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Nacional

Rafael Alducin Bedoya fundó El Periódico de la Vida Nacional

El primer director de Excélsior fue un pionero de la formación de la empresa periodística moderna

Virginia Bautista | 18-03-2012

CIUDAD DE MÉXICO, 18 de marzo.- El periodismo, los automóviles, la charrería y los caballos, en especial un corcel pura sangre inglés que le gustaba montar todos los días y pasear por el Bosque de Chapultepec, fueron las grandes pasiones de Rafael Alducin Bedoya (1889-1924), fundador del diario Excélsior en 1917 y su director durante los primeros siete años.

Pionero en México como empresario de prensa, organizador de una de las primeras carreras de autos, introductor en 1920 de la técnica del rotograbado, y del Día de las Madres, dos años después, además de crear la Casa de Salud del Periodista, el poblano fue ante todo “un visionario”.

El joven de 28 años que publicó por primera vez El Periódico de la Vida Nacional un día como hoy, pero de hace 95 años era, en opinión de la investigadora María Teresa Camarillo, “un empresario y periodista nato, comprensivo, dinámico y solidario”, que conjugaba el sentido de lo humano con los negocios.

“Él abrió en el país lo que llamo la prensa mercantil e industrializada; es decir, no era como la prensa del pasado, que tenía un carácter más ideológico. Excélsior nació ya con características modernas, de ser eminentemente noticioso, informativo, pero también de opinión y con una visión totalmente empresarial”, afirma.

La historiadora de la prensa destaca que quien nació el 22 de enero de 1889 en San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), Puebla, no paró hasta concebir un diario que ofreciera un contenido para todas las familias mexicanas, con secciones aún vigentes, con un carácter nacional que en ese entonces nadie procuraba y una línea editorial “abierta a todas las posturas y temas, más libre”.

Explica que el éxito de Excélsior, que fue inspirado en el periódico estadunidense The New York Times, se debió sin duda a que Alducin había sido con anterioridad un hombre de negocios. “Él tenía muy clara la visión de que la prensa, además de cumplir con su función de informar, tenía que ser un producto que dejara ganancias”.

Efectivamente, el hijo de Rafael Alducin Quintero e Isabel Bedoya Rossainz y Huerta, después de realizar sus estudios en el Liceo Fournier, el Colegio Inglés y el Colegio del Estado, en la capital poblana, donde cursó la preparatoria, descubrió en la Ciudad de México su fascinación por el periodismo tras visitar en diversas ocasiones El Imparcial, ya que el hijo del director, Rafael Reyes Spíndola, era su amigo.

Después de comerciar llantas de desecho, lo que despertó su afición al automovilismo y, por eso, organizó con Julio Limantour en 1914 una de las primeras carreras, Alducin comenzó su trayectoria periodística en 1912: compró el periódico El Automóvil en México, y en 1915 la Revista de Revistas, publicación creada en 1910 por Luis Manuel Rojas, según datos del periodista Humberto Musacchio. Pero, sin duda, su obra cumbre fue  Excélsior.

“Él incluye en el diario secciones en inglés, de tiras cómicas, para mujeres, niños, de negocios, deportes, que fueron fundamentales para allegarse más lectores. En una época en la que los periódicos tenían una visión muy local, él pensó a nivel internacional, por eso abrió corresponsalías no sólo en el país, sino en el extranjero; ya tenía en Nueva York, Washington y en un país de Europa.

“Trabajaba con las agencias de noticias; dio importancia a la imagen, a través de la fotografía, el dibujo y la caricatura; y fue uno de los primeros en introducir la figura del reportero de guardia que aún se usa”, detalla la estudiosa.

Una vida corta

El bisnieto, por parte de su madre, del secretario del prócer independentista José María Morelos, el insurgente Juan Nepomuceno Rossainz, tuvo una vida plena, pero corta, pues murió el 29 de marzo de 1924 en la Ciudad de México, a los 35 años.

En 1916, se casó con Consuelo Thomalen, con quien tuvo tres hijos: Consuelo, María Luisa y Rafael.

En un viaje a Italia, según consta en el Archivo de Excélsior, el presidente de esta compañía editorial fue recibido el 19 de abril de 1923 por el Papa Pío XI, quien le concedió una audiencia especial en El Vaticano, a pesar de que este Estado no tenía relaciones diplomáticas con México.

Alducin entrevistó además, dos días después, al entonces presidente italiano Benito Mussolini, quien le obsequió un retrato autografiado y el libro Mi diario de la guerra, con una dedicatoria.

La fama internacional del periodista quedó demostrada un año después, cuando el 7 de febrero de 1924, desayunó en Nueva York con periodistas de Estados Unidos, a quienes invitó a la inauguración del nuevo edificio de Excélsior, aún en construcción.

Pero su trayectoria se vio truncada con su muerte prematura, a consecuencia de una caída de su caballo. “… Salía por la puerta del Bosque de Chapultepec que da a la avenida Chapultepec, cuando el silbato de un tren eléctrico, conocido como El Rápido de San Ángel, sonó estridentemente. El corcel se asustó y se encabritó. El brusco movimiento del caballo tomó por sorpresa a don Rafael, quien no lo pudo dominar y cayó al suelo y se fracturó la base del cráneo. Falleció el 29 de marzo de 1924”, apunta Teodoro Torres en su libro Periodismo (1937), citado por María Teresa Camarillo.

Así, quien vivió en el número 121 de la calle de Liverpool murió a las 23:45 horas de ese día en el Sanatorio de la Beneficencia Francesa y fue enterrado en el Cementerio del Tepeyac.

“Con su muerte terminó una etapa brillante de Excélsior, diario que se quedó en manos de su esposa, quien no pudo con el negocio. Pero su memoria ha hecho que este periódico siempre se mantuviera queriendo ser uno de los mejores del país”, concluye la investigadora.

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