecho, los 20 kilómetros de marcha fue la primera prueba de aquel Mundial y Canto el primer campeón de la historia.

Ernesto Canto adoptó con el transcurso de los años un notable respeto hacia Daniel Baustista. Por eso, cuando éste fue descalificado cerca de la meta en Moscú 1980, Canto se propuso devolver esa medalla a México y el destino quiso que fuera en la misma prueba de los Juegos Olímpicos inmediatos, los de 1984, en una ciudad plagada de mexicanos. Con el resultado, Canto se convirtió en el primer nacional que gana un oro mundial y que al año siguiente se consagra como monarca olímpico.

Hacia el final del calendario, el 11 de agosto, llegó la prueba de 50 kilómetros de marcha. Bajo unos 38 grados centígrados, los asistentes al Coliseo vieron entrar en primer sitio un hombre de jersey blanco y tez morena, que portaba el número 639 y el nombre de México en mayúsculas. Era Raúl González, que dejó tendido al italiano Maurizio Damilano e ingresó llorando a su cita con la consagración histórica, quince años después de haber tomado la decisión de dedicarse a la caminata.

González Rodríguez, quien para estos Juegos realizó un entrenamiento ajeno al del equipo mexicano que encabezaba Jerzy Hausleber, se convertía en el único marchista nacional que ganaba medalla en ambas pruebas y además ayudaba a que la marcha mexicana se llevara tres de las seis preseas disponibles en la rama varonil.

Raúl González fue considerado, en 1987, como el mejor andarín del siglo XX, esto en el marco del 75 aniversario de la IAAF. Eran los tiempos en que México se consideraba una potencia mundial.

 

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Rumbo a Londres 2012

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