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Función

Manolo Fábregas, El Señor Teatro

Nancy Méndez C. | 10-07-2011

CIUDAD DE MÉXICO, 10 de julio.-  Fela Fábregas abre el baúl de los recuerdos en medio de un día lluvioso de julio. Hablar de su esposo Manolo Fábregas, mejor conocido por muchos como el Señor Teatro, es algo que le causa satisfacción, pero también una melancolía. De seguir con vida, el primer actor en protagonizar un montaje en Broadway, cumpliría este 15 de julio 90 años.

Sin embargo, partió el 4 de febrero de 1996 debido a un paro cardiaco y reposa en el Panteón Jardín de la Ciudad de México.

“Se llamaba Manuel Enrique Sánchez Navarro, pero nunca lo usó, no sé por qué le gustaba Manolo, supongo que porque era más corto”, señaló su esposa, con quien vivió por alrededor de 49 años.

La ahora dueña de los seis recintos que dejó como legado el productor, empresario, actor y director de teatro, prefiere sólo recordarlo en su memoria como único homenaje, más allá de la conmemoración masiva, pues considera que Fábregas no sólo vive en cada pasillo de los inmuebles, sino que quedará en la historia de México como un impulsor del arte vivo de los escenarios.

“Lo recuerdo con mucho cariño, nostalgia y resignación, porque no es fácil olvidarte de tantos años de vida juntos. Él me enseñó a trabajar en esto, tuve la suerte de ser una viuda que no se quedó llorando en su casa, sino tratando de continuar con lo que él hizo: que el teatro fuera posible y estuviera vigente”, expresó a Función, Rafaela Salinas, su nombre real.

La oficina del nacido en España, pero con una carrera gestada en nuestro país, se abre en el interior del Teatro San Rafael. Sus paredes están rodeadas de fotos en blanco y negro donde el actor posó, en diferentes épocas, junto a María Félix, Agustín Lara, Marga López, Ofelia Medina, Ricardo Rocha, Ignacio López Tarso, Eulalio González Piporro, Juan Peláez, Anthony Quinn y David Reynoso, entre muchas más, pero hay una que destaca en el fondo: una ampliación de su imagen en solitario como si no quisiera irse de aquella habitación ubicada justo detrás del escenario, en espera de la tercera llamada.

“Nació en el teatro, incluso creo que lo concibieron en el teatro (ríe). Me preguntó alguna vez: ‘la gente que no habla de teatro, ¿de qué habla?” Ésa era su vocación. Recuerdo siempre verlo en un proyecto y de inmediato otro, era incansable. Es el único actor que actuaba, dirigía, producía y construyó sus teatros”, detalló la productora.

Sus inicios, en la infancia

Manolo Fábregas, nieto de la actriz mexicana Virginia Fábregas (1871-1950), llegó a México a los 13 años y comenzó cantando con un quinteto que formaron él, Gustavo Rojo y las hermanas Julián en la XEW, pues en teatro no había mucho trabajo.

Partió hacia España, en 1948, junto a la compañía de Luis G. Basurto, que apoyó a su abuela en su despedida ante el público europeo. Ahí trabajó en las películas De mujer a mujer, junto a Amparo Rivelles, Llegada de noche, con Adriana Benett, y La noche del sábado, al lado de María Félix. En1950 regresó a tierra azteca tras un accidente de su abuela en el que fue necesario hospitalizarla.

Se instaló por completo e invirtió sus ahorros en su primera producción Celos del aire, en el Teatro Ideal de la calle de Dolores que estrenó el 2 de noviembre de 1950 con Carmen Montejo, Silvia Pinal, Jesús Valero, Pilar Mata, Carlos Cores y Arturo Soto Rangel, dirigida por Julián Soler. Desde entonces no pudo dejar el escenario mexicano, a pesar de que 15 días después falleció su abuela, quien yace en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Sexteto, de Ladislao Fodor, en el teatro Rita Macedo, fue la primera obra que dirigió.

“A la semana de haberse estrenado una obra, al final de la última función, a medianoche, se empezaba a ensayar la siguiente. Manolo quedaba sin dinero, pero muy fortalecido. Creo que durante esta época se empieza a modelar en él el Hombre Teatro, como hoy se le llama. Hizo alrededor de cien obras completas con amor y deuda”, aseguró su esposa.

En 1952 se convirtió en pionero de la TV con el programa dominical La telecomedia de Manolo Fábregas, en la que dirigió y actuó, durante más de tres años, una obra de teatro diferente en vivo cada semana.

Al regresar, hizo Testigo de cargo, en el Teatro de los Insurgentes con duración de cinco años y medio; ahí comenzaron las galas de estreno a la que asistían figuras del medio como ahora sucede.

En 1958 protagonizó Mi bella dama, primero en Monterrey, Guadalajara y luego en el DF, donde su debut fue en el Palacio de Bellas Artes. A pesar del éxito, la inversión no pudo recuperarse. Ahí se enamoró del teatro musical y logró realizar una de sus obras soñadas: El violinista en el tejado, en el Teatro Manolo Fábregas.

Lado bohemio

Manolo Fábregas se caracterizaba por vestirse y comer bien y además tenía entre su lado creativo el de la música, pues gustaba de cantar junto a su amigo, el compositor Mario Ruiz Armengol.

Si su atención no estaba en el teatro, se hallaba en el juego: el póker, el hipódromo y el frontón. Su vida bohemia quedaba de lado cuando llegaba la nueva producción teatral.

Incursión en Broadway

En 1963, Fábregas llegó a Broadway a protagonizar El rey y yo (The King and I) en inglés, junto a Eileen Brennan, obra de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, basada en el libro Anna and the King of Siam, de Margaret Landon. El Señor Teatro es considerado como el primer mexicano que logró ubicarse en la Gran Manzana.

Además produjo teatro en Argentina con las obras Divorciémonos y Todos los días de amor en el Teatro Odeón de Buenos Aires.

El 18 de febrero de 1965 el actor inauguró su propio y primer teatro, el Manolo Fábregas (antes Nuevo Teatro Ideal) con la obra Cualquier miércoles, a cargo de los actores Fernando Soler, Silvia Pinal, Marilú Elizaga y el mismo Manolo.

“A 90 años de su nacimiento, yo lo siento en todas partes, en mi casa y sobre todo en los teatros San Rafael y Manolo Fábregas. A veces siento hasta el cigarro, pues fumaba mucho, hasta que un día lo dejó. Se fue sano y contento, creo que él decidió cuándo irse.

“Fue buen padre, hijo, amigo y esposo, con los defectos conyugales que no te puedes evitar, porque nunca me casé con un santo. Creo que tuvo alguna aventura, lo recuerdo como mi marido: cumplidor, responsable y nos hacíamos reír mucho. Tuve a mi lado un buen ser humano”, concluyó Fela Fábregas.

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